2015 / 10 jul 2018
Noticias del Imperio, publicada en 1987 por la editorial Diana en su colección “Diana Literaria”, es la tercera novela de Fernando del Paso Morante (ciudad de México, 1935) después de José Trigo (1966) y Palinuro de México (1977). Su tema es concreto, al menos en apariencia: la vida efímera del Segundo Imperio Mexicano, régimen impuesto por las armas francesas de Napoleón iii, y la suerte de sus emperadores: Maximiliano de Habsburgo, fusilado en 1867 en Querétaro, y su esposa Carlota de Bélgica, quien le sobrevivió durante 60 años, loca y recluida en diversos castillos europeos, antes de morir en Bélgica en 1927. Se trata de lo que comúnmente se denomina una novela histórica.
Ahora bien, en manos de del Paso, autor que llevó hasta sus últimas consecuencias la sentencia de Cyril Connolly según la cual la función genuina del escritor es producir una obra maestra, la “novela histórica” toma los hábitos de un monumento literario que se plantea como objetivo agotar la casi totalidad de los sentidos del evento histórico tematizado. Así, el discurso de Noticias del Imperio, que en su primera edición se extendió a lo largo de 668 páginas densísimas, se organiza en dos series alternativas de capítulos. Por un lado tenemos los doce capítulos nones, encabezados todos por el mismo cronotopo, “Castillo de Bouchout, 1927”, que declinan en múltiples variaciones retóricas el largo monólogo de la anciana emperatriz, recluida en el castillo de marras, moribunda y loca, conjugando en todos los tiempos posibles del verbo la historia “el Imperio que fue, el Imperio que será, el Imperio que pudo haber sido, el Imperio que es”.[1]
Estos capítulos enmarcan a su vez los once capítulos pares que presentan cronológicamente la concatenación de eventos históricos del Segundo Imperio (de manera aproximada, el periodo comprendido entre 1861 y 1867, con una coda que abarca el periodo 1872-1927) mediante el contrapunto de una serie heterogénea de narradores y narratarios, puntos de vista y formas discursivas. Cada capítulo se concentra en un periodo de uno o dos años distintos y se divide a su vez en tres apartados; los títulos de capítulos y secciones, en su mayoría, no son cronotopos precisos sino frases matizadas de ironía que glosan el periodo o evento histórico que cada uno reformula. Así, entre los títulos de capítulos encontramos, por ejemplo, “ii. Entre Napoleones te veas” (evocación del proverbio entre abogados te veas a partir de una frase atribuible al Juárez histórico, quien habría dicho “entre Napoleones me veo, […] pero todos pequeños”,[2] refiriéndose a Santa Anna, el “Napoleón del Oeste”, y Napoleón iii, “el Pequeño”), “vi. Nos salió bonito el archiduque” y “xii. Lo llamaremos el austriaco” (sendas menciones a Maximiliano por parte del Juárez ficcional en las conversaciones con su secretario) o “xvi. «Adiós mamá Carlota»” (cita de la célebre canción satírica de Riva Palacio); mientras tanto, entre los títulos de los apartados encontramos casos como el de ii/1,[3] “Juárez y «Mostachú»” (retrato paralelo de la trayectoria de Juárez y Napoleón iii, cuyo título no pretende esconder la antipatía que el autor implícito de la novela siente por el autor de la intervención francesa), iv/1, “Partant pour le Mexique” (evocación paródica de “Partant pour la Syrie”, la canción escrita por la madre de Luis Napoleón que sustituyó a La Marsellesa como himno francés), viii/1, “Citadella acepta el trono de Tours” (parodia de los enrevesados códigos con los que el monarquista ultramontano Gutiérrez Estrada escribía sus cartas a Maximiliano, donde Citadella designa al futuro emperador y Tours a México) o xviii/2, “Cimex domesticus queretari” (clasificación científica que Maximiliano otorga a las chinches que se regodean picándolo en su celda, horas antes de su ejecución). En general, puede decirse que los títulos de los capítulos pares y sus secciones procuran establecer una intención hermenéutica cargada de cierta ironía respecto a los eventos tematizados, quizá intentando alejar el tono narrativo del dejo serio, triste y hasta trágico con que este episodio histórico suele relatarse.
Este ambicioso fresco histórico quiere abarcarlo todo: desde las conversaciones entre Juárez y su secretario hasta un sentido testimonio del humilde jardinero del Emperador, pasando por el intercambio epistolar entre dos hermanos franceses (uno que forma parte del cuerpo expedicionario y otro, férreo opositor de la intervención, que permanece en París), diálogos en los que asistimos lo mismo a una partida de lotería entre Napoleón iii y su familia que a una completa revisión médica de Maximiliano o una relación casi cronística del sitio de Puebla. Mención aparte merecen los fragmentos diversos en los que el discurso asume los rasgos de un texto historiográfico (presentando y analizando ciertos eventos y fuentes con un aire de objetividad no desprovisto de un distanciamiento irónico), cuando no termina por asumir una intención metaficcional que lleva a su narrador a revelar, de modo más o menos explícito, la estrategia autoral específica con la que el discurso se ha organizado (lo que indicaría que este narrador-compilador ocupa un sitio dominante en la jerarquía estructural de la novela). Se trata, en suma, de un exuberante retablo barroco, en el sentido plenamente artístico del término, cuya intención es hacer coexistir la pequeña y la gran historia, lo popular y lo culto, lo grave y lo humorístico, la prosa y el verso, lo lírico y lo escatológico, la ficción y el ensayo. Diez años trabajó Fernando del Paso en Noticias del Imperio y, según Óscar Mata, por lo menos dedicó dos de ellos a una investigación prolija y erudita cuyos resultados son evidentes en una novela que, como lo menciona Elizabeth Corral Peña, llega a citar alrededor de un centenar de títulos y que se granjeó la estima de no pocos historiadores gracias a su ingente acopio de documentación.
