A los 60 años Ramón Rubín (Mazatlán, 1912), cumpliendo sus deseos de hacerlo del modo que fuera, se retiró a vivir en Autlán, Jalisco. Regaló a sus obreros las dos pequeñas fábricas de calzado que tenía en Guadalajara y aceptó la oferta de una editorial chicana de publicar sus relatos en forma de historieta. Asegura que eso le permite vivir ahora.
Autor de una treintena de libros, novelas y cuentos, se dedica a escribir unas Memorias que prometen ser muy interesantes, tanto por el período histórico que le ha tocado vivir como por sus múltiples aventuras y viajes. “Conozco México —dice— desde el Sásabe [desierto al norte de Sonora, donde vivió el Vasconcelos niño], hasta Chetumal”. Además, ha recorrido todo el mundo en calidad de marino, uno de los muchos oficios que ha ejercido y que le inspiró un volumen de cuentos: Diez burbujas en el mar (1949). Considerado una especie de Hemingway mexicano, luchó también en la guerra civil española.
Cabe añadir que las obras de Rubín son tan interesantes como su biografía y que abarcan tantos espacios —nacionales— como sus viajes. En sus manos todo se convierte en tema de cuento o novela: la increíble —y a la distancia innecesaria— matanza de ganado durante la epidemia de fiebre aftosa en los últimos años cuarenta, lo llevó a escribir su novela-denuncia Ese rifle sanitario (1948); y otra la desecación intencional del Lago de Chapala La canoa perdida (1951), considerda una de sus mejores obras.
Haber publicado buena parte de sus libros en ediciones de autor, hace difícil leer a Rubín. El Fondo de Cultura Económica ha publicado un volumen de cuentos: Las cinco palabras (1959), y dos novelas: La bruma lo vuelve azul (1954), y El canto de la grilla (1984).