La obra narrativa de Augusto Orea Marín lo ha hecho merecedor de un destacado lugar en las letras jaliscienses. Desde la publicación de su primera obra, El comisario (1967), destacó por la fuerza de su lenguaje. Más adelante, los años noventa vieron su plena madurez como novelista en Los días de Tláloc (1991) y El torneo de los amos (2002), entre otras, donde continuó su viaje por las zonas rurales, y a la minuciosa descripción naturalista y la honda exploración psicológica de sus personajes, añadió la riqueza expresiva del lenguaje campesino y un nuevo elemento: el mundo indígena, con su mezcla de hechicería, esoterismo, magia y simbolismo.
Más adelante cambió el tono y publicó una novela ambientada en la ciudad de México de los años cincuenta, Los signos (2004), donde aborda el tema del narcotráfico y las sectas ocultistas. En esta ocasión, la veta narradora y la rica imaginación de don Augusto, presentan La muerte del judío, novela en la que retoma la temática rural, escrita con estilo narrativo naturalista y descriptivo apoyado en la técnica del diálogo, y en la que destacan dos personajes por sus ricos matices psicológicos: El judío (que en realidad es un turco acusado de asesinato, que termina sus días en tierras mexicanas, después de una agitada vida en Estambul) y un gigante bonachón medio retrasado mental apodado Mínimo Llovizna, cuyas vidas se entrecruzan y marcan las del resto de los personajes.