En la historia de la literatura mexicana, las llamadas obras completas de escritores nacidos en el siglo XIX adolecen, por lo general, de omisiones y de errores que el sentido común permite suponer que en futuras reimpresiones serán remediados. Sin embargo esto no es así, quizá por negligencia del editor o por desentendimiento de quien en su momento se encargó de realizar la recopilación y ordenamiento del material. Poetas como Salvador Díaz Mirón, Justo Sierra, Manuel Acuña, Luis G. Urbina, para citar a algunos, persisten para el estudioso en obras semicompletas que van institucionalizándose a través de los años gracias a la voluntariosa ignorancia de trabajos posteriores de estudiosos o investigadores mexicanos o extranjeros.
Lógicamente, tal situación origina que cualquier empeñoso estudiante o ensayista que desee escribir sobre la obra de un escritor mexicano se vea en la obligación de no sólo trabajar con las supuestas Obras completas sino de tener que consultar revistas literarias, suplementos de periódicos, plaquettes, ediciones de tiraje reducido y prácticamente desaparecidas del mercado (y ojalá que no de las bibliotecas públicas) y, aun así, no contar con la seguridad de que tiene entre manos todo el material sobre el escritor que desea trabajar. Es posible suponer que ésta sea una de las razones por las que se realicen tan pocos trabajos globales sobre la obra de escritores mexicanos del diecinueve y que, de paso, exista tanta ignorancia y desprecio por lo que se escribió en aquel no tan lejano siglo.
Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895), el famoso Duque Job, y una de las figuras centrales del modernismo mexicano y latinoamericano, no ha corrido con suerte diferente. Al año de su muerte, en 1896, un grupo de amigos decidió imprimir sus poemas con un prólogo de Justo Sierra, prólogo que la crítica suele considerar como uno de los mejores que se hayan escrito en México. La edición de 400 páginas, reunía 158 textos del Duque Job. Cincuenta y siete años más tarde, en 1953, el poeta y ensayista Francisco González Guerrero preparó para la Colección de escritores mexicanos de la Editorial Porrúa una edición de las Poesías completas de Manuel Gutiérrez Nájera, edición que en 1966 revisó y corrigió. La novedad que traía esta publicación con respecto a la de 1896 era que el editor agregaba 27 textos que dio a conocer el estudioso norteamericano E.K. Mapes en 1943 (en realidad son 26 y uno es sólo el completar un poema que había aparecido fragmentariamente en 1896) más 20 que él mismo había recopilado de diarios y revistas. De esta manera la edición de 1966 debería haber traído 204 poemas —46 nuevos poemas y uno completado— si al editor no se le hubiera olvidado un pequeño poema: “En un abanico”. De todas maneras, esta edición de las Poesías completas de Manuel Gutiérrez Nájera preparada por Francisco González Guerrero es la que convencionalmente se considera como la más completa de las realizadas hasta el día de hoy (que como se puede apreciar no han sido muchas).
Curiosamente, Francisco González Guerrero, para la edición revisada y corregida de 1966, no tuvo en cuenta el libro Manuel Gutiérrez Nájera. Estudios y escritos inéditos de Boyd G. Carter publicado en 1956, ni En torno a Gutiérrez Nájera y las Letras Mexicanas del siglo XIX que en 1960 publicó el mismo profesor norteamericano, ni el trabajo a él dedicado y que con el título de Indagaciones sobre Gutiérrez Nájera editó en 1957 Irma Contreras García, ni Reflejo. Biografía anecdótica de Manuel Gutiérrez Nájera, por Margarita Gutiérrez Nájera, ganador del Premio en el concurso convocado en 1959 por el INBA en ocasión del primer centenario del nacimiento del poeta, ni el catálogo que con el título Exposición documental de Manuel Gutiérrez Nájera 1859-1959 preparara Ernesto Mejía Sánchez con el sello de la Dirección general de publicaciones de la UNAM en 1959. Estos cinco libros traían en sus páginas poemas del Duque Job que no habían sido incluidos en las Poesías completas preparadas por él y que, lógicamente, de considerarlos (dudo mucho que los desconociera) hubieran enriquecido su edición y la hubieran acercado un poco más al título. Es cierto que González Guerrero dice en su prólogo que “Crecerá más la obra pero, de cualquier modo, la suma total de poesías no llegará a ser tan crecida como son éstas variadas en su temática y en su valor estético”. Disculpa poco aceptable para las omisiones de la segunda edición de unas Poesías completas.
Ahora, ante la amable insistencia de mi amigo Marco Antonio Campos a que lleve a cabo una proposición que le hice, reúno los poemas de Manuel Gutiérrez Nájera que ignoró Francisco González Guerrero, más otro aparecido en el tomo III de las Obras del Duque Job y unos pocos más que encontré en revisiones de diarios y revistas del siglo XIX. Para mí resulta evidente que este aporte tampoco concluye la búsqueda de las poesías publicadas por él pero, al menos, creo que será un incentivo para que estudiantes e investigadores trabajen sobre Manuel Gutiérrez Nájera y logren algún día darnos las Poesías completas de este tan importante poeta mexicano.
Fernando Tola de Habich
(Tlahuapan, 1987)