Günter Eich fue miembro fundador del grupo 47, compartiendo cartel, entre otros, con Paul Celan, Heinrich mm, Günter Grass e Ingeborg Bachmann. Según la leyenda, fue un bicho que a todo se oponía, al éxito, a la naturaleza, a la civilización, a las expectativas del público; curiosamente, acabó por convertirse en un escritor secreto, en un antihéroe, en una contraseña entre iniciados. Los Topos oscilan revoltosos entre la mera narrativa, el poema, la viñeta y el chiste. Su lenguaje escueto y limpio (y no sólo éste) los emparenta con Kafka; su contenido nos remite a los años 60, cuando, por poner un símil musical, Bartok ya sonaba a clásico en las salas de estar recién amuebladas por la reconstrucción alemana. La crítica nunca omite hablar del absurdo y el nonsense al referirse a los Topos, pero, si vale el oxímoron, en Eich ya "tienen sentido".