2015 / 05 dic 2017
Felipe Ángeles es una obra teatral de la narradora, periodista, poeta y dramaturga Elena Garro (1920-1998). En esta obra, de carácter histórico-documental, se recrea con aguda conciencia política un suceso de la Revolución mexicana poco abordado por la literatura: el juicio militar del general villista Felipe Ángeles, en donde éste y Carranza son antagonistas. La pieza hace el recorrido desde la llegada del prisionero a la ciudad de Chihuahua hasta la última noche que pasa en una celda improvisada del Teatro de los Héroes antes de su fusilamiento, una vez declarado traidor a la Revolución por el Consejo de Guerra. Este hecho histórico le permite a la autora explorar en el texto dramático las posibilidades de abordar diferentes niveles de significación en la palabra y en la escena. La revista Coatl, de la ciudad de Guadalajara, dio a conocer Felipe Ángeles en 1967 y la Universidad Nacional Autónoma de México realizó otra publicación en 1979 gracias al montaje que el director Hugo Galarza presentó en el Teatro de Ciudad Universitaria el 3 de octubre de 1978. Al año siguiente este montaje inauguró el festival Sitges de Barcelona.
Felipe Ángeles en la historia, la literatura y la obra de Garro
Considerada como uno de los pilares de la literatura mexicana del siglo xx y por muchos como la mejor dramaturga de México, sólo después de sor Juana Inés de la Cruz, Elena Garro crea un rompimiento con la narrativa mexicana de la década de los sesenta con un marcado cambio de tono y ritmo, del mismo modo que Juan José Arreola, y se aleja de todo criollismo y costumbrismo imperante en la época. Lo mismo sucede con su dramaturgia. Introduce por primera vez lo que podría llamarse realismo mágico, pues tal y como dice Luis de Tavira con respecto a su pieza Felipe Ángeles, su estilo “oscila entre lo mágico y lo poético”.
Felipe Ángeles es la única pieza dramática de Elena Garro que gira en torno a un personaje histórico revolucionario. Por los mismos años que presentaba sus primeras piezas en un acto frente al grupo de Poesía en Voz Alta, Garro terminaba de escribir la primera versión de esta obra dramática en tres actos (1955). Ante el rechazo a la publicación y a su representación, la autora escribe otra versión que finalmente verá la luz en 1967. Para desarrollar este proyecto realizó una investigación en los archivos militares que retomó posteriormente para escribir varios artículos en el semanario Por qué?, una serie periodística sobre revolucionarios mexicanos titulada Los Caudillos (1968).
El admirado general villista es la figura emblemática clave para la obsesiva escritura de Garro de esos años. En una entrevista que realizó Reynol Pérez Vázquez, la autora afirmó que su ideal de niña era ser ermitaña o general: “Era lo que yo quería ser en la vida. Admiraba mucho a los generales y los sigo admirando”.[1] Crea para la literatura mexicana del siglo xx dos figuras poderosas: el general Felipe Ángeles, proveniente de una revisión histórica real, y el general Francisco Rosas, personaje completamente ficcional que causó la desdicha de Isabel Moncada en Los recuerdos del porvenir (1963). Del mismo modo que Rodolfo Usigli en El gesticulador (1938), Garro basa su drama en un personaje revolucionario para realizar una visión crítica sobre la Revolución y los mecanismos de poder que mueven la historia.
De entre todos los generales que pelearon en la Revolución, lo que ha despertado el interés sobre Felipe Ángeles en últimas fechas, tanto en historiadores como escritores, es su rectitud, patriotismo, su bagaje cultural y sobre todo su humanismo en un ambiente en donde imperaban las deslealtades en medio de la guerra. El 16 de noviembre de 1919, Felipe Ángeles es declarado traidor y fusilado por el mandato del Consejo de Guerra establecido en la ciudad de Chihuahua. Ángeles abandona el mundo terrenal para adentrarse al mundo de la letras. Destacan los estudios realizados por Federico Cervantes (compañero de armas del general), los historiadores Friedrich Katz, Odile Guilpain, Álvaro Matute y Adolfo Gilly. Y los trabajos literarios de Garro e Ignacio Solares. La pieza dramática de la autora así como la novela de Solares, La noche de Ángeles (1991), comparten la visión de este personaje y reconstruyen la última noche del general, con diferentes recursos pero con un mismo tono trágico sobre el destino del insigne villista.
