Escritor abocado a buscar destinos, Irving Ramírez utiliza al aforismo como método liminal. En su práctica de este género híbrido cohabitan poesía, ensayo, novela y hasta guion. Para él, el aforismo es una suerte de centauro literario.
Así, la zona que colinda Todos los recuerdos son lobos es rica en matices; sucinta, elegante y madura. Creación y pensamiento se perciben borbotantes en una frontera muy delgada.
Es innegable su misantropía y talante cioranesco. Siempre sonríe de forma caústica e insiste en dispostivos heterodoxos. Incluso, los licántropos permanecen: Plauto, Hobbes, Kraus y también Boris Vian, porque los horrores son reacios y en el fondo este mundo se despierta con el lobo siendo hombre.
Pero Todos los recuerdos son lobos apuesta por un efecto inverso. La sentencia final invita a una luz suficiente para albergar ilusión. La experiencia obliga a Irving Ramírez a ir a contracorriente de sí mismo: vislumbrar la esperanza en esta cortedad, es el gran desafío que se impone.
Raciel D. Martínez Gómez