Estamos frente a una minuciosa selección de poemas de Artemio González García (Arandas, 1933) que revelan una nueva cara de su poliédrica y vasta escritura poética. La cuidadosa compilación de Luis Armenta Malpica es una suerte de descubrimiento y recolección de un collar enterrado en una tumba de tiro, que con ojo experto junta una a una las cuentas, las limpia del cascajo del tiempo y las deja como tales: joyas lucientes en una nueva guía, listas para ser vistas y apreciadas.
Tal es el caso, los poemas de González García se acomodan como las cuentas de ese collar imaginario según sus afinidades y su claridad. Atrás quedó la percepción de un poeta caprichosamente difícil y de metáforas duras. En Cerrojos (del amor y del misterio) está abierta la puerta al conocimiento diáfano que la madurez y el oficio han elevado a nivel, con la tensión y la particular retórica que lo definía, pero además con la limpidez y blancura en sus revelaciones escriturales recientes. Utilicemos sus propios versos, los de un poema a la memoria de su mentor Arturo Rivas Sainz, para definir la atmósfera de este libro: «Ya hallaste la raíz de la palabra / que es todas las palabras / en la eterna aridez que emblanqueció tu voz».
Con la lectura de Cerrojos apreciaremos mejor la olvidada obra de Artemio González García, poeta reflexivo donde los haya, y aquilataremos mejor su aportación a la literatura de nuestra lengua.