Admiradora de los caudillos revolucionarios y villista por herencia familiar, Elena Garro rescata la imagen del legendario artillero de la División del Norte, Felipe Ángeles, general de Venustiano Carranza que consideraba importante la unión de las fuerzas revolucionarias. Miembro de la Convención de Aguascalientes, decide unirse a las filas de Francisco Villa y posteriormente contribuye en la elaboración de la Constitución de 1917. Cuando se reconoce el gobierno de Venustiano Carranza, Felipe Ángeles se autoexilia en Estados Unidos y regresa a México, tiempo después, en donde es hecho prisionero y fusilado por el mismo Carranza. La escritora encontró en este hecho histórico una poderosa tensión dramática.
Para Patricia Rosas Lopátegui, y para muchos dramaturgos e investigadores teatrales, Elena Garro renovó el teatro en México de los años cincuenta.[2] Las diversas leyendas y mitos que giran en torno a ella, a su matrimonio con Octavio Paz, sus acciones políticas y acusaciones sobre ser informante en el 68, han hecho que la obra de la autora no haya sido valorada de la manera en que merece hasta últimas fechas. El dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda define a la escritora y su quehacer escénico como “Única, inquietante, original, perturbadora, Elena Garro rompió con el teatro costumbrista y creó un teatro moderno que se adelantó a su tiempo. Innovadora, inauguró un estilo, el realismo mágico en el teatro, un tono y unas metáforas que ningún otro dramaturgo ha logrado”.[3]
El cielo fijo de los fusilados: Felipe Ángeles, héroe trágico
La pieza dramática Felipe Ángeles está dividida en tres actos y mantiene la unidad de tiempo, espacio y acción, planteada desde Aristóteles. El único escenario en donde se representa la pieza es el Teatro de los Héroes de Chihuahua, mostrando en cada acto un lugar diferente de este espacio: la entrada al teatro, el foro, el proscenio del escenario. La trama transcurre en 24 horas desde la espera de la llegada del prisionero hasta su ejecución. Por medio de elipsis espacio-temporales, Garro transita por este largo día hacia la muerte del general Ángeles presentando sólo los momentos de confrontación ideológica, de duda y transformación, momentos que configuran el carácter de los seres humanos presentados en esta pieza.
Estela Leñero consideró que para escribir esta obra, la dramaturga pensó en la tragedia clásica como modelo a seguir, y puso al general villista, desde el inicio, sin posibilidades de salvación. Existe en todo momento una débil esperanza de vencer al destino, ya sea por la llegada del amparo de la Suprema Corte de Justicia o por la determinación del coronel Bautista, quien le propone escapar para reunir las tropas de Villa e intentar vencer a Carranza. Pero la autora, manteniendo un sutil suspenso, ha decidido la resignación del héroe desde un principio y su fatal desenlace.
El general Felipe Ángeles es equiparable a los personajes condenados de la novela Los recuerdos del porvenir y del relato “Nuestras vidas son los ríos”. En los tres casos los protagonistas tienen anticipada su muerte y esperan, sin defenderse ni huir de su destino, el fin último del fusilamiento ante los respectivos militares que los enjuician, pero es sólo el personaje del drama quien se configura como héroe trágico, según Ute Seydel, porque es consciente de que sus propias acciones lo han llevado a la muerte: haber provocado desgracia y muerte entre la población y los soldados a su cargo.[4] Así, Felipe Ángeles, del mismo modo que el héroe trágico de Sófocles en Edipo Rey, se condena voluntariamente al exilio. Vuelve a México invadido por el sentimiento del desterrado, del que ha perdido su lugar en el mundo, tanto geográfico como social, político y hasta ontológico, dice María Zambrano en Los bienaventurados. El general regresa para afrontar el destino inevitable, para que, como en las tragedias griegas, el cosmos recupere su equilibrio.
