2010 / 25 feb 2019 10:42
Este casi desconocido escritor español es el autor de los dísticos latinos que figuran en el Manual de adultos de 1540, hasta hoy el más antiguo impreso conocido de Juan Pablos.[1] Estos dísticos son, según Millares Carlo, los primeros versos latinos publicados, no sólo en Nueva España, sino en América.[2]
Cristóbal Cabrera nació en Burgos hacia 1513. Llegó a México, según sus propias palabras, “paene puer” [casi niño].[3] Vivió en Nueva España protegido primero por el virrey Antonio de Mendoza y luego por Vasco de Quiroga. En 1535, aún adolescente, era ya notario apostólico. Participó en el sínodo de México, celebrado el 27 de abril de 1539, como asistente de Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán. Fue un poeta prolífico en español y en latín. Nicolás Antonio[4] cita las siguientes obras: Flores de consolación,[5] Meditatiuncula ad serenissimum Hispaniarum principem Philippum, Censura novae opinionis Eucharistiae, Rosarium Beatae Mariae juxta Evangelium sacramque scripturam, entre otras. E. Burrus en su artículo[6] localizó cincuenta escritos de Cabrera que incluyen tres volúmenes de poesía, uno en latín y dos en español. En Poetas religiosos inéditos del siglo xvi (La Coruña, 1890), Marcelo Macías edita un cancionero suyo, titulado Instrumento espiritual, cuyo prólogo está fechado el 25 de marzo de 1555, cuando Cabrera ya se encontraba viviendo en Roma. Según Michel Darbord este Cancionero contiene la poesía religiosa de Cabrera, en la que destaca la práctica del soneto: “C`est un des plus importants efforts pour adapter le sonnet en hendécasylabes italiens aux thèmes spirituels”.[7] Tanto así que Marcel Bataillon[8] lo considera uno de los creadores del soneto espiritual.
En atención a lo poco que se sabe de este autor, al lauro de haber sido el primero en publicar versos latinos en el Nuevo Mundo y a su aplicada actividad intelectual durante su residencia en Nueva España,[9] aparece aquí Cristóbal Cabrera como el primer autor español de la Colonia con un soneto que reproduce Millares Carlo en el citado apéndice a la Bibliografía de García Icazbalceta, reproducido también por José Almoina[10] (de donde lo toma Millares Carlo) y por M. Darbord (op. cit.) y una canción reproducida por Elisa Ruiz[11] a partir del manuscrito de la Biblioteca Vaticana, descubierto por Marcelo Macías y García.[12]