Sergio Fernández nació en México, D. F., en 1926. Ha sido huésped de varias universidades extranjeras, entre otras Columbia University, Colonia y Bloomington (Indiana). Desde el año 1955 es profesor de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. La mayor parte de su producción literaria se centra en el ensayo. Ha publicado Ideas sociales y políticas en el “Infierno” de Dante y “Los Sueños” de Quevedo (1950); Cinco escritores hispanoamericanos (1958); Ensayos sobre literatura española de los siglos xvi y xvii (1961); Las grandes figuras españolas del Renacimiento y el Barroco (1966) y Retratos del fuego y la ceniza (1968), además de su producción narrativa que consta de dos novelas que lo sitúan como el prosista más original de la literatura mexicana de hoy, Los signos perdidos (1958) y En tela de juicio (1964).
En Los peces asistimos al deslumbramiento de una mujer que persigue, exacerbada y obsesiva, la lujuria del mundo. Pero es preciso para compenetrar en las implicaciones de su actitud, en sus secretos, seguir si no los argumentos –calurosas tardes entre esculturas desnudas e incoloras, la nave de una iglesia italiana, caminatas entre foros imperiales, “abulia de los mitos”-, sí, al menos, su movimiento, la delicada orfebrería de una prosa que aprehende “las características de la pasión salvaje” en favor de la encendida lubricidad y contra la enemistad de los lugares, las cosas y las costumbres de un país que acecha y está por devorar a los amantes.
Sergio Fernández (1926), escritor, ensayista y un caso especial de entrega al mundo de las letras, publicó Los peces en 1968, dieciocho años después de la aparición de su primera novela: Los signos perdidos. Dueño de una cultura amplísima y dominador a fondo de sus materiales, gusta de trabajar sus libros de modo que crea páginas muy complejas, plenas de significados, en las que el tiempo va retratándose o bien se detiene del todo. Más que contar una anécdota, le interesa crear una forma de escribir que sitúa en primer plano la belleza formal.
"La anécdota que se narra páginas adentro —acota— es la siguiente: una tarde de verano, en Roma, una muchacha extranjera se encuentra en la nave de Santa María la Antigua con un sacerdote católico de vacaciones. El asedio por parte de él empieza aun antes de que ninguno de los dos llegue a advertirlo. Pronto se convierte en una especie de obsesión que no se interrumpe cuando la pareja sale de la iglesia y empieza a caminar entre los Foros Imperiales. El calor es absoluto y ella se asombra de que la aventura que tanto tiempo ambicionó cobre, al fin, formas sobre la realidad."
Mas la muchacha se mantiene "perpleja ante sí misma". Habla de su viaje y amoríos, lo que "le sirve de pretexto para situarse y saber lo que en verdad desea". Al final de la larga y lujuriosa tarde se citan para el día siguiente con el convencimiento de que uno de ellos no acudirá. "Pero —termina Fernández— añado que la historia que se narra páginas adentro no es, no, la que acabo de sintetizar."
Los peces es una novela en clave, se debe poner atención a cada imagen, cada nombre, cada metáfora para entender que Sergio Fernández quiere que el lector sienta la novela, no que trate de entenderla, sí es la historia de una muchacha extranjera que se encuentra con un sacerdote católico, pero es también una novela que nos describe lo que se siente en ese encuentro, que nos recuerda todos los encuentros y nos habla con la voz femenina que todo lo recuerda.