Con ritmo trepidante y con un lenguaje festivo, la novela se torna en oráculo que devela de manera íntima la cultura del mundo del narcotráfico: su lenguaje, sus dificultades cotidianas, las complicidades dentro y allende la frontera, y sobretodo el portentoso poder que adquiere quien es engullido en sus fauces. Los recursos narrativos de los que goza la novela se presentan como un surtidor: una mordaz y contante ironía aparece como elemento indispensable en un mundo que trastoca los parámetros de la conducta humana y una trama impredecible. López Cuadras desarrolla una literatura que abreva de las costumbres de las extensas sierras del norte del país, ahondando en el temperamento y la idiosincrasia del hombre serrano, reflejando con claridad los atrasos sociales que originan el problema.