Adolescencia y otras cuentas pendientes es un libro austero y compasivo, incluso en su páginas más epigramáticas. En sus poemas, apuntalados por la memoria y la experiencia, se presiente apenas un velo de melancolía (de una melancolía que, por añadidura, más parece irónica que patética). "Adolescencia", el poema que da título al volumen, se puede leer como un ejercicio de rememoración y como una reinterpretación del tempus fugit clásico. Al poemario en su conjunto, sin embargo, le da unidad, más que un tema, un tono general de humor sin estridencia. El poeta se confiesa incapaz para responder a las grandes cuestiones de la humanidad y se plantea otras que, de tan momentáneas y frágiles, ni siquiera dan la impresión de ser cuestiones: "qué da sosiego a los imanes, / por qué nos duele que se rompa un vaso, / cuándo la noche se hace madrugada, / qué hya tan incómodo en los tres / pies del gato". Y es que, ante la fuga del tiempo y el consiguiente declive de la juventud, todo exige nuestra comprensión, empezando por los objetos triviales y las rutinas más persistentes e inexpresivas de la jornada.