Segundo libro de la narrativa de Rilke (1875-1926), escrito bajo el influjo del viaje crucial y catalizador que en 1899 hiciera por Rusia en compañía de la escritora Lou Andreas-Salomé, Historias del buen Dios (1900) se considera formalmente un conjunto de relatos, pero en realidad es una colección de pequeños retablos alegóricos realmente conmovedores, narrados con una voz escueta y elegante que no se parece a nada.
Solo los textos de Kafka se acercan un poco a lo que hace Rilke en este libro. Estas historias están diseñadas como argumentaciones metafísicas; que sean densas, estén encerradas en sí mismas y cuenten con una lógica anormal y propia. Son trece relatos que en distintos tonos y registros consiguen transformar las a menudo áridas y muertas interrogantes teológicas en punzantes qualias de experiencia vivida y palpitante. Al hacerlo, Rilke invite a la experienciia religiosa de toda su fuerza desgarradora y enigmática para que aparezca de nueva cuenta sugerente, enriquecida por la pérdida de esas tantas amortiguaciones exagéticas con que la han envuelto los siglos de devoción e iniquidad.