Una de las aspiraciones más altas de todo poeta es diseñar, cauta y amorosamente, el universo donde sus manes, su mitología doméstica, sus elocuciones y su tono de voz dibujan la trama de su inconfundible concierto. No se trata de un poeta que se detiene en las minucias de la cotidianidad, en su raigambre doméstica, en la acreditación literaria de sus mitos. Se trata de un poeta que, afín a su condición de iluminado, sobrevive en la línea divisoria entre el mundo real y la conmoción de sus propias visiones. Desde Memorias del cuerpo, libro donde la vida doméstica se expandía hasta la emoción de una tesitura inconfundible, Moisés Vega ha ido trabajando una poesía donde la oralidad, el tono exaltativo, la exuberancia consciente y sonora de un barroquismo sin arte (en tanto el lenguaje se aventura en la polifonía del discurso). Visiones no es la excepción. Por el libro desfilan los personajes del poeta, investidos por la visión del místico que hurga sus entrañas y, desde ahí, transparenta los múltiples recursos de su escritura. Moisés no oculta su formación (David Huerta, Eduardo Lizalde, Francisco Hernández); al contrario, con ella elabora un juego de máscaras donde la emoción filial, el sustrato irónico y la voluntad crítica, han armado un libro imprescindible para entender la dimensión que puede alcanzar la más joven poesía en México.