Tienes a Carmen, el romancesco relato de Pedro Castera, como la flor de la novela sentimental entre nosotros, y se considera que dicha obra haya sido inspirada en la María, de Jorge Isaacs, cuando no directamente influida por ella.
Asumió la novela en México, a lo largo del siglo XIX, las más variadas y diversas formas. Fue picaresca y moralizante con Fernández de Lizardi; de aventuras con Peyno; romántica con Fernando Orozco y Berra, Juan Diaz Covarrubias y Florencio M. del Castillo; campirana con Inclán; histórica y foIIetinesca con Riva Palacio; romancesca y de costumbres con Altamirano; costumbrista y Satírica con José T. de Cuéllar; política y de tendencia social con Rabasa. Y declinando aquella centuria el cuadro de la novelística se ensancha y asume mayor complejidad con López-Portillo y Rojas, que crea la novela propiamente rural; con Rafael Delgado, que da el tono a la de pintoresco regionalismo; con Federico Gamboa, que extrema y afina la minuciosidad del análisis e imprime a su obra acentuado alcance moral y social; con Victoriano Salado Alvarez, en fin, que desenvuelve en dilatado fresco un dramático período del vivir nacional.
Pero novela sentimental, al modo que esto de muy antiguo se entiende, o sea aquella en que la exaltación del sentimiento amoroso es el elemento predominante, no la tuvimos, ni ella surgiría sino por excepción y muy a la postre en el suceder de las antes apuntadas y tan diferentes manifestaciones literarias.