Publicado en 1905 por Juan Ramón Jiménez, Cantos de vida y esperanza supone la culminación de la apuesta modernista de Rubén Darío, que comenzara con Azul… en 1888, hallara su plenitud con Prosas profanas y otros poemas en 1896 y llegara a su maduración con estos Cantos. Aquí encontrará el lector poemas clásicos, como la “Salutación del optimista”, la obra “A Roosevelt” y “Lo fatal”, todos con la entonación peculiar del modernismo afrancesado que tanto promoviera el nicaragüense, pero con ciertas novedades: un registro más intimista y reflexivo y una temática cívica hasta entonces poco explorada por él. Ya desde el primer poema, Darío presenta sus cartas:
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte u con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.
Maestro de la variación métrica, Darío hace aquí uso de toda una gama de recursos formales con versos octosílabos y endecasílabos, pero también con eneasílabos, dodecasílabos y alejandrinos (¡y hasta un soneto de trece versos!), en una virtuosa adaptación de los ritmos clásicos a la lírica en castellano. Y sus símbolos prevalecen, en particular el del cisne, que ocupa un lugar central y en cuya blancura cifra el poeta una pureza amenazada por “brumas septentrionales” y por los “bárbaros fieros” que hablan inglés. El periplo genial del gran reformador de nuestra lírica se cierra con Cantos de vida y esperanza, una de las más formidables aventuras poéticas de nuestro tiempo.