“La oferta era tentadora: muchos dólares por hacer nada, por callar a veces, por escribir en algunas ocasiones mal del bando enemigo y por echarles la mano a los Jefes que, me decían, se paseaban por Juárez, El Paso, Sinaloa o México, haciendo negocios millonarios; pero no por nada ofrecían esa cantidad de dinero, pues había que darles algún pitazo o pagarle discretamente a quienes pudieran ayudarlos”, con estas palabras, David Piñón Balderrama, Jefe de Información de uno de los periódicos más importantes del norte del país, inicia el testimonio de un periodista que, conforme avanza la guerra antinarco, se adentra en una desventura en la que pocos quisieran verse, ser escogido como el contacto, el intermediario —con la sociedad, con las autoridades, con las bandas rivales— de uno de los grupos criminales en pugna.