Para el poeta todo es fauna: desde los muebles y la vida animal de la sintaxis hasta el ciervo que desaparece en sus propias huellas. Si el autor es una especie de jinete de lo que escribe, lo importante es lo que sucede debajo: el ritmo y la respiración de las palabras. En este sentido, Luis Jorge Boone rechaza la narración y el desplazamiento; busca adentrarse en la espesura de su expresión y así perpetuarse: “La cadencia que producen las ideas./Las ideas que producen la cadencia”. ¿Quién lleva las riendas? ¿El autor o la escritura? Los animales invisibles es una lúcida indagación en la vida interna del poema. El lector descubrirá en estas páginas una inteligencia verbal henchida de sutiles acercamientos y tanteos: sobre la naturaleza de las citas y la memoria, sobre la gravitación del blanco y lo no dicho, sobre los fantasmas de la escritura.