Las instituciones tienen infinitas formas de nacer: algunas han surgido como consecuencia de profundos conflictos sociales o bélicos; otras son producto de mentes lúcidas que señalaron la ruta para abrir nuevos caminos. A mediados del siglo pasado se gestaron en México dos criaturas intelectuales como inesperado fruto de la Guerra Civil española. A finales de la década de 1930 numerosos intelectuales fueron expulsados de la península ibérica y, donde contribuyeron a la expansión del Fondo de Cultura Económica y al surgimiento de la Casa de España: dispuestas por Daniel Cosío Villegas y Alfonso Reyes, prensas y aulas se abrieron los muchos académicos y pensadores tras terrados en nuestro país. Juntos pero si revueltos, la casa –que luego se convertiría en el colegio de México– y el Fondo han contribuido desde entonces al estudio y la difusión de lo más sobresaliente del pensamiento moderno.
Javier Garciadiego, historiador y ex presidente de El Colegio de México, detalla aquí el origen y la consolidación de dos entidades cuyas relaciones han sido, a decir de Reyes, "íntimas y cordiales". El análisis de las traducciones publicadas en las principales colecciones del Fondo en sus años mozos –en particular las que Wenceslao Roces, José Medina Echavarría, José Gaos y Eugenio Ímaz hicieron de Marx, Weber, Heidegger y Dilthey, respectivamente– permite ver cómo la apertura intelectual iniciada en España por Ortega y Gasset tuvo un productivo eco en México. Éste minucioso recuento retrata los exiliados, su labor editorial, su compromiso con el pasado y el porvenir; por ello constituye un homenaje a su abnegada y fértil labor.