Ángeles: Al encuentro de esta noche vine. Estaba lejos y una voz me llamaba: Felipe Ángeles, no pierdas tus pasos en estas calles extranjeras, gastadas por tus pies de tanto andarlas. Ven cerca de mí, habla con tus compatriotas, despiértalos del sueño de los homicidas. Y me vine a detener el crimen. Y aquí estoy esperando [sic]Bautista: Entonces renuncia, general. Me deja. Nos deja.
Ángeles: Renuncio a despojar a mis ojos del cielo fijo de los fusilados. Ese es mi cielo. Ese es el cielo de los mexicanos: inmóvil, aterrado a las seis de la mañana. Ese es el cielo que me aguarda. Quizás así logre detener el horror y después el cielo vuelva a girar dulcemente sobre la cabeza de mis hijos y el cucurucho rosa de mi tierra flote como una nube.[5]
De esta forma, el caudillo revolucionario representado en la pieza dramática se configura, gracias a la estructura clásica que construye Elena Garro, como un héroe que se sacrifica a favor de los ideales políticos y sociales de la Revolución. Estas reflexiones políticas marcan una constante dentro de la primera parte de la obra narrativa de Garro y también se reflejan en su obra periodística.
Juicio y muerte en el Teatro de los Héroes
Existe en la mayoría de las obras dramáticas de la autora una suerte de compensación o de reinvención de la realidad, con la cual no estaba de acuerdo. En Felipe Ángeles esto se refleja de manera directa haciendo uso de la metateatralidad como técnica compositiva y que, según Catherine Larson, mantiene a la obra en un constante juego entre la verdad y la ilusión. Empleado con anterioridad por Rodolfo Usigli en El gesticulador y desarrollado por grandes autores como Calderón, Shakespeare y Pirandello, lo metateatral se define, según Jesús Maestro, de una manera común como teatro dentro del teatro: “Este recurso estético está relacionado con una nueva concepción del ser humano y una nueva modalidad de interpretar la existencia”.[6] El juicio sumario hecho a Felipe Ángeles dentro del Teatro de los Héroes de Chihuahua, convierte al mundo y la vida, en este caso la Revolución, la lucha por el poder, el asesinato y la injusticia, sean percibidos por el propio Ángeles como un teatro en el que él mismo es actor y observador, bajo la contemplación sancionadora y suprema de una suerte de Dios o realidad trascendente, permitiéndole al texto cumplir con una efectiva desmitificación, denuncia social y política.
La vida como un teatro en donde a todos los seres humanos les toca jugar un papel determinado, escrito con anterioridad como en un guión, es una obsesiva concepción dramática y poética dentro de la obra literaria de Elena Garro. El gran montaje: el juicio que se desarrolla en un tribunal histórico y que a su vez es una puesta en escena representada en un teatro simbólico, en una suerte de carnaval y horror, es un momento dramático que se convierte en representación teatral de la realidad política del país. Diéguez le dice a Sandoval durante el primer acto: “Tú lo único que tienes que hacer es declarar que Ángeles y sus hombres hicieron fuego sobre ustedes”.[7]
Durante el juicio que se lleva a cabo en el segundo acto, se desarrolla un juego que contrapone las ideas del general villista con la concepción de “verdad” de quienes lo juzgan. En este juego de poder, el verdugo se magnifica haciendo más entrañable al objeto del sacrificio. El Agente del Ministerio Público es el personaje clave que enmarca el contrapunto tonal entre la farsa y la tragedia. A través de este recurso, según Marta Aida Umanzur, Elena Garro logra darle al teatro un carácter público comprometido con el acontecer político de la nación.
