Jorge López Páez describe en esta novela los juegos de la vida infantil en una ciudad pequeña de la provincia; cazar caballitos del diablo, construir represas, etc. Juegos que, con las naturales variaciones de lugar, quedamos de alguna manera condenados a seguir repitiendo a lo largo de nuestra vida, perdidos ya el asombro inicial y el sentido de la aventura, de la competenciam cuando se pasa a formar parte del mundo extraño de los adultos y, dice el autor, parece que se está sentado frente a un mar.
"El niño de López Páez es un liberador: el padre del hombre. La prosa en esta nouvelle, casi silente, es cromática, dueña de una luminosidad que recuerda a Katherine Mansfield, y de una discreta presencia del mal que remite a Henri Bosco"
—Christopher Domínguez Michael
"Este autor logra colocarnos en el centro limpio de la infancia y hacer que la recuperemos fácilmente sin ningún esfuerzo. Junto a sus recuerdos de aquella época colocamos los nuestros y sentimos que concuerdan, que podemos ser uno más de los personajes de su barrio o de su calle".
—Josefina Vicens
"El mundo de la infancia había sido descrito entre nosotros con ramplonería o con extremada exquisitez. López Páez narra los años infantiles con veracidad, mezcla con eficiencia la acción con la introspección, no cae en el vicio de idealizar a Andrés, su infantil protagonista. A través de sus ojos, de su sensibilidad, vemos a las personas y a las cosas: las entendemos".
—Emmanuel Carballo
"Una de las narraciones más limpias y mejor logradas de los últimos años que nos despierta el recuerdo del mundo mágico y el estupor de las primeras revelaciones de la infancia".
—José Luis Martínez