"Manhattan es la piedra Rosseta del siglo XX", aseguró Rem Koolhas en Delirio de Nueva York, ese tratado urbanístico que intentó descifrar un Occidente cada vez más ilegible a partir de la arquitectura neoyorquina. Hoy, las megalópolis se han reducido a fragmentos de aquella piedra; si los uniéramos, sus habitantes sólo podríamos descifrar los caracteres de una lengua genérica que hablamos en las muchas franquicias de Babel. Hemos perdido, quizá para siempre, el ya nostálgico paisajismo urbano. De Bangkok a Tel Aviv, su trazado es una gigantesca obra conceptual: lo que allí se designa -calles, barrios, ciudadanos- no es más que una metáfora de sus intermitentes contenidos.
Personaje neorrenacentista que lo mismo ejerció la diplomacia y la promoción cultural que el cabaret y el oficio de galerista de arte, Arturo Delgado emprende aquí una misión tan útil como insólita: hacer de la Ciudad de México una piedra Rosetta de bolsillo, un espejo móvil, a partir de la gramática y la superficie reflejante del arte contemporáneo. Así, los museos como templos reflexivos de la gentrificación, las esculturas arácnidas de Louise Bourgeois, las acciones de Marina Abramovic o Teresa Margolles para trazar los límites del cuerpo y del espacio público, son las estaciones de una visita guiada por lo desconocido: nuestra propia casa colectiva.
Publicadas entre 2011 y 2014 como parte del suplemento Espacio del periódico Excélsior, estas páginas formulan algo que más que un deseo de pertenencia. Con destreza y humor que no rehúyen al dato duro y a la coyuntura, Delgado cree, junto con Nicholas Bourriaud, que el arte es un laboratorio abierto de la identidad. Todo, hasta el vacío y el sinsentido, es el cajón de sastre para el arte nómada que también abandera Delgado. La Ciudad de México, curada por él en estas páginas, se transforma en un museo interactivo "donde puede suceder todo menos el aburrimiento; que tiene horror vacui pues está literalmente 'contenta', es decir, con contenido". Este libro es el catálogo de las piezas que componen la urbe íntima de nuestro autor, en construcción hasta nuevo —e indeseable— aviso.
Hernán Bravo Varela