En una carta dirigida a Guillermo Schmidhuber de la Mora, Garro comenta:
Calderón, Lope y Sófocles, etc., hicieron Teatro político [...] su Teatro entraba dentro de la política de su tiempo [...] el Teatro político en el más alto sentido de la palabra, es decir, en el sentido religioso del hombre. Sin embargo, los clásicos carecían de “mensaje”, hablo del mensaje de Teatro de “nosotros”. El hombre [y la mujer] es singular. Y en su singularidad está su universalismo, y por ende, su tragedia. Si lo convertimos en masa, pierde su sentido de ser, se convierte en algo informe e inhumano, es decir, en el sueño soñado por los totalitarios.[8]
La palabra: el arma poderosa de un muerto
Elena Garro configura el universo de este drama documental bajo la premisa de las ideas y por tanto de la palabra. Antepone la razón, la inteligencia y la civilidad de una sociedad al furor de la guerra. A través de la palabra Felipe Ángeles puede encarar su inevitable destino: “Mi espada nunca estuvo al servicio de nadie, sino al de unos principios, que cada día se fueron haciendo más claros, hasta que al final, ya no necesité de la espada, porque ellos se volvieron un arma más poderosa. Entonces, cambié la espada por la palabra”.[9] En esta pieza se contraponen las ideas de justicia y verdad entre los contrarios: Carranza y Ángeles, entre el poder corrupto y el significado de la Revolución. Recordar las ideas no el hombre. Bajo esta premisa, el general Ángeles regresa a México para su fusilamiento y darle sentido a los ideales de la Revolución. Consciente de ser ya un muerto, utiliza ante el Consejo de Guerra y el pueblo su arma más poderosa: la palabra.
El lenguaje es generador de carácter y el discurso es la única herramienta con la que cuenta el protagonista. El hombre es lenguaje, afirma Garro. El texto dramático se sostiene sobre este argumento todo el tiempo. En palabras de Felipe Ángeles: “Ya sé que hablar aquí es el mayor de los delitos; aquí en donde el terror ha reducido al hombre a balbuceo. Pero yo, general, no renuncio a mi calidad de hombre. Y el hombre es lenguaje”.[10]
Los contrastes tonales entre el Agente del Ministerio Público, los militares testigos del juicio y el general Ángeles son piezas claves para entender el juego entre verdad y mentira que teje la dramaturga. El lenguaje es fundamental para este juego. Dentro del segundo acto, el juicio de Felipe Ángeles se ve matizado por el carácter fársico del Agente del Ministerio Público, que juega la suerte de un dictador que defiende una realidad falsa. Se construyen los universos de verosimilitud entre los enjuiciadores y el acusado, su oposición y finalmente lo absurdo o serio de sus discursos.
Por otra parte, del mismo modo que Usigli, Garro explora lo mexicano a través de un lenguaje local y preciso de acuerdo con la realidad social de cada uno de los personajes, su cargo militar y su forma de ver el mundo. Plagado de oralidad, el idiolecto de los protagonistas genera un ritmo y una armonía que potencia, no sólo la lectura sino las posibilidades de representación. Los puentes que la autora teje entre los dos géneros que más cultivó, la narrativa y el teatro, se reflejan claramente en la proporción del realismo y la ficción, en cómo éstos se desbordan uno sobre el otro, dificultando saber en dónde comienzan y en dónde terminan. A diferencia de otros trabajos de la autora, como La señora en su balcón y Andarse por las ramas, en donde el lirismo es el recurso más característico de la construcción dramática, en esta obra se presenta de forma mesurada. Garro lo utiliza en momentos precisos para apoderarse del discurso logrando potenciar la emotividad de los personajes, produciendo cambios tonales en las escenas y variabilidad del ritmo general de la pieza.
Yo me veo en usted y su muerte y su vida son las mías: Ángeles y el pueblo mexicano
En toda la obra de Elena Garro existe una búsqueda constante del espacio femenino dentro de la identidad nacional, dominada principalmente por un pensamiento masculino. Los personajes femeninos representan la realidad social de las mujeres de la época. Para los años cincuenta, el quehacer de las mujeres dentro del mundo literario apenas se desarrollaba. Ante esto Jean Franco dice: “La lucha también se entabla, aunque quizá de manera menos dramática, en la institución literaria, y sobre todo alrededor de la novela de Rosario Castellanos y Elena Garro, que trataron de incluir a las mujeres como protagonistas en esta alegoría, no pudieron dejar de encarar el hecho de que la identidad nacional era esencialmente masculina”.[11]
Dentro de toda la obra de la dramaturga las mujeres tienen un acceso al orden simbólico de lo masculino: la historia oficial escrita por los hombres. En sus primeras piezas dramáticas estos universos se confrontan de manera más violenta. En Felipe Ángeles, por ejemplo, la intervención de los protagonistas femeninos se opone al poder corrupto de la Revolución. En medio de las discusiones de los generales encargados de condenar a Ángeles aun sabiendo su inocencia, entran en escena los personajes de las señoras Revilla, Seijas y Galván, pertenecientes al comité Pro-Felipe Ángeles, para intentar restablecer el sentido y el significado de la Revolución.
