El Premio Miguel de Cervantes, otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España, es el galardón más importante de la literatura en español concedido a un autor por la importancia del conjunto de su obra y por haber contribuido a enriquecer el patrimonio de la lengua española.
Al premio puede ser postulado cualquier autor cuya obra esté escrita en lengua española, si no en su totalidad, al menos en su parte medular. Normalmente son las Academias de la Lengua Española, los autores anteriormente premiados y los miembros del jurado los que pueden proponer a algún escritor para el reconocimiento. El fallo del premio se da a finales de año y su entrega se efectúa el día 23 de abril del siguiente año, cuando se conmemora el fallecimiento de Miguel de Cervantes. El evento tiene lugar en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares y es entregado por los reyes de España.
El premio se entrega anualmente desde 1976. El primero en ganarlo fue el poeta español Jorge Guillén. Otros autores españoles e hispanoamericanos que lo han obtenido son: Alejo Carpentier (1977), Dámaso Alonso (1978), Jorge Luis Borges (1979), Rafael Alberti (1983), Ernesto Sábato (1984), María Zambrano (1988), Dulce María Loynaz (1992), Mario Vargas Llosa (1994), Antonio Gamoneda (2006), Ana María Matute (2010) y Juan Goytisolo (2014).
Por su parte los escritores mexicanos que han merecido el galardón han sido Octavio Paz (1981), Carlos Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005), José Emilio Pacheco (2009), Elena Poniatowska (2013) y Fernando del Paso (2015). Además, cabe remarcar a Álvaro Mutis (2001) y Juan Gelman (2007), autores hispanoamericanos cuya vida y obra se encuentra fuertemente relacionada con México. Durante la ceremonia de entrega, es costumbre que el galardonado ofrezca un discurso de aceptación, cuyo tema, aunque libre, suele versar sobre El Quijote, Miguel de Cervantes o la literatura en lengua española. En este sentido, los discursos de estos autores son de particular importancia, puesto que son un ejemplo de las lecturas de la obra cervantina desde las letras hispanoamericanas.
El primer escritor mexicano en recibir este premio fue Octavio Paz, quien en su discurso de aceptación reflexionó sobre la literatura concebida, no como una colección de autores y de libros, sino como una sociedad de obras, una “sociedad de obras”, que nacen de la conjunción del autor y el lector. Las obras y el lenguaje son formas que contienen y dan forma a la civilización. Sin embargo, ésta no es una esencia inmóvil. En ese sentido la aparición de América modificó radicalmente el diálogo de la civilización hispánica consigo misma y la diversidad de pasados e interlocutores ha provocado dos tentaciones contrarias: la dispersión o la centralización, el conflicto. En esta pugna, el problema de la libertad se torna apremiante. Si bien no puede haber una teoría general de la libertad porque es la afirmación de aquello que, en cada uno de nosotros, es singular y particular, irreductible a toda generalización, la libertad se vuelve tiranía cuando tratamos de imponerla a otros. De suerte que la libertad, que comienza a ser afirmación de mi singularidad, se resuelve en el reconocimiento del otro y de los otros: su libertad es condición de la mía. Por todo esto, aunque la libertad y democracia no son términos equivalentes, son complementarios: sin libertad la democracia es despotismo, sin democracia la libertad es quimera. Finalmente afirmó que con Cervantes comienza la crítica de los absolutos: comienza la libertad. Cada hombre es único y cada hombre es muchos que él no conoce: el yo plural.
Carlos Fuentes, por su parte, afirmó que la liga más fuerte de la América hispana es la lengua, que se ha convertido en algo mejor: lengua universal a través de la literatura, porque el mundo hispánico ha podido mantener vigente todo un repertorio humano olvidado a menudo. Encontramos en la comunidad de la lengua y de la imaginación española dos surtidores que no se agotan, pero especialmente en una obra y un autor que reúnen todos los tiempos de nuestra tradición y todos los espacios de nuestra imaginación. El autor es Cervantes y la obra es El Quijote.
Para Fuentes El Quijote es novela permanente, origen del género pero también destino del mismo, es nuestra novela y Cervantes es nuestro contemporáneo porque su estética de la inestabilidad es la de nuestro propio mundo. Los hispánicos conocemos de sobra el poder del arte para compensar y completar la experiencia histórica, dándole sentido y convirtiendo la información en imaginación. Es la lección de Comala: Rulfo; y la de Santa María: Onetti. Terminó su discurso el autor de La región más transparente asegurando que el mundo futuro necesita a España y a la América española, pero entre ellas también se necesitan, a España le concierne lo que ocurre en Hispanoamérica y en Hispanoamérica nos concierne lo que ocurre en España. Sólo necesitándonos entre nosotros, el mundo nos necesitará también. Sólo imaginándonos los unos a los otros, el mundo nos imaginará.
