Como a través de un prisma, vemos un mundo
llagado por el mismo universo bíblico que le ha dado forma; todo lo que aparece
frente a los ojos es cenizas, pero también una forma de lo divino, un modo de
alcanzarlo: una revelación. La preocupación fundamental por la muerte y la
concepción de la propia existencia desde la mortalidad que se manifiestan en
Gabatha piden que al confrontarse hombre, tiempo y mundo, ocurra la necesaria
renovación de la promesa que los une; así nos toca ver al hombre hablando con
su dios y consigo, y al mundo y sus objetos desfilar en el recuerdo hasta
agotarse. Entonces, en el instante de mayor soledad, sobreviene la conciencia
de que en el fondo de la amargura se halla siempre el sitio de la esperanza, y
de que el dolor transporta al poeta hasta el terreno de la visión.