Enciclopedia de la Literatura en México

Fernán González de Eslava

Alfonso Reyes
1946 / 04 oct 2017 09:21

Mucho éxito gozó en su tiempo y logró vivir de su pluma. Mucha suerte tuvo con la posteridad. De ningún otro autor de entonces poseemos una producción más abundante: ¡dieciséis Coloquios espirituales y sacramentales, más de ciento cincuenta poemas “a lo divino”! Pero, con excepción del Entremés de dos rufianes y unas cuantas poesías diseminadas, la obra profana se ha perdido.

La obra lírica de este “simpático poeta”, como le llama Marcelino Menéndez y Pelayo, pertenece a la tradición de los cancioneros religiosos, y más bien parece acarreada automáticamente en la lengua poética de su tiempo, con sus conocidas virtudes expresivas y sus ingeniosidades apocadas. En el teatro da sus prendas mejores. Es suelto, fácil, gracioso aunque algo turbio y revuelto, picante y mordaz; excelente versificador, para quien la quintilla no tenía secretos; verdadero teólogo pero sumamente accesible y a la altura de sus auditorios. Su diálogo es la sencillez misma; su composición, directa y nada artificiosa, según el conocido tipo del teatro anterior a Lope de Vega. Su lengua es repertorio del provincialismo mexicano y del nahuatlismo, hijos precoces de la colonia. Abundan en él alusiones circunstanciales de interés histórico, que enmarcan la obra en su época. Y a veces se le nota el esfuerzo por convertir las actualidades en alegorías. Se advierte la tendencia mexicana de hacer del “bobo” el “prudente”, como se verá en Juan Ruiz de Alarcón. Descuellan los monólogos de Jonás (aunque el resto del Coloquio VII contenga más de un disparate), la disputa de la Riqueza y la Pobreza, la parábola de la viña (Coloquio XIII, de argumento semejante a El heredero del Cielo, de Lope), y la alegoría del Bosque Divino. Rodolfo Usigli prefiere a todos el primer coloquio, El obraje divino, donde no se siente, como en los demás, la obra de encargo. Aunque muy desigual, Eslava logra dar animación a su escena, y anuncia ya un teatro costumbrista de que en Ramírez no hay sospecha. 

Según explica Margit Frenk,[1] lo que hasta ahora se sabe sobre la vida de González de Eslava proviene, básicamente, de dos legajos de documentos contemporáneos del poeta. El primero tiene que ver con el proceso inquisitorial que en 1564 se siguió a Juan Bautista Corvera por recitar en público los versos sobre la Ley de Moisés, polémica en la que habían intervenido el mismo González de Eslava, Francisco de Terrazas y Pedro de Ledesma.[2] El otro legajo, de 1574, está relacionado con el pleito que sostuvieron el virrey Martín Enríquez de Almanza y el arzobispo Pedro Moya de Contreras. El pleito involucró la representación de una obra teatral de González de Eslava y provocó su encarcelación.[3]

Las pocas noticias y el hecho de que el grueso de su producción literaria sea novohispana provocaron que bibliógrafos como Eguiara[4] y Beristáin[5] lo supusieran mexicano. Ahora sabemos que González de Eslava nació en España[6] en 1534, puesto que por los documentos antes mencionados, se sabe que llegó a Nueva España en 1558,[7] a la edad de veinticuatro años. Hacia 1563 ya radicaba en la ciudad de México. En 1571 se encontraba preparándose para el sacerdocio; en 1574 recibió las órdenes menores[8] y en 1579 mayores.[9] Residió en Nueva España hasta su muerte, ocurrida entre 1601 y 1603.[10]

La obra de González de Eslava se ha conservado, según Margit Frenk, por verdadero milagro: su amigo, a lo largo de 43 años, el agustino Fernando Bello de Bustamante, publicó en México sus Coloquios espirituales y sacramentales y canciones divinas… recopiladas por… en 1610,[11] ya muerto el poeta. El hecho llama la atención, porque González de Eslava escribió, fundamentalmente, teatro, y éste, a fines del siglo xvi, tanto en España como en las colonias, casi nunca llegaba a las prensas. Se trataba de manuscritos de existencia efímera, para uso de actores y directores, que se perdían después de las representaciones. En cuanto a la poesía, la posibilidad de publicación era aún más complicada. Ni Garcilaso, ni Boscán, Aldana, fray Luis de León, san Juan de la Cruz, los Argensola, etc. vieron editadas sus poesías. Y entre los poetas novohispanos del siglo xvi, sólo González de Eslava tuvo esta suerte: ni Francisco de Terrazas, ni Pedro de Trejo, ni Bautista Corvera, ni Pedro de Hortigosa, ni Eugenio de Salazar publicaron en su momento. Esto es un síntoma del reconocimiento que gozó González de Eslava como poeta. Además en Flores de baria poesía (1577) figuran sus poquísimas “obras humanas”: dos sonetos y una glosa en liras.[12] Hay una parte de su obra que no nos ha llegado, aquella compuesta para diferentes fiestas o acontecimientos cívicos y religiosos; el resto de su producción se inserta, en términos generales, en el teatro y la poesía españoles de la segunda mitad del siglo xvi. Al respecto, Margit Frenk hace una importante observación, válida para toda la poesía novohispana:

De hecho, González de Eslava es un magnífico ejemplo de un fenómeno muchas veces comprobado: la rapidez con la que llegaban a la colonia las novedades culturales peninsulares […] hacia el final de su vida utilizó romances de Lope de Vega, Góngora, Liñán de Riaza, acabados, por decir así, de salir del horno. Antes de eso había recibido la influencia de una serie de obras publicadas en España. Para sólo citar unos ejemplos, es casi seguro que conoció algunos de los “cancioneros”, “romanceros”, “silvas” que, según los documentos, ingresaron al país; las recopilaciones de Juan López de Úbeda, Lucas Rodríguez, Sepúlveda; las obras poéticas de Boscán y Garcilaso, Pedro de Padilla, Montemayor, Castillejo, aparte de obras como Los jeroglíficos de Valeriano Bolzani y los emblemas de Alciato. También los cancioneros manuscritos […] atravesaban el océano (por cierto, en ambas direcciones). Comparando algunos de sus romances “a lo divino” con los romances españoles profanos en que se basaron, se ve, sin asomo de duda, que no utilizó textos impresos, sino copias manuscritas.[13]

Como bien señala Margit Frenk, la poesía religiosa de González de Eslava, que es, prácticamente, la mayoría, se inscribe en la tradición de la poesía cancioneril castellana, de carácter discursivo y razonador, proclive al juego de palabras y conceptos, reiteraciones, antítesis y paradojas, recursos muy útiles para la exposición de dogmas y diferentes cuestiones religiosas[14] (de ahí la abundancia de villancicos). Además, practicó con sistemática aplicación la técnica de la divinización, particularmente en los romances:[15] dieciséis de sus veintiún romances son contrafacta de romances españoles. Por otra parte, sobre todo en sus ensaladas, González de Eslava anuncia ya el conceptismo del siglo xvii, en el desarrollo alegórico de temas religiosos, propio del género. Finalmente, su escasa poesía profana está escrita en metros italianos: los dos sonetos y la glosa en liras de Flores de baria poesía, y otros cuatro sonetos laudatorios, de los que solían imprimirse en los preliminares para alabar las virtudes del autor en cuestión.[16]

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