Por vivir en quinto patio nos presenta la vida de un héroe cuyas epopeyas son, por un lado, resultado de la emulación, el ejemplo, la interiorización profunda de su mundo familiar y amistoso y de los grandes elementos con que lo dota el sistema: el Cine Nacional, la canción poética y dulce, el arte de la chicuelina de terciopelo y, por otro lado, resultado de una vida trágica de divorcio, abstinencia, búsqueda y encuentro con los mejores modelos: Manolo Martínez, Emilio Tuero, Alma Curiel, Dolores del Río, Antonio Badú y hasta Julio Jaramillo ayudan a Enrique Guerra a realizar con éxito sus empresas, a las que sólo falta plasmar en celuloide. La novela nos lleva de duda en duda: ¿podrá superar el trauma del divorcio? ¿seguirán acosando los fantasmas después de la feroz aventura erótica de Hermosillo? ¿habrá forma de quitarse la jetatura que dictó la ouija? ¿repondrá sus energías vitales nuestro hombre en Acapulco? ¿será una víctima más del destino? No anticipemos: el lector acompañará en sus angustias y sus tareas hercúleas a nuestro héroe, lo conocerá bien, a él, al mundo, y se sentirá, sin remedio, identificado: en la tragedia, en la alegría, la figura de Enrique Guerra es, desde ya, la de un inmortal clasemediero.
A Enrique Guerra se le aparece el espíritu de Emilio Tuero para confirmarle que la vida no espera y no da segundas oportunidades, y que nada nos impide lanzarnos a inconcebibles aventuras... como de película. Tan claro es el mensaje, que empiezan a resultarle insoportables su redituable empleo, la dulce monotonía cotidiana, la soledad conyugal, y arroja todo por la borda, se entrega a su pasión por el cine, y se enamora como adolescente.
Esta novela narra una educación sentimental cuyos modelos son héroes de celuloide: inolvidables actores y actrices de la época dorada del cine mexicano. Y, como en una de esas películas, aquí encuentran cabida el drama, la épica personal y, en abundante proporción, la risa.
Todos los espectadores son bienvenidos a esta función, donde un túnel del tiempo los llevará a la zona media del siglo XX, cuando la inocencia era una virtud y todos los sueños eran posibles.