David Miklos ha escrito un texto original, de generación espontánea e irrepetible. Pertenece, sin que se le pueda catalogar en ninguno, a varios géneros: cuento, biografía, reflexión, crítica literaria y, desde luego, a pesar de todo, novela. Su extensión, por corta, se desborda. Empieza cuando leemos la primera palabra y nunca termina. El fin se une al inicio, serpiente mordiendo su cola, en un círculo, tentación irresistible a comenzar de nuevo, continuar por siempre.
Después de las primeras líneas, que bien pueden ser las últimas, nos posee una sensación escalofriante: como los personajes, pertenecemos a lo inexistente, a esa nada tan igual a nuestros días, al tiempo sin medida, al horror de una ficción monstruosa, a la pasión, casi insoportable, de idolatrar a un escritor famoso o ignorado, que nos da a luz cuando abre nuestra mente. Hijos de esas letras muertas, ineludiblemente obedecemos el llamado. David Miklos lo hace a su manera única. Escribe El abrazo de Cthulhu. Con ¨c¨. Impronunciable. Incógnita por descubrir. Leamos.
Erma Cárdenas