La literatura de Mario González Suárez es siempre una revelación, un descubrimiento. Los relatos de Nostalgia de la luz lo corroboran: en ellos palpitan el asombro y el azoro, el sobresalto de lo insospechado.
Diez historias construyen un universo en el que los prodigios acreditan la crueldad, o los caprichos, de la divinidad o del destino. En la primera de ellas, una mujer —Calínica, que aparece, inspira o es mencionada en otras— es fecundada por Dios, quien ha tomado forma de ángel y le ordena abandonar a su marido. Desobedece y la desgracia se cierne sobre ella, condenándola a los dolores de un parto que no llega, al repudio constante, a un extraño culto, a un largo y cruel peregrinaje.
González Suárez –dice Raúl López Cazorla al comentar El libro de las pasiones– practica la alquimia de palabras, todo lo transforma. Algunos cuentos de Nostalgia de la luz recuerdan episodios bíblicos, otros evocan la mitología griega (a Ícaro, por ejemplo). Todos son artefactos literarios poderosos y originales en los que se dan cita la crueldad, el odio, la fe, los milagros, la pesadumbre, la esperanza, el horror, el fanatismo, el deseo.
La imaginación de González Suárez, su escritura sin rebabas, pulida con obsesión de artista, su voluntad de apartarse de las modas, del socorrido realismo de nuestro tiempo, de bucear en las aguas profundas de lo fantástico, ha dado origen a libros excepcionales, Nostalgia de la luz, sin duda, es uno de ellos.