Álvaro Mutis en su discurso resalta la vida de Miguel de Cervantes por haber logrado en la adversidad una obra “incomparable y luminosa”. Además, reconoce que el trabajo del manco de Lepanto ha sido para él una compañía que despierta “sorpresas y lecciones inagotables”. Concluye que Cervantes, a quien aprecia con cariño familiar, desarrolló una escritura lúcida que evidencia “nuestro precario paso sobre la tierra”.
En la primera parte de su discurso, Sergio Pitol evocó su infancia y cómo, durante ese tiempo, la enfermedad lo acercó a la lectura de Jules Verne, Charles Dickens y Lev Tolstoi. Posteriormente, rememoró a los grandes maestros de su juventud: Manuel Martínez Pedroso, profesor de la Facultad de Derecho, quien le enseñó ética y teoría política de las fuentes menos convencionales: Fiódor Dostoyevski, William Shakespeare, Sófocles y Honoré de Balzac; Alfonso Reyes, entonces catedrático de El Colegio Nacional, quien lo acercó al mundo helénico y la literatura española medieval y de los Siglos de Oro y Aurelio Garzón del Camino, gramático español refugiado en México, quien le transmitió la pasión por el idioma. Finalmente, el autor agregó que el mayor deslumbramiento de su adolescencia sucedió al leer a Jorge Luis Borges y señaló también la influencia de los exiliados españoles en su formación. La intervención de Pitol concluyó con una segunda parte dedicada al Quijote. En ella, el escritor hace referencia a las ideas de libertad, justicia y saber expresadas en la obra de Cervantes y la influencia que esta novela tuvo sobre todas las corrientes literarias posteriores.
Juan Gelman destacó la importancia de que el premio haya sido concedido a la poesía, pues consideró que ante la precariedad del mundo contemporáneo ésta no ha dejado de ser un consuelo. De igual manera señaló la relevancia del Quijote, una obra que criticó las injusticias de su época, que son las mismas de hoy en día. Concluyó destacando que, ante un contexto de adversidad como el que se vive, es necesario volver a la escritura como un acto de memoria.
En su discurso José Emilio Pacheco reivindicó al Quijote como la obra cúspide de la lengua española, pero también como el monumento mediante el cual se conmemora y elogia a su propio autor, Miguel de Cervantes quien tuvo una vida llena de humillaciones y fracasos. La egregia figura del Manco de Lepanto, le sirve además, para reflexionar sobre la condición del escritor en los tiempos actuales que, circundados por la tecnología, forman una suerte de orden mendicante. El escritor, señala Pacheco, ha sido un excluido desde que en la Roma de Augusto se iniciara el mercado del libro. Por eso mismo, hubiese preferido que el premio Cervantes hubiese sido otorgado a Miguel de Cervantes mismo. El Quijote, concluye, es muchas cosas, pero ante todo una venganza contra todo lo adverso que su autor vivió hasta el último día de su vida. Tal es la razón por la que en tiempos de catástrofe El Quijote pueda ofrecer respuestas.
El discurso de Elena Poniatowska durante la entrega del premio Cervantes de 2013 abrió con la reflexión de la mujer intelectual. Ella, consciente de ser la cuarta mujer en recibir el premio, resaltó el valor de buscar, luchar y defender el conocimiento. Para la escritora, el mejor ejemplo de mujer erudita, que defiende su ansia de saber a pesar de la adversidad de su tiempo, es sor Juana Inés de la Cruz. La segunda parte de su discurso giró en torno a México: su idioma, sus tradiciones y su gente. El español en México, para Poniatowska, es un sincretismo de tradición y evolución: por una parte se aprecia el lenguaje de los conquistadores, al que juzga como profundo en significados; por otra, la lengua indígena, rica en sonoridad. Poniatowska señaló que no sólo el lenguaje, sino que el pueblo y el carácter del mexicano, se mezclan con lo tradicional y lo moderno. El pueblo, al que define con la palabra humildad, es marcado por las injusticias y la pobreza. Por último, reconoció la importancia de obtener el premio, llamándose a sí misma como una “Sancho Panza femenina” que pertenece a México y a las historias del pueblo que observa y del que escribe.
MIEMBROS INTEGRANTES
Poesía - Libros individuales
Títulos con dos o más géneros - Estudios y crítica
Gelman, Juan Ganador
Mutis, Álvaro Ganador
Pacheco, José Emilio Ganador
Paso, Fernando del
Paso, Fernando del Ganador
Paz, Octavio Ganador
Pitol, Sergio Ganador
Poniatowska, Elena Ganadora