En La Rumba, Ángel de Campo, con la sencillez que lo caracteriza, logra establecer un verídico panorama de los arrabales urbanos de la ciudad de México, a un punto de comenzar el siglo XX. Naturalista sin naturalismo, realista sin excesos descriptivos, de tono reflexivo y hasta pesimista, esta novela cuenta una historia tan sencilla como dolorosa. La ambición de una joven hermosa y pobre, atraída por los encantos de la ciudad y la promesa de un horizonte más amable que el de la rudeza de su casa, es el resorte de toda la trama, sin exceptuar la participación del cínico vividor ni la potencia de un sistema de vida insensible y discriminador. Esta lucha contra el medio social, y la aspiración a otro mejor, auspicia un cambio en esta personalidad femenina que pone a la joven a la intemperie de los malentendidos y la injusticia. Todos, al fin, terminan por mostrarse con sus propias limitaciones: el párroco del arrabal, el tímido abarrotero, los eternos personajes de las murmuraciones, la moral de la época, los tribunales que condenan o absuelven con igual ceguera. Las propias metáforas del relato son sencillas y evidentes, pero lo que no importa es que Ángel de Campo estudia a su personaje, lo dota de un carácter y lo hace cumplir su destino. Un ambiente de pobreza espiritual o material, o de ambas clases, de contrastes y de un sentimentalismo creíble y compadecible, completa la atmósfera de la ciudad engañosamente fastuosa.
La Rumba, plazuela de un barrio periférico de la ciudad de México, es famosa por ser refugio de toda suerte de criminales y marginados. En este sórdido lugar vive Remedios Vena, apodada también La Rumba: una joven de fuerte temperamento, cuyo mayor deseo es salir de su barrio y encontrar una mejor vida. Sin embargo, como consecuencia de decisiones erróneas, un destino funesto la persigue.
Un clásico de la literatura realista mexicana, y una aguda crítica social que retrata los barrios más desfavorecidos del México urbano del siglo XIX.