Todos los excesos caben en Palinuro de México. Maravilla del arte verbal, de las posibilidades actuales de la lengua literaria y de la enorme apertura narrativa rotulada por el boom latinoamericano, esta novela es, definitivamente, un caudal de vida y júbilo que se celebran a sí mismos. Los excesos inigualables de esta novela son un hito en el gran arte barroco mexicano. Novela extensísima que aparentemente no cuenta nada o que olvida la anécdota tal cual, dice en todas y cada una de sus páginas su amor por la vida, su placer enorme de ser una novela que cuenta y cuenta cosas mínimas y solemnes, pequeñas y significativas, sobre un puñado de personajes que deambulan por la triste, apagada y repentinamente carnavalesca Ciudad de los Palacios: México, D.F.
Palinuro de México cuenta sobre todas las cosas del amor del protagonista y de Palinuro por Estefanía. Estefanía fue un ser de belleza apabullante, un ser que estaba más allá de toda jerarquía geométrica, de todo esplendor mortal, de toda lengua vítrea y sin embargo, más acá de las estrellas.
Obra de amor, de artista y artesano, Palinuro de México es una de las mayores celebraciones de las letras mexicanas.
Palinuro de México es una monumental parodia donde todo parece excesivo, una novela polifónica que se vale de la lengua, la cultura y la recreación de todos los mundos imaginables para ofrecer una narración que mantiene una relación ambivalente con la historia reciente de México. Aunque puede leerse como una novela política, reflejo del espíritu revolucionario juvenil que floreció en México en los años sesenta, también se trata de un artefacto artístico de una gran exuberancia narrativa, que parece alejarse de la historia para encerrarse en un deslumbrante ejercicio verbal.