Del Paso, cuyas dos novelas anteriores habían conocido una recepción controvertida y polémica, mucho más dulce en el extranjero que en México,[4] alcanzó con Noticias del Imperio un éxito casi instantáneo tanto entre el público como entre la crítica, la cual, en nuestro país y salvo algunas excepciones, le otorgó un reconocimiento favorable, cuando no de franca exaltación. Revisaremos más adelante la naturaleza y argumentos de esta recepción, baste por ahora mencionar que Noticias del Imperio le valió a su autor el Premio Mazatlán de Literatura de 1987. Por lo demás, en cuanto a su acogida por parte del público, puede mencionarse que las dos primeras ediciones de Editorial Diana (la segunda de las cuales incorporaba, como si de un libro histórico se tratase, una serie de ilustraciones alusivas a la época ficcionalizada) conocieron en total veintidós reimpresiones, tan sólo entre 1987 y 1997. Una historia editorial más detallada de Noticias del Imperio quizás brinde una idea general de la resonancia de la novela en nuestra tradición: además de las ediciones de Editorial Diana, pueden consultarse también las ediciones españolas del grupo Mondadori (en el sello Mondadori en 1987, simultáneamente a su publicación en México, y en 1994 en la colección “Ave Fénix” de Plaza & Janés), la de Emecé (1989) en Buenos Aires, en la colección “Grandes Novelistas” (y que llevaba en portada el poco sutil subtítulo de “La trágica historia de Maximiliano y Carlota”); la de El Colegio Nacional, en coedición con el Fondo de Cultura Económica (2000), que formaba parte del tomo ii de las Obras (que Noticias del Imperio compartía con Linda 67. Historia de un crimen), y que se tiró a 2000 ejemplares; o aquellas de 2003 (en la colección “Grandes Novelas de la Historia Mexicana”, coeditada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Planeta DeAgostini) y 2006 (en el sello Punto de Lectura, entonces todavía propiedad del grupo Santillana) que, ciertamente, contribuyeron a su difusión masiva a principios del siglo xxi. Finalizados los contratos del escritor con Mondadori y Santillana, Noticias del Imperio (como el resto de la obra de del Paso) entró de manera definitiva en la colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica en 2012, con una edición de 5000 ejemplares y cuatro portadas diferentes. Cabe mencionar que estas últimas deconstruían de modos diversos el célebre retrato de Carlota pintado por Alberto Graefle, que ya aparecía en la portada de las primeras ediciones de Diana, y, al escindirlo, quebrarlo o parodiarlo, lo integraron con singular tino en la intención significante de la novela. Prologada por Hugo Gutiérrez Vega y Élmer Mendoza, esta edición de Noticias del Imperio conoció, en apenas tres años, igual número de reimpresiones.
Sin lugar a dudas, el éxito de la novela (además de la ya mencionada huella de los Emperadores en el inconsciente colectivo nacional) permitió que las adaptaciones teatrales de Noticias del Imperio encontraran un público sensible y bien dispuesto. Entre estas reelaboraciones podemos citar el espectáculo musical Réquiem por un Imperio (adaptado por Roberto d’Amico, con Susana Alexander en el papel de Carlota, que se presentó durante cuatro años consecutivos, a partir de 1988, en el Alcázar del Castillo de Chapultepec) y el monólogo dramático La loca de Bouchout, de la actriz venezolana Teresa Selma, que ponía en escena algunos de los monólogos de Carlota.
En el momento de su lanzamiento, Noticias del Imperio fue objeto de una recepción tibia entre la crítica europea que consideró a la novela, según el propio del Paso afirmó a Óscar Mata, como “un libro ‘sin pies ni cabeza’”.[5] Quizá ello se deba, en parte, a que algunos críticos digirieron mal el anticolonialismo que, según veremos más adelante, constituye uno de los ejes principales del conjunto del libro. En todo caso, esta impresión (que tampoco fue unánime y que ha evolucionado con el paso de los años, como lo demuestra el reciente y generoso juicio de Claudio Magris[6]) no ha impedido que Noticias del Imperio sea traducida, entre otros idiomas, al francés (Des nouvelles de l’Empire, traducción de Claude Fell publicada por la editorial Fayard en 1990), al italiano (Notizie dall’Impero, traducida por Giuliana Dal Piaz y publicada por Profeta Imprint Edizioni en 2007) o al inglés (News from the Empire, traducida por Alfonso González y Stella T. Clark y publicada por Dalkey Archive Press en 2009). El Diccionario de escritores mexicanos del siglo xx de Aurora M. Ocampo consigna igualmente la existencia de traducciones al alemán, portugués, holandés y chino.
Ubicación de la obra en el corpus del escritor
En sus dos novelas anteriores, Fernando del Paso ya había tocado, más o menos tangencialmente, ciertos temas históricos: en José Trigo se hablaba de la caída del mundo azteca, de la Guerra cristera y de la huelga de los ferrocarrileros de 1958; Palinuro de México mencionaba ya el tema de Maximiliano y Carlota y culminaba con una visión "dramática" de la masacre estudiantil de 1968. En Noticias del Imperio, este interés por la historia se instauró por fin como un valor dominante del discurso: la intención de la obra es la reformulación estética de una serie de eventos narrados con anterioridad en múltiples discursos de intención historiográfica. En cierto sentido, es posible ver Noticias del Imperio como un punto de inflexión en la producción de del Paso: es, a la vez, su tercera y última tentativa por alcanzar la llamada "novela-total" (la última de sus "óperas", por retomar una expresión del propio del Paso durante la presentación de Obras[7]) y el primero de los tres libros que expresan de modo amplio su fascinación por la historia, ya que puede decirse que la reflexión acerca de la historia de Noticias del Imperio, expresada a menudo bajo una forma cercana a la de la historiografía, antecede a la de los dos volúmenes de ensayos Bajo la sombra de la Historia, publicados recientemente en la colección Historia del Fondo de Cultura Económica.
Ubicación de la obra en la literatura mexicana
Noticias del Imperio toma como materia de su discurso un evento histórico particularmente bien marcado en la memoria colectiva mexicana: la Intervención francesa fue la ocupación más extensa que sufrió nuestro país por parte de un ejército extranjero y su fracaso, así como la derrota del Imperio de Maximiliano, significaron la victoria definitiva del Partido Liberal que zanjó de este modo su larga disputa ideológica y militar frente al Partido Conservador. Paradójicamente, a pesar de esto y a pesar del halo melodramático que rodea a la desdichada pareja imperial, el tema había sido poco tratado en nuestra literatura. La propia novela, como parte de su reflexión metadiscursiva, lleva a cabo un breve estado de la cuestión a este respecto, citando en primer lugar Corona de sombra de Rodolfo Usigli, el primero de los dramas "antihistóricos" que el dramaturgo continuaría con Corona de fuego y Corona de luz.
