Me decían mexicano frijolero es el testimonio de Roberto Rangel, originario de Michoacán, quien enfrenta una condena de 57 años en la prisión de máxima seguridad de Soledad, California, por homicidio en primer grado: un crimen que no cometió y que lo ha mantenido doce años en la cárcel. Rangel había caído en una red de tráfico de ilegales orquestada por la Unidad Antinarcóticos del Departamento de Policía de Fresno, en colusión con agentes de la DEA y la oficina de Inmigración en los Estados Unidos. A través de ésta, los indocumentados son obligados a trabajar como informantes de la policía y a vender la droga que decomisa la propia Unidad Antinarcóticos. Rangel hizo ese trabajo contra su voluntad; las veces que puso resistencia fue amenazado, torturado y violado. En 2001 resultó inculpado tras un tiroteo en el que se asesinó a un hombre. Rangel no pudo defenderse ante la corte: era indocumentado, pobre, analfabeta y no hablaba inglés.