Paladín del progreso y reformador innato, José Joaquín Fernández de Lizardi comenzó su carrera literaria en 1808 escribiendo versos festivos y burlescos en que ridiculizaba los abusos y malas costumbres de ciertos tipos, depravados o extravagantes, que pululaban entonces en la capital de la Nueva España. Versos de ese género estaban a la sazón muy en boga, y los de Lizardi no se distinguen de otros que abundan en el Diario de México (1805-1817) sino en el procedimiento de publicación, esto es, en folletos. que se vendían directamente al público.
En las composiciones de este período no se entromete Lizardi en cuestiones políticas, y uno de sus poemas, Muralla de México en la protección de María Santísima Nuestra Señora (1811), indica que no era nada adicto a los revolucionarios de 1810. Tenía, no obstante, una viva pasión por la política, y en octubre de 1812 ya vigente la Constitución de Cádiz, que echó por tierra todo el sistema colonial fundó su propio periódico, El Pensador Mexicano que era también su seudónimo con el fin de hacer propaganda en favor de la Constitución, de la cual era un apasionado devoto. Publicó, además, en los ocho primeros números del Pensador una serie de artículos sobre las injusticias que por tanto tiempo habían sufrido los colonos americanos bajo el régimen español. El gobierno virreinal, que había visto con malos ojos las libertades concedidas por la nueva