Usigli escribe Corona de sombra en 1943. Antes que eso, no existen sino media docena de poemas sobre Maximiliano y Carlota, de unos cuantos europeos […] y de otros tantos mexicanos. Entre las obras de teatro había una, magnífica, del austriaco Franz Werfel: Juárez y Maximiliano […]. Las demás eran obritas de muy modestas pretensiones. Novelas, apenas un puñado, y casi todas ellas pésimas y de una cursilería que no llega a lo sublime. Entre ellas, El Cerro de las Campanas del mexicano Juan A. Mateos […]. También las novelas de otro mexicano, Victoriano Salado Álvarez. Nada más, o muy poco. Y después, Corona de sombra, que escribió Usigli porque en su opinión "la sangre de Maximiliano y la locura de Carlota merecen algo más de México", nos dice en el prólogo.[8]
La sombra de la Intervención francesa planeaba sobre el mundo alucinante de Aura (1962) de Carlos Fuentes, quien en "Tlactocatzine, del jardín de Flandes" ya había hecho de Carlota, "Kaiserin von Mexiko", uno de los vínculos con los que su libro Los días enmascarados (1954) anclaba el fantástico literario en la historia y la realidad mexicanas, sin pretender tampoco una reelaboración ficcional de la emperatriz ni de su contexto histórico.
Coordenadas estético-literarias y presupuestos filosóficos en los que surge la obra
Noticias del Imperio parte, pues, del afán de saldar la deuda de obras de la imaginación que Usigli consideraba que México y los mexicanos mantenían con estos episodios históricos. La reformulación ficcional del Imperio se llevará a cabo bajo un punto de vista anticolonial que constituye uno de los presupuestos clave de la novela. En varias entrevistas del Paso reivindicó esta perspectiva que, en el transcurso de la propia novela, se explicita, por ejemplo, cuando el discurso se ocupa del fin del sitio de Querétaro y la prisión de Maximiliano, presuntamente traicionado, según algunos historiadores, por su propio compadre, el coronel Miguel López. Después de una ponderación prolija de diversos testimonios que sustentarían la hipótesis de la traición de López, el narrador-compilador observa con agudeza:
ésta la posición de los autores que simpatizan con Maximiliano y para quienes, probablemente, es más cómodo y quizás incluso más romántico tener un traidor. Y si el traidor fue mexicano, mejor aún […] porque casi todos los autores que han decidido que sus lectores se queden con la impresión de Miguel López como un traidor, no son mexicanos, sino europeos.[9]
Noticias del Imperio, como en su día dijo José Emilio Pacheco, no es un discurso interesado en la neutralidad sino que se asume con franqueza como una novela mexicana escrita desde el punto de vista mexicano.[10] Y en ese sentido, desde lo estético-literario, la novela ejerce en varias ocasiones una reflexión respecto a la importancia que tiene el marco de enunciación en los presupuestos críticos de un discurso específico. A ese respecto, la postura del autor implícito es, en todo momento, clara y coherente: la perspectiva eurocéntrica ha sesgado parte de los textos que han contado el Imperio y toca a la novela subrayar el sesgo y quizás corregirlo mediante la ficción. A menudo, la novela elige explicitar este postulado, como sucede, por ejemplo, en los diálogos del personaje de Benito Juárez con su secretario, en los que el primero termina por adoptar un papel casi mayéutico, haciendo que el presupuesto anticolonial alcance tonos de tesis rectora:
"[…] ¿Usted se ha puesto a pensar alguna vez, Señor Secretario, por qué al Cercano Oriente se le llamó así, cercano, y al Lejano Oriente, lejano?" "Pues porque están cerca y lejos, Don Benito…" "¿Cerca de qué y lejos de dónde? Pues de París, de Madrid, Londres y Viena. Pero no están ni cerca ni lejos de ellos mismos. ¿Me explico? La historia ha sido medida con una sola vara: la vara de hierro con la que el hombre europeo ha subyugado a las naciones…" "Es verdad, Don Benito, pero también es cierto que ha habido hombres de letras europeos, muy distinguidos, que se han declarado contra el colonialismo, Adam Smith, por ejemplo…" "Ah, no me salga usted con Adam Smith, Señor Secretario. A Adam Smith lo que le preocupaba era que el monopolio ejercido por la metrópoli falseaba la ley de competencia. […]" "No había pensado en eso, Señor Presidente" "Pues hágalo, Señor Secretario, piense en ello […]".[11]
Fundamentada sólidamente en esta base, Noticias del Imperio interpreta el imperio de Maximiliano como una más de las agresiones del imperialismo decimonónico y lo relaciona con el contexto general del colonialismo europeo: como lo recuerda la correspondencia incompleta entre dos hermanos, los abusos del ejército invasor y de los imperialistas son tematizados como un episodio más de la historia universal de la infamia, en el mismo nivel de la guerra del opio en China o de las atrocidades de los belgas en lo más profundo del corazón de las tinieblas congolés. Esta reflexión tendrá una consecuencia discursiva de gran importancia, pues la novela enhebra la crítica de ese evento específico con la de varios de los discursos historiográficos que se han ocupado de él, siempre desde una perspectiva eurocéntrica:
El final [de Maximiliano], en efecto, estaba previsto [su fusilamiento], y no porque el drama se desarrollara en México y México fuera un país de salvajes, sino porque en cualquier otro país de Europa y del mundo de esa época y de ésta, hubiera tenido el mismo desenlace: Maximiliano era el usurpador extranjero del poder establecido –y constitucional por añadidura– y había sido el principal instrumento de una invasión extranjera que lo afianzó en un gobierno ilegal. Por supuesto, Europa no estaría dispuesta a considerar como civilizado este desenlace.[12]
En Noticias del Imperio, el juicio acerca del eurocentrismo de ciertos discursos historiográficos se acerca en muchos momentos a una reflexión cargada de ironía sobre el papel de los historiadores en general. En varias ocasiones, el narrador-cronista-historiador subraya, evalúa e incluso parodia las intromisiones de los historiadores en los eventos que narran y las múltiples estrategias ficcionales de las que se sirven para construir su discurso, lo que, a ojos de este narrador, parecería quebrar la pátina de autoridad de la Historia. Analicemos rápidamente un ejemplo: en "Partant pour le Mexique", el primer apartado del cuarto capítulo, el narrador relata el modo en que Napoleón iii habría sido alertado de la posibilidad real de intervenir en México por parte de su esposa, Eugenia de Montijo, informada (y manipulada), a su vez, por el conservador mexicano Hidalgo y Esnaurrízar. Desde el principio, la narración se ve sazonada de indicios de precaución, que inducen al lector a tomar una distancia respecto a lo narrado, lo que un texto histórico tradicional, seguro de sus pretensiones de verdad, difícilmente subrayaría: "Y el hombre que, según se dice le murmuró tal cosa al oído […]. Se dice también que entonces Eugenia de Montijo dejó a un lado su costura, se puso de pie y se dirigió al despacho de su marido".[13] A continuación, el narrador introduce en su relato la figura de Napoleón iii, retomando la caracterización que de él ha hecho un discurso historiográfico (Egon Caesar Conte Corti, referencia sine qua non de los estudios sobre Maximiliano y Carlota) al mismo tiempo que la banaliza, colocándola entre un sinfín de posibilidades igualmente válidas: después de todo, ¿cómo podría el historiador saber con historiográfica precisión lo que leía, pensaba o hacía el emperador francés en ese momento específico?
