Hijo del diplomático del mismo nombre, vivió su infancia rodeado de artistas como Guillaume Apollinaire, Auguste Rodin y Diego Rivera. Inició sus estudios profesionales en la Sorbona de París y en la Johns Hopkins University de Baltimore, Estados Unidos, donde obtuvo el título de licenciado en Letras y el grado de Doctor en Filosofía y Ciencia Política. En 1921 ingresó en el servicio diplomático mexicano como tercer secretario en Washington; de ahí pasó a la ciudad de Guatemala, a Río de Janeiro y a París. Fue ministro consejero y encargado de negocios en Washington (1939); embajador en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1942-1945) y en Colombia (1945); delegado en la Conferencia Internacional de la Paz, en San Francisco (1945) y representante ante las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos (1945-1958), donde fungió como presidente del Consejo de 1949 a 1950. Alejado de la diplomacia, durante el sexenio del presidente López Mateos, dirigió el Instituto Nacional de la Vivienda (1958-1964). Fue profesor en diversas Universidades de los Estados Unidos, como Harvard, Cambridge y la George Washington; así como en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (fcpys) de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Fue colaborador del diario Novedades (1964-1980).

Luis Quintanilla del Valle, diplomático. Gran parte de su obra está escrita originalmente en inglés y dedicada a temas de derecho internacional y de política. Tuvo una participación importante en el movimiento estridentista, como poeta y como creador del Teatro del Murciélago. Avión recoge la producción poética de su juventud; en este libro se evidencia la influencia de la poesía francesa de la época, muy en especial la de Apollinaire, en la experimentación que realiza con la disposición espacial y en el uso de la tipografía y la puntuación; incluso se arriesga en la creación de algunos caligramas. Este volumen se caracteriza por la variedad de temas tratados (el dolor ante la guerra y la insensatez del mundo moderno, la descripción de la naturaleza y de los estados anímicos del poeta, la exaltación del amor sensual, el colorido y las costumbres mexicanas) y por la experimentación con el lenguaje, referido al mundo moderno y a la cotidianidad, pero fuera de sus contextos habituales, por lo que resulta sorprendente. En Radio, su segundo y último libro de poesía, con un léxico proveniente de la ciencia en su mayor parte, da una dimensión cósmica al hombre y a la creación poética. El Teatro del Murciélago –a imagen del “Chauve Souris” ruso, que conociera en Nueva York–, fue concebido como un género nuevo, idóneo para manifestar la esencia mexicana valiéndose de todos los recursos estéticos: el canto, la música, la danza, la pantomima y la pintura; más que de un espectáculo, se trataba de “una tienda de juguetes para el alma”.