Ahora es la tierra caliente michoacana, el escenario dónde Mauricio Magdaleno hace vivir a sus personajes con la maestría y vigor que le conocemos desde que inició con Campo Celis (1935) su brillante carrera de novelista. Y su tema es el conflicto sicológico producido por el mestizaje. Pero no el de español e india, más estable, y núcleo ahora de nuestra nacionalidad, sino uno de esos mestizajes fortuitos que, por menos comunes, pueden dar lugar a complejos explosivos: el de italiano e india. Cabello de Elote, el apodo, para ella: ominoso, de la protagonista, da también título a la novela. Fue el dulce nombre que en su ternura rural le dio su madre india, cuando tuvo en sus brazos por vez primera a la criaturita blanca y de cabellos rubios, que le deparó el encuentro inesperado con don Felipe Galeri, el colono italiano. Cuando la chica crece -con una reconcentrada vergüenza de su origen, no por lo ilegítimo sino por lo indio- el que le digan "Cabello de Elote", en vez de Florentina, su nombre de pila, es para ella una vejación.