Su marido, Luis Napoleón, podía estar haciendo cualquier cosa en su despacho: leía quizás, como lo cuenta el Conde Corti, una carta del Rey de Siam. O pensaba en mil cosas distintas: en la vida de César que escribía en sus ratos de ocio. En que esa noche iba a jugar a la Lotería de los Animales Exóticos con Lulú, el principito imperial. O en la colección de medallas que el Duque de Luynes había prometido obsequiar a la Biblioteca de las Tullerías. O quizás en cosas más trascendentales, como el proyecto para el nuevo drenaje de París presentado por el Prefecto del Sena, o acaso en la política europea: hacía tiempo que la cuestión de Italia no le inquietaba ya más, pero tal vez pensaba en España. O quizás, por coincidencia, en México. O en los dos: En México y en España[14]
Por añadidura, la ocasión sirve al narrador para diluir el relato de este sencillo evento histórico en una serie nutrida de referencias anecdóticas que muestran el conocimiento erudito del autor respecto al periodo histórico tematizado y que, paradójicamente, parecieran otorgar a la historia un lugar y una legitimidad nuevas, al subordinarla a las necesidades significativas de un discurso literario narrativo. La voz autoral de Noticias del Imperio integra la exuberancia de detalles como parte fundamental de su creación, llegando incluso a emplearlos como fuente de humor al exagerarlos hasta el absurdo: "Tan anchas, pero tan anchas eran las crinolinas de Eugenia, que un hombre o hasta dos podían ocultarse bajo ellas, de manera que Hidalgo y Esnaurrízar bien podía haber asomado la cabeza entre los pies y los bloomers de la emperatriz para darle la noticia a Luis Napoleón."[15] Y, de manera simultánea a esta recuperación, la novela subraya la futilidad del abuso detallista en el interior de determinados discursos historiográficos:
Si esto no sucedió así, porque es una fantasía, o, aun si no fue Hidalgo –y sueña entonces en sus Memorias– el primero que le dio esta comunicación al emperador […] y sí en cambio, fue el Quai d'Orsay en la persona de su ministro, Monsieur Thouvenel, el que se encargó de comunicárselo oficialmente al emperador, no tiene ninguna importancia. El caso es que durante su estancia en la Villa Eugenia de Biarritz Luis Napoleón supo, primero, que Juárez le ofrecía el pretexto para la intervención en bandeja de plata.[16]
La crítica de la historia en Noticias del Imperio es un motivo que sin duda hace eco de las discusiones más o menos recientes sobre el estatuto epistemológico narrativo de la historiografía y es indudable que la novela establece puntos de contacto con la posmodernidad, en el sentido filosófico del término, según el cual la incertidumbre y el relativismo de nuestra era, junto con la nietzscheana revaloración de la interpretación, pondrían en tela de juicio una serie de valores de la Modernidad como la linealidad, la unicidad, las certezas y, en suma, la legitimidad de las explicaciones totalizadoras de la experiencia humana, de las que la Historia formaría parte. Sin embargo, me parece que esta evaluación crítica, así como el juicio acerca del eurocentrismo, determinantes en buena medida del carácter de la reformulación ficcional de Noticias del Imperio, deben mucho más al contexto literario anterior a su publicación, el de narrativa del llamado Boom latinoamericano, uno de cuyos ejes poéticos más importantes (y que el Boom recuperaba explícitamente del pensamiento de Alejo Carpentier) era la crítica del exotismo "antieuropeo" de las vanguardias, la superación de las formas estéticas europeas en aras de una expresión genuina de la realidad americana:
"¿Cómo? –me preguntarán algunos– ¿usted que ha invertido varios años de labor en estudiar y definir los nuevos valores musicales, pictóricos y literarios de la vieja Europa?, ¿usted aprueba la afirmación de Philippe Soupault, cuando nos dice que 'debemos dejar de volvernos hacia ese continente'?…". A esto responderé que no solamente apruebo estas afirmaciones, sino que las creo cada vez más necesarias en la época actual.
En América Latina, el entusiasmo por las cosas de Europa ha dado origen a cierto espíritu de imitación, que ha tenido la deplorable consecuencia de retrasar en muchos lustros nuestras expresiones vernáculas [17]
Esta búsqueda de la autenticidad americana involucra, al mismo tiempo, la puesta en escena de una historia "auténtica" y "vernácula" de nuestro continente, de una historia muchas veces callada, al estilo de Cien años de soledad (1967), donde Gabriel García Márquez tematizaba un episodio "modelo" de la historia reciente de Iberoamérica, al contar la historia de una huelga bananera que es reprimida, silenciada y olvidada. El propio del Paso habría pedido en 1983, en un artículo de la Revista de Bellas Artes, que los novelistas hispanoamericanos se decidieran a asaltar las versiones oficiales de la historia.[18] Al recibir el premio Rómulo Gallegos en 1977, Carlos Fuentes, generalizando el Boom a la totalidad de la literatura latinoamericana, declaró:
La gigantesca tarea de la literatura latinoamericana contemporánea ha consistido en dar voz a los silencios de nuestra historia, en apropiarnos con palabras nuevas de un antiguo pasado que nos pertenece e invitarlo a sentarse a la mesa de un presente que sin él sería la del ayuno.[19]
Evidentemente, Noticias del Imperio no busca "dar voz" a un episodio desconocido de nuestra historia, pero, recuperando por un instante los términos de Fuentes, sí puede decirse que busca reapropiarse desde lo literario de un episodio "que nos pertenece" y que, por su propio carácter de agresión colonial, había sido narrado bajo presupuestos también coloniales por ciertos discursos historiográficos. Claro está que Noticias del Imperio está lejos de ser una mera novela de denuncia, pero su espíritu reivindicativo es explícito y una muestra de ello es el modo en que el discurso tematiza la noción de "Europa". Como ha mencionado atinadamente Michael Rössner, Noticias del Imperio lleva un paso más allá la noción de lo real maravilloso americano, al transformarla en una especie de "real maravilloso europeo":[20] si para Carpentier o para Asturias, en el continente latinoamericano lo maravilloso alcanzaba un estatuto de "realidad", del Paso invierte la perspectiva y hace que sea el continente europeo el que asuma los ropajes exóticos y maravillosos, no para ocultarse sino para revelar con mayor claridad la naturaleza opresiva que el discurso le confiere. A ese respecto, "Del baile de anoche, en las Tullerías" es un ejemplo sumamente pertinente: segundo apartado del segundo capítulo, el autor cuenta en él el encuentro entre Napoleón iii y el embajador austríaco, el príncipe Metternich. El espacio de la acción es descrito como un entorno casi oximorónico, en el que el artificio literario hace coexistir lugares y épocas hasta entonces inconexos en medio de una estructura anafórica que evoca ligeramente el inicio de Concierto barroco:
Nevaba en París. Nevaba en el Puente D'Alma. Nevaba en la Rue Rivolí por donde pasaba Cleopatra, recién bañada en champaña y leche de burra.
