2010 / 28 feb 2019 13:30
Dice Beristáin que Ortíz de Torres fue natural de Nueva España;[1] vistió el hábito de San Francisco.[2] Publicó en 1645 un Elogio en verso castellano a la dedicación del templo de San Juan de Dios.[3] En sus Adiciones a la Biblioteca de Beristáin, García Icazbalceta menciona, además: “Alabanza poética e instrucción oratoria que representó una dama en la fiesta del Santísimo Sacramento, que celebró la muy noble y muy leal ciudad de México este año de 1645. De la felicísima memoria de las insignes Isabeles de España” (México, 1645), en la cual se incluye un soneto funeral a doña Isabel de Borbón, esposa de Felipe iv. Este hermoso soneto, hasta ahora incomprendido, es un ejemplo de los prejuicios con que suele leerse la poesía novohispana:
A voz en cuello, estos vates entonan loores de varones ilustres, Martes Católicos, Ulises Verdaderos, Nuevos Perseos, Isabeles de España, bautizan, casan, consagran y entierran príncipes o predicadores reales; riegan flores artificiales en las tumbas; contemplan a la virreina en el balcón; cortan libreas, ensillan cabalgaduras; se extasían ante el Monarca que cede su carroza al Santo Sacramento; emprenden viajes fluviales desde el Ebro hasta Chapultepec, Hacen que Marco Antonio se trague las perlas de Cleopatra. Se exprimen la sesera para convertir a los santos en héroes mitológicos y viceversa; se empeñan en subir hasta las cosas divinas con acento culterano y sensual, o por los peldaños de los centones y las rimas forzadas; piden a Encina sus “galas de trovar”, y sus fórmulas a Rengifo, para tejer versos en ecos, y maromean laberintos en décimas que se vuelven sendos romances diferentes leídos de derecha a izquierda o de abajo a arriba.[4]
Con toda su gongorina erudición, Reyes no fue capaz de apreciar el valor de la imitatio y de la noticia erudita en la inventio. Se le escapó, pues, la belleza de este soneto funerario. Marco Antonio no se tragó las perlas de Cleopatra como se dice en la cita, haciendo ver el asunto ridículo.