Desde su publicación en 1979, La imprenta como agente de cambio ha sido una obra de referencia entre los estudiosos de la cultura impresa, en parte por sus originales ideas sobre el impacto que la invención de Johannes Gutenberg tuvo en la generación y difusión del saber, y en parte por las insospechadas ramificaciones que han tenido sus postulados. Historiadores de diversas especialidades, tanto los del libro como los de la ciencia, tanto los de las religiones como los de la literatura, han encontrado en estas páginas un fértil cúmulo de hipótesis sobre las cuales trabajar para entender mejor la revolución en las comunicaciones que tuvo lugar al inicio de la edad moderna; a veces polémicas, a menudo audaces y siempre sólidamente fundamentadas, las afirmaciones de Eisenstein respecto de la importancia de la imprenta han inspirado el trabajo de muchos otros investigadores.
En diálogo permanente -y por momentos contestatario- con pensadores como Jacob Burckhardt, Walter Ong y Marshall McLuhan, esta obra explora los cambios que la impresión con tipos móviles tuvo en los círculos académicos de la Europa de los siglos XV a XVII, especialmente entre los escritores religiosos y científicos. Eisenstein aborda sucesos centrales de ese periodo, como la difusión del pensamiento de la reforma o la publicación de obras como las de Vesalio, Copérnico, Kepler y Galileo, que encontraron en los talleres tipográficos el impulso para transformar de raíz la medicina y la astronomía, y lleva la atención del lector hacia tres fenómenos que la imprenta produjo o contribuyó a afianzar: la fijación de los textos, la estandarización y la diseminación masiva. Y aunque no llega a afirmar que la nueva tecnología para producir libros dio origen a la edad moderna, Eisenstein no duda en considerar que cualquier revisión de esa época ha de tenerla como uno de los principales agentes del radical cambio que Europa experimentó entonces.