Como en las tragedias griegas, en Días de septiembre pareciera que dioses caprichosos imponen a los hombres un destino. Sin embargo, en un mundo en el que los dioses son los ideales, vicios, lealtades y felonías de quienes imparten la educación en México, el destino se convierte en una montaña rusa en la que los personajes se adentran —para bien o para mal— en lo más profundo de su condición de simples mortales.
Con una prosa concisa, puntual, sin efectismos, Raúl Manríquez, uno de los autores más importantes del norte del país, escribe una historia que se abre a muchas otras —la mafia sindical, las relaciones profesor-alumna, el amor y el desamor, la intriga y la muerte— sobre el significado, riesgos y satisfacciones de ser maestro, y cómo, situaciones particulares, gracias al milagro de la literatura, alcanzan una dimensión universal.