La poesía es la conciencia espiritual de la humanidad. Sea o no el poeta un ser religioso, incluso si se limita a hablar de lo más oscuro y profundamente humano, su papel es el de intermediario entre lo terrenal y lo trascendente. La obra de Cecilia Pablos se instala sin ambages en ese umbral entre dos mundos, revelándonos lo que, por humanos, tenemos de divinidad en nuestro interior, nuestra precariedad y su conexión con las fuerzas del universo.
Solo se trata de este cielo enuncia ya en su título una visión integradora de lo físico y lo metafísico. Se trata de un cielo al que se aspira a trascender justamente por el motivo que le es más propio: la poesía; y es, además, el cielo humano que construimos y destruimos en el ejercicio de la libertad que estructura y define el drama y la aventura de la existencia humana. De algunas manifestaciones de cierta sensación de desamparo del hombre ante las consecuencias de sus actos se alimenta parte de este libre, así como de una irrenunciable concepción del amor como piedra de toque del espíritu humano en busca de trascendencia y del arte como una transgresión al férreo orden al que este se sujeta.