Después de El libro de las horas, las trese series de Nuevos poemas y los Apuntes de Malte Laurids Brigge, Rilke alcanzaría su madurez creativa y, mediante una reflexión cada vez más profunda, surgiría en él una suerte de “santificación” de la actividad creadora que prácticamente desembocaba en los límites de lo inhumano. Este desnudamiento del individuo y de su arte, junto con su primera experiencia en el castillo Duino, son los antecedentes de La vida de María, una serie de poemas escritos en 1912, muy cerca de la primeras Elegias, y publicados en 1913 gracias a que un amigo del poeta, el pintor Heinrich Völgeler, le insistiera en publicarlos. Rilke, que se rehusó de inmediato, hizo girar “el pequeño molino del Marien-Leben”, como más tarde escribió, resultando de ello quince poemas. La vida de María se sitúa, pues, en un punto neurálgico de la producción del autor. Sirviéndose del libro para uso de pintores del Monte Athos (con sus cuadros de muestra), el poeta llevó a cabo una de sus sublimes parodias mediante esta figura de la historia sagrada. Más que obra de devoción. La vida de María es obra de arte, ejercicio de una fe subvertida. María es carne y sangre, pero también misterio y renovación de la palabra; más que la cercanía con lo indecible, el dolor de lo que no comprendemos. Publicamos en esta edición la traducción realizada por Pablo Soler Frost.