Al comienzo de esta novela hace referencia Galdós en tono burlesco a una relación amistosa entre él y el protagonista Máximo Manso. Galdós cede a Manso la responsabilidad de narrar, y éste reprocha a Galdós su fea costumbre, "la pena infamante... el feo delito de escribir" novelas. Manso dueño de la narración, hace uso del humor y la ironía, y exige del lector un alto grado de complicidad. Máximo Manso es, en la tesis de Galdós, la personificación de la idea. Pasa de ser sólo una idea, el "Yo no existo" del capítulo I, al "Yo soy Máximo Manso" del capítulo II, a partir del momento en que inicia el contacto con la realidad. Galdós lleva a cabo un experimento: que la "pura fantasía" deja de serlo cuando se adentra ene l mundo real. Pero nota, también, el efecto contaminante de lo real sobre lo ideal.
Novela profundamente moralizadora, plantea cuestiones de muy hondo calado, y en ella se pretende aleccionar que el mundo real se parezca al ideal, sea su "hechura", y abandonando los contornos degradados de lo real se acerque al horizonte, siempre exultante y luminoso, de lo ideal
Pérez Galdós, como Balzac, describió las diversas clases sociales que conformaban la sociedad madrileña de su tiempo y recreó la lucha entre la tradición conservadora y el aparente liberalismo que a fines del siglo xix permeó a la sociedad española. Máximo Manso, personaje central de esta novela, nos narra los pormenores de su vida y se sorprende a sí mismo (y nos sorprende) con sus sentimientos y pasiones. Realismo en pleno, tal es la definición de los críticos de la obra de Galdós. El prólogo es de Anamari Gomís.