En la poesía de Luis Chaves son varios los
temas que se entrecruzan y suceden vertiginosamente, como las notas musicales
que componen la sinfonía más embravecida. Sus poemas recogen voces y personajes
múltiples, así como la dramática escisión de la tribu, de sus vínculos más
sólidos y familiares. Ya sea en la desazón que corroe al que apaga la luz en la
noche de la ciudad, o bien entre las sombras que dejan los reflectores de un
circo que se ha ido para siempre, el poeta asiste de mala gana a la ruina
general de la polis: "la poesía no es un oficio, es una desgracia". Y
es, también para Chaves, una extraña forma de vida que encarna lo mismo en las
sillas vacías de un bar, que en los murmullos pensantes de quien escucha a Nina
Simone para atenuar la soledad del mes de agosto. Una prueba de la vastedad
literaria y el ánimo irónico de Los animales que imaginamos es su presuroso ir
y venir entre la referencia libresca, culta, y el comentario desenfadadamente
vital: “el único Virgilio que conozco es mi tío. /tiene el hígado del tamaño de
una cuarta de vodka. / su vida es poesía de la buena”. El lector tiene en sus
manos el mejor blues hecho poética. Luis Chaves (San José, Costa Rica, 1969)
publicó el anónimo, su primer libro de poesía, en 1996. Es uno de los poetas incluidos en la
antología Martes de poesía en el Cuartel, 1998, actualmente escribe para
distintos periódicos y revistas costarricenses.