"El Senado romano presenta sus respetos a la República de Venecia", dijo el senador romano de albeante toga blanca al noble veneciano de casaca con mangas doradas que casi llegaban al suelo. […]
Éste era el París donde caía la nieve. En sus puentes, en sus árboles, en las avenidas por las que pasaban las reinas de Saba.[21]
Poco a poco, conforme avanza el apartado, la novela define este entorno maravilloso como un baile de máscaras cuyo lujo palaciego constituye un barniz que cubre festivamente la reunión informal entre los líderes, quienes, con la mayor tranquilidad, diseccionan el ambiente geopolítico del momento, la riqueza de los recursos naturales mexicanos o el peligro que supone Estados Unidos para los proyectos bonapartistas. "México tiene un territorio enorme con grandes zonas despobladas. Lo distribuiremos de manera estratégica".[22] Bajo la forma de correlato de esta pragmática conversación, el apartado concluye con una deconstrucción de los oropeles iniciales: mientras que las sobras de las exquisitas viandas de la fiesta salen de palacio, para ser vendidas en el mercado bajo el letrero "Del Baile de Anoche en las Tullerías", otros carromatos se dirigen a las afueras de la ciudad para descargar en un bosque cercano los excrementos de las letrinas parisinas, dejando una huella indeleble sobre la nieve que caía inmaculada al principio del apartado.
La reflexión crítica que la novela entabla respecto a lo europeo explica también que el discurso construya su estructura a partir de un recurso caro a los autores del Boom, quienes, a su vez, lo habían recuperado del discurso de las vanguardias y, más específicamente, de los surrealistas: la conciliación de los opuestos.[23] Esta apropiación no carece de originalidad. Si los surrealistas buscaron conciliar el mundo empírico con la experiencia onírica, Noticias del Imperio ajustará su discurso a este modelo, estableciendo una dicotomía equivalente desde sus dos paratextos iniciales: frente a la historia, es decir, el hecho histórico en el que se basa el libro y el relato que se ha hecho de él (que la novela caracteriza como parcial, subjetivo y muchas veces eurocéntrico, pero, eso sí, con una pátina de objetividad), encontraremos la dualidad locura/imaginación, o, según la frase atribuida a Malebranche, “la imaginación, la loca de la casa”.[24] Entre historia e imaginación se establece un vaivén a lo largo de la narración, expresado de modo directo por la alternancia capitular: si los capítulos pares exponen los eventos históricos, ocasionalmente hasta con una forma cercana a la historia o la crónica, los capítulos impares son monopolizados por la emperatriz quien pretende reinventar los acontecimientos históricos al narrarlos en clave de delirio. Del Paso despejará las alternativas en el penúltimo capítulo del discurso, en el último apartado a cargo del "narrador-historiador", exponiendo su intención en uno de los párrafos más célebres de la novela:
El escritor mexicano Rodolfo Usigli […] decía […] que si la historia fuera exacta, como la poesía, le hubiera avergonzado haberla eludido. […] Jorge Luis Borges manifestó que le interesaba "más que lo históricamente exacto, lo simbólicamente verdadero". […] ¿qué sucede –qué hacer– cuando no se quiere eludir la historia y sin embargo al mismo tiempo se desea alcanzar la poesía? Quizá la solución sea no plantearse una alternativa, como Borges, y no eludir la historia, como Usigli, sino tratar de conciliar todo lo verdadero que pueda tener la historia con lo exacto que pueda tener la invención.[25]
La explicitación metatextual de esta intención autoral indica su importancia para la concepción formal de la novela. En 2001, en el curso de su presentación en el coloquio "Historia y novela histórica", celebrado en El Colegio de Michoacán, del Paso proporcionó algunas pistas más en torno a su postura, mientras reflexionaba en torno a las lógicas tensiones que surgen de la confrontación entre la narración histórica y la literaria. Por ejemplo, ¿qué resulta más conveniente para el creador literario? ¿Privilegiar la verosimilitud de su historia o, por el contrario, la recreación fiel de la Historia? Del Paso parece dudar en un principio, pero no tarda en tomar la segunda alternativa, quizás porque mantiene una visión de lo histórico dentro de lo literario acorde a las consideraciones de José Emilio Pacheco y tantos otros,[26] según la cual toda novela es histórica "en la medida en que refleja, con mayor o menor exactitud, o recrea, con mayor o menor talento, las costumbres y el lenguaje de una época, los hábitos y el comportamiento de una sociedad o de una parte de ella".[27] Para del Paso, esta reconstrucción escrupulosa y minuciosa del pasado hasta en sus más mínimos detalles tiene, pues, un peso mayor a la invención literaria. Se entiende así que, al valorar la sentencia de Mario Vargas Llosa, según la cual "el novelista no tiene la obligación de serle fiel a la historia", el autor mexicano afirme primero suscribir el dicho, aunque, inmediatamente después, no dude en matizarlo en sentido inverso: "esto desde luego no quiere decir que el novelista tenga la obligación de serle infiel a la historia".[28] La resolución de la tensión entre "infidelidad" (imaginación) y "fidelidad" (recreación documentada de la época) a la historia mediante la conciliación de ambos polos determinará la vocación totalizante de la novela expresada mediante la multiplicidad de narradores, voces, focalizaciones, registros lingüísticos y formas discursivas que pretenden abarcar todos los espectros de la experiencia, desde la historia hasta la locura; al mismo tiempo, el punto de vista anticolonial en el tratamiento de los eventos históricos definirá la firme voluntad autoral que organiza la concatenación y contribuye a "homogenizar" la heterogeneidad.