Según los archivos nacionales, Dolores Romero de Revilla, instalada en la ciudad de Chihuahua, fue una de muchas mujeres que constituyeron los comités y grupos de movilización social más importantes en el norte del país a favor de Madero y de la Revolución. Amiga de la familia, Ángeles brinda asilo y protección al general durante su persecución. De las otras figuras femeninas que incluye la autora en su obra, poco o nada se sabe. Es posible que Garro les haya seguido la pista y sean, del mismo modo que Ángeles y Revilla, personajes históricos de la Revolución. Ficcionales o históricos, la también narradora les otorga en esta pieza un lugar predominante y hace trascender el universo femenino al plano universal de justicia y verdad, valores que dentro del drama deben pertenecer al pueblo mexicano y deben defenderse hasta el último momento.
En Felipe Ángeles, Garro representa al pueblo mexicano de manera simbólica: las mujeres como defensoras de la verdad y la justicia, y algunos hombres que representan estos valores (los abogados Gómez Luna y López Hermosa y el Coronel Bautista). Palabras de la señora Revilla a Ángeles ante su fusilamiento: “Yo [...] me veo en usted y su muerte y su vida son las mías”.[12] El fracaso del pueblo mexicano ante el poder corrupto de la Revolución. Queda una luz encendida para el pueblo en este drama de la escritora: al final del tercer acto, el amparo que evitaría la muerte de Ángeles por fin llega. Tarde para el hombre, pero quizás a tiempo para pensar sus actos, sus ideas y sus palabras.
Sobre la publicación de Felipe Ángeles, Elena Garro dijo en una entrevista: “No la querían publicar […] Entonces se quedó por ahí, y perdí varias hojas. Luego la remendé, la recompuse un poco y se la mandé a Ernesto Flores en Jalisco, y él la publicó; si no, se hubiera perdido, como he perdido muchas cosas”.[13]
Patricia Rosas Lopátegui, una de las principales biógrafas de la autora, se refiere a la obra como una de las más controvertidas de Garro, y a la cual algunos de los intelectuales de los cincuenta, como Fuentes, rechazaron. Se convirtió en la escritora antioficial, según Lopátegui, en una época en donde no había la más mínima libertad de expresión. Tal vez debido a esto resulta difícil encontrar críticas o reseñas de la época que hablen específicamente de esta pieza.[14]
Durante el homenaje por el 50 Aniversario de su dramaturgia, reseñado por Cecilia Rosen, es notable el llamado de los escritores y críticos participantes en el sentido de revalorar la obra de Elena Garro. René Avilés Fabila, Estela Leñero, Patricia Rosas Lopátegui y María Luisa Mendoza, participantes del acto, coincidieron en señalar la importancia histórica de Felipe Ángeles.[15]
Rascón Banda califica la obra como la más representativa del teatro del movimiento armado, mientras que Leñero rescató los elementos que retoma de la tragedia clásica y gracias a los cuales describe la otra cara de la “historia oficial que poco realce otorgó a la figura de Ángeles en la Revolución Mexicana”. Más allá del valor histórico, lo cierto es que esta pieza es clave en la configuración del universo dramático de Garro.
A últimas fechas, diferentes autores como Estela Leñero cuestionan el abandono tanto en investigación como en puesta en escena del trabajo dramático de Garro, comparando inevitablemente a Felipe Ángeles con piezas como El gesticulador de Rodolfo Usigli; que representan un eslabón importante en la dramaturgia mexicana.
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