2010 / 27 feb 2019 14:20
Juan de la Cueva nació en 1543[1] en el barrio hispalense de Santa Catalina. Era hijo del doctor Martín López de la Cueva y de Juana de las Cuevas. Muy poco se sabe de sus primeros años de juventud. Parece que comenzó sus estudios de Humanidades bajo la tutela del maestro Juan de Mal-Lara (1524-1571). En esos años, Cueva se dedicó al estudio de la poesía latina, interpretó a los clásicos y adquirió una sólida formación petrarquista. Los primeros frutos de su vocación literaria fueron ejercicios de traducción y poemas de corte amatorio.
A mediados de 1574, Juan y su hermano Claudio salieron hacia Nueva España. Claudio partía con el beneficio de su media ración y con la ilusión de hacer carrera eclesiástica en la administración colonial. Juan, con la esperanza de hacer fortuna en las Indias:
Nuestro vate contaba entonces con treinta años. Andaba entristecido por una pena amorosa y con deseos de olvidarla en la lejanía. Ya no tenía remedio, ni otro oficio que el de poeta. Sin pensárselo dos veces y sin pretensión previa alguna, decidió secundar a su hermano en tan azarosa aventura.[2]
Según se desprende del informe enviado por el arzobispo de México don Pedro Moya de Contreras a Felipe ii–fechado el 24 de marzo de 1575– Juan de la Cueva y su hermano Claudio llegaron a Nueva España en septiembre de 1574. Juan continuó su quehacer literario durante sus aproximadamente tres años de estancia en México: en el cancionero anónimo Flores de baria poesía (recopilado en Nueva España hacia 1577) aparecieron algunas de sus primeras composiciones líricas.[3] Menéndez Pelayo lo califica de “poeta fácil y despilfarrado”,[4] a veces tan alejado de un lenguaje poético artificioso que cae en una “desmadejada trivialidad”, aunque alaba “la gracia desenfadada y amenos colores” con que plasma sus recuerdos y vivencias de las Indias. En particular sobre las epístolas a Sánchez de Obregón y al maestro Girón, bien dice Alfredo A. Roggiano:
De acuerdo. Vaguedades, prosaísmos, caídas no faltan, desde aquellas tan mentadas líneas de las seis cosas escritas con C, «síntesis acabada del mal gusto» en opinión de A. Reyes. Hasta parecen deliberadamente primitivos e inexpertos (como de cosa que empieza a ser pero que todavía no es) en sus tercetos de rústica armonía y toscos ritmos, su fidelidad a las cosas y hechos con esa rudeza retratista que admiramos en las reproducciones de paisajes y las escenas familiares de algunos pintores flamencos.[5]
Como se verá, en algunos de los poemas escritos durante su periodo americano, De la Cueva alaba la tranquilidad y las virtudes de la vida mexicana (por ejemplo, en su epístola de 1574 a Laurencio Sánchez de Obregón, primer corregidor de México; o en la que dirigió poco después al maestro Girón, exhortándolo a emprender el viaje a las Indias).[6] En 1577 Juan de la Cueva regresó a España, donde continuó con su labor literaria hasta su muerte ocurrida el 4 de octubre de 1612.[7]