Fábula e intriga
La pugna establecida por el autor implícito de Noticias del Imperio entre locura e historia o imaginación y documentación se expresa en la configuración específica de la diégesis, sobre todo en la notable alteración del orden "cronológico" de los hechos históricos (que puede corresponderse con la fábula) por parte del orden dispuesto por el discurso literario (intriga). Como mencionábamos anteriormente, mientras que los capítulos pares avanzan en orden cronológico (1861-62, 1862-63, 1863, 1863-64…), los capítulos nones a cargo de la Carlota alienada y cuyo cronotopo se mantiene en apariencia estático (1927), desordenan la fábula y la hacen partir en todas direcciones a través de la evocación de diversos acontecimientos históricos relacionados con el Segundo Imperio, de eventos pertenecientes a su biografía o a la de Maximiliano y de sus delirios e imaginaciones. Este aparente desorden, simulación discursiva de la locura de la emperatriz, parte en realidad de una asociación imaginativa de ideas, cuya coherencia obedece con firmeza la voluntad simbólica de la figura autoral. Así, tan sólo el primer capítulo ya establece las que serán algunas de las coordenadas principales de la novela: el delirio de Carlota comienza, justamente, por la manifestación de su locura ante el papa Pío ix y continúa con las nupcias entre Carlota y Maximiliano, el ofrecimiento y aceptación de la corona, el viaje a México y el fusilamiento de Maximiliano. A lo largo del discurso, el imperial monólogo avanza y retrocede en el tiempo a voluntad del autor, evocando, por ejemplo, mediante varias analepsis, recuerdos de la vida de los emperadores, lo mismo sustentados en su biografía (la contemplación, por parte de Carlota, del grabado de Durero que ilustraba el Apocalipsis), que imaginarios (la contemplación, por parte del niño Maximiliano, del penacho de Moctezuma almacenado en Viena) o enteramente fantásticos (la masturbación de Carlota con las moscas, surgida del recuerdo del viaje imperial a Yucatán en el que vio a las mujeres mayas adornarse con insectos). Al mismo tiempo, el monólogo puede proporcionar un primer vistazo a ciertos eventos hipotéticos afirmados por Carlota y que, en los capítulos pares, son recontados desde una perspectiva mucho más neutra y dubitativa: la prolepsis y la reiteración se encuentran pues al servicio de una intriga que busca examinar todas las facetas posibles del Imperio, confrontando a veces narradores, puntos de vista y grados diversos de certeza respecto a los acontecimientos que la Historia (y sobre todo cierta concepción superada de la Historia que la novela generaliza como la única) ha tratado tan monolíticamente. Tal es el caso del hipotético contagio venéreo que Maximiliano habría sufrido en Brasil, posible explicación de la inexistente vida conyugal de los emperadores durante su reinado:
¿Eso es lo que quisieras, que todo el mundo sepa que el Archiduque Fernando Maximiliano, el agnado de la corona del Imperio Austriaco y el esposo de la Princesa Carlota de Bélgica trajo como recuerdo de su viaje al Brasil […] bajo sus pantalones y en su sangre el estigma de una enfermedad venérea incurable que te pegó una negra brasileña, una esclava olorosa a almizcle con la que hiciste el amor bajo una palmera y entre los gritos de las guacamayas y las risas de los macacos […]? Todo el mundo supo, imagínate qué vergüenza, todo México se enteró de que ésa era la razón por la cual el Emperador y la Emperatriz no volvieron a pasar nunca una noche juntos en la misma habitación.[29]
El recuerdo de este presunto contagio y de la abstinencia sexual de sus majestades atormentará en otros momentos a Carlota, pero además será recuperado en el transcurso de los diálogos casi socráticos entre Benito Juárez y su secretario y, si bien el discurso se abstiene de toda explicitación de la duda historiográfica (no se procede, como sí es el caso de la rendición de Maximiliano, a un contraste de fuentes ni hay embragues que inviten explícitamente al lector a distanciarse de cualquier certeza), el autor se complace sembrando su texto de ligeras contradicciones, rumores, y varios indicios que, de cualquier manera, mantienen la "verdad histórica" en un plano de incertidumbre:
"[Al Abate Alleau] se le encontró un pasquín que decía que la obsesión de Carlota por gobernar se debe a la profunda frustración que siente por no tener descendencia, y que ello se debe a que el austriaco, en su viaje al Brasil, contrajo una enfermedad venérea que lo esterilizó…" "Sí, sí, conozco la historia…".
"[…] de todos modos el austriaco y su mujer no tienen relaciones maritales…" "¿Y cómo se puede saber eso?" "Bueno, usted sabe, Señor Presidente, que los reyes, los emperadores, en fin todos ellos, en el día están rodeados siempre de mucha gente, y en las noches duermen en habitaciones separadas, vigiladas por guardias. Y es un hecho que, al menos desde que llegaron a México, el austriaco no ha efectuado una sola visita conyugal a Carlota… ni viceversa."[30]
Al tiempo que contribuye al contrapunto entre los capítulos a priori consagrados a la locura/imaginación y aquellos dedicados a la historia, la reiteración tiene también la función de marcar como claves determinados eventos de la novela entre los que encontramos la aceptación de la corona, la manifestación de la locura de Carlota, la condena de Maximiliano y la negación de la gracia presidencial, la muerte de Maximiliano y el rocambolesco trayecto de sus despojos, el anuncio hecho a Napoleón iii y Eugenia de la ejecución de Maximiliano o la muerte de Carlota, eventos todos que son narrados desde más de un punto de vista. En ocasiones, este enriquecimiento de sentido permite, como botón de muestra, confrontar la narración hecha por la emperatriz frente al relato de un narrador presuntamente más objetivo, que lleva a cabo una peculiar estilización de un registro neutro que caracterizaría a un discurso de índole historiográfica o, por lo menos, cronístico. Por ejemplo, el anuncio de la muerte de Maximiliano hecho a los emperadores de Francia en plena Exposición Universal de París de 1867. Su primera configuración corre a cargo de la emperatriz, quien en su delirio recibe como obsequio una bicicleta de plata esterlina. "Inventaron la bicicleta, Maximiliano, y en mi bicicleta me fui de nuevo a París, a visitar la Exposición Universal. Pero esta vez fui sola, para buscarte a ti".[31] Abrumada por las luces, los ruidos y la gente que encuentra en la exposición, Carlota termina por ver a Maximiliano a lomos de su caballo Orispelo y decide gritar a todo el mundo que el emperador está allí y está vivo. Comienza entonces una relación trémula y anafórica, en la que se entrelazan la convicción de Carlota en la presencia de su marido en la Exposición y las mil y un digresiones que caracterizan a cada noble, estadista y militar que Carlota encuentra en la Exposición:
Se lo dije entonces a Madame de Beauvée mi antigua institutriz. Se lo dije a Giuseppe Garibaldi que estaba escondido detrás de su busto de alabastro y que tenía puesta una de las camisas rojas que compró en el rastro de Buenos Aires […]. Y le dije a Luis Napoleón Tercero, que en uno de esos pianos tocaba para Franz Liszt el himno de la Reina Hortensia, le dije que estabas vivo […] les dije que eran mentiras y que tú estabas allí, vivo, vivo y en la cumbre de la Pirámide de Xochicalco. [32]
Por cierto, la descripción de Maximiliano vivo es una sencilla enumeración de atributos que lo caracterizan bajo la forma en que aparece en los delirios de Carlota, emperador de México y rey del Universo: "sentado en un trono de cobre de Río Tinto, en una mano un frasco con orquídeas de la Sierra de Guerrero conservadas en glicerina, en tus rodillas una muñeca mecánica de Théroud que decía Mamá, Mamá Carlota, vivo y con tus botas de canguro de Australia, en la cabeza una corona de nidos de golondrina de la Isla de la Reunión".[33]
El entrelazamiento encuentra manera de complejizarse aún más cuando se evidencia que Carlota intenta evitar por todos los medios que el telegrama que anuncia la ejecución de Maximiliano llegue a manos de Napoleón iii. El telegrama cobra vida, se transforma en la paloma de Concha Méndez (la célebre habanera favorita de la emperatriz) y se escapa pasando de pabellón en pabellón. La persecución se ve ritmada por las frecuentes digresiones de Carlota, quien no sólo nombra y detalla a los distintos personajes que cruza, sino que es capaz de rizar el rizo y derivar una nueva digresión a partir de un detalle anecdótico de erudición:
le dije a mi hermano Leopoldo que había metido el miembro en el cortador centrífugo de betabeles de Champonnois, le dije a tu sobrino el Zar de Bulgaria que sacó la cabeza por una de las bacinicas que empiezan a tocar música cuando uno se sienta en ellas, te voy a comprar, Maximiliano, una bacinica de plata que te toque "La Paloma" de Concha Méndez cuando te enfermes de amor y quieras verme, una bacinica de acero que te toque la "Marcha Radetzky" para cuando te dé diarrea en tu tienda de campaña, una bacinica de porcelana y oro ilustrada con rosas y violetas que te toque el "Vals del Recuerdo" si te da otro ataque de disentería y nostalgia en Cuernavaca, le dije a Francisco de Asís […].[34]
Psicoanalizando fugaz y peligrosamente, puede verse que todo este largo monólogo es casi una postergación metafórica y angustiosa de la aceptación de la verdad "histórica" o, por lo menos, de la verdad que asolaba la razón de la emperatriz: el "engaño" de Luis Napoleón, el abandono de Maximiliano, su perdición. Este paseo por la Exposición Universal, con Carlota procurando convencer a cuanta testa coronada encuentra de que Maximiliano está vivo, termina de manera abrupta, cuando Carlota descubre que Maximiliano está muerto, que ha sido desangrado por las chinches (las que lo recibieron en el Palacio Nacional de México y las que se daban un festín con su sangre en Querétaro, en las horas previas a su ejecución) y que su muerte histórica casi ha sido intrascendente:
creí entonces, tuve la ilusión de que por estar allí todo el mundo en la exposición […] creí o quise creer que el planeta entero te iba a llorar, pero cuando llegué a la calle y me encontré a una florista que vendía junto al Café Tortoni ramos de violetas blancas como las que tanto le gustaban a tu padre el Rey de Roma y le dije con el telegrama en la mano Maximiliano, mi adorado Maximiliano el Rey del Universo ha muerto y me preguntó con ojos asombrados Maximiliano, ¿quién es Maximiliano?, me di cuenta que si yo no le decía al mundo quién eres tú, Maximiliano, el mundo jamás sabrá quién fuiste.[35]
En un nivel comparativo, la evocación del mismo evento por parte del narrador-cronista que conduce el significativo apartado "Los ojos negros de Santa Úrsula" (xx/3), parecería sucinta y hasta austera, aunque esta nueva configuración optará por jugar irónicamente con los hipócritas fundamentos ideológicos que han orillado a Maximiliano a esta especie de naufragio:
La noticia de la ejecución en el Cerro de las Campanas llegó en efecto a París el día del reparto de premios a los participantes de la Exposición Internacional de 1867 […] La mala nueva le fue comunicada a Luis Napoleón y Eugenia en la mañana, pero el emperador decidió no hacerla pública hasta después de la ceremonia. "Los principios de la moral y la justicia son los únicos –había dicho Luis Napoleón al inaugurar la exposición– que pueden consolidar los tronos, elevar a los pueblos y ennoblecer a la humanidad. Francia –agregó el emperador– estaba orgullosa de mostrarse a los ojos del mundo tal como era: grande, próspera y libre, laboriosa y tranquila, y llena siempre de generosas ideas." […] El emperador, desde luego, no mencionó los nombres de los países a los que Francia había exportado esa turbulencia en nombre de la civilización, como Indochina, Argelia o México, y que en la Exposición Internacional de París estaban representados entre otras cosas y respectivamente por cajas de sándalo de Battambang, ónix de Ain-Sefra y una reproducción a escala del templo de Xochicalco […].[36]
Es evidente que la intención autoral es no sólo narrar el acontecimiento histórico aislado, sino desarrollar un cuadro lo más completo y complejo posible que represente el origen de todos los hilos (políticos, militares, socioeconómicos y culturales) que se tramaron para constituir el Imperio.[37] De hecho, la novela trama su recorrido narrativo en torno a este proceso, se nutre de él y concede un interés particular a la representación de las diversas instancias de manipulación que permiten la ejecución de este designio. En este sentido, es posible contemplar la novela como un camino de dos vías: en un principio, se trata de un proceso que podríamos llamar de conjunción (los capítulos ii, iv, vi y viii) y en el que Napoleón iii logra que Maximiliano acepte la corona y el gobierno de México por parte de una Audiencia de Notables. La conjunción se hace posible gracias al encadenamiento de diversas circunstancias (lo que podríamos llamar con más precisión programas narrativos auxiliares): la intervención del ejército francés para ocupar México, la ya mencionada alerta de Eugenia a su marido respecto al hecho de que la intervención era posible, las labores de convencimiento que los conservadores mexicanos Hidalgo y Esnaurrízar, por una parte, y Gutiérrez Estrada, por otra, ejercieron sobre Eugenia y Maximiliano y la renuncia de Maximiliano a sus derechos de sucesión. A partir del momento en que Maximiliano acepta la corona, se inicia un proceso inverso de dis-junción (los capítulos x, xii, xiv, xvi, xviii y xx) en el que una serie de eventos adversos lo llevarán a perder el imperio e incluso la vida. Igualmente, la dis-junción requiere de ciertos procesos concomitantes que poco a poco irán dejando solo al emperador: la confirmación, por parte de Maximiliano, monarca liberal, de la desamortización de los bienes del clero, lo que le enajenó el apoyo de la Iglesia; la promulgación del Decreto de protección de las clases menesterosas, lo que le restó el apoyo de los hacendados y terratenientes y, por último, la retirada de las tropas francesas, presionado Napoleón tanto por los prusianos en Europa como por los estadounidenses en la frontera mexicana.
Es obvio que se está ante eventos que han sido tratados previamente por diversos textos históricos, pero que la novela organiza en este ciclo doble con el ánimo de detallar el proceso subyacente de manipulación que Noticias del Imperio describe, explicitando su naturaleza colonial y subrayando en todo momento el cinismo y la hipocresía de sus participantes. Quizás la manipulación más importante sea aquella que ejerce Napoleón iii sobre el influenciable Maximiliano y que le permite imponer a éste su programa mediante una presión calculada que se ejerce en varios frentes, incluyendo al embajador austriaco en París ("Le voy a pedir una vez más que trate de influir a Viena. Es necesario que Su Alteza el Archiduque Fernando Maximiliano se decida de una vez por todas. Es decir, de manera oficial, pública, porque sabemos que ya está convencido"[38]) o incluso al rey de los belgas, Leopoldo, suegro de Maximiliano. Y cuando Maximiliano está a punto de dar marcha atrás, debido a la espinosa obligación de renunciar a sus derechos de sucesión austriacos, Napoleón iii conseguirá manipularlo una vez más, tal vez la definitiva:
Luis Napoleón telegrafió a Miramar, para expresarle a Maximiliano […] que una negativa, a esas alturas, era imposible […]. Incluía […] un párrafo del cual unos pocos años después se arrepentiría Luis Napoleón: ¿Qué pensaría Usted de mí –decía– si Vuestra Alteza Imperial estuviera ya en México y yo le dijese de pronto que no podía cumplir las condiciones que hemos acordado?, y una frase que obligaría a Maximiliano a reconsiderar su actitud: Se trata –decía Luis Napoleón– del honor de la Casa de los Habsburgo.[39]
Ahora bien, la novela no se limita a mostrar el mero proceso de manipulación, sino que, coherentemente con los presupuestos que revisábamos en el apartado anterior, busca deconstruirlo y evidenciarlo: el fundamento de la persuasión del emperador francés no es otro sino la moral del mercado decimonónico y del colonialismo: "es más que probable que en esos mismos momentos el emperador se convenciera de la necesidad de intervenir, y pronto, en México, si no se quería que Europa –y por supuesto Francia en particular– perdiera para siempre un mercado vital para sus productos y una magnífica fuente de materias primas".[40] A la vez que Napoleón iii rige su conducta con base en principios absolutamente modernos, el archiduque se deja persuadir y manipular a causa de un principio arcaizante del que Benito Juárez dará buena cuenta en las conversaciones con su secretario:
"Me parece muy bien, Don Benito: lo llamaremos el austriaco… aunque…" "Aunque, ¿qué?…" "Aunque él ya no se considera tampoco austriaco, sino mexicano…" "Ah, sí, ya me conozco esa historia. El austriaco no sólo 'adoptó' la nacionalidad mexicana, sino que se siente mexicano, está convencido de que es mexicano…" "Es una hipocresía inconcebible, Don Benito" "Sí y no, Señor Secretario… […] el derecho divino que según los Habsburgo les otorga el privilegio de gobernar a otros pueblos les permite colocarse […] por encima de las nacionalidades y pasar de una a otra como quien cambia de traje…"[41]
En realidad, al subrayar las normas disímiles y, al mismo tiempo, complementarias que rigen las conductas de Napoleón iii y Maximiliano, se hace hincapié en que ambos personajes están sujetos de modo abstracto a sendas posturas ideológicas. Y esa abstracción posibilita la diferencia esencial entre los dos sujetos: el manipulado, Maximiliano, pareciera ignorar el anacronismo que rige su obrar, con lo que se presta fácilmente a una manipulación por parte de otro sujeto, Napoleón iii, que es plenamente consciente de sus presupuestos y que entiende que no tiene otra manera de actuar ("¿va a dejar Europa, vamos a dejar nosotros que nos arrebaten toda esa riqueza?").[42] Cuando la situación le es propicia, Napoleón iii no sólo demuestra que quiere conseguir sus objetivos (convencer a Maximiliano o intervenir en México), sino que sabe y puede hacerlo, sin ayuda de potencias pares o de países aláteres: cuando Juárez, recién desembarcados los soldados de la convención tripartita Inglaterra, España y Francia, ofreció renegociar los términos de la deuda y consiguió arreglarse con España e Inglaterra, la reacción de los emperadores franceses es elocuente: "Nous voilà, grâce à Dieu, sans alliés! –"Gracias a Dios, nos hemos quedado sin aliados"–, le escribía la Emperatriz Eugenia a la Archiduquesa Carlota cuando las noticias llegaron a Europa".[43]
Por su parte, Maximiliano es incapaz de evitar que la segunda parte del ciclo narrativo se cierna sobre su cerviz. Aun si sabe lo que necesita para impedir el fin previsto ("Había, mejor, que actuar sin franceses y formar un ejército mexicano",[44] no puede hacerlo ("Pero para eso tendríamos que contar con la cooperación de los mexicanos. ¿Y qué hacen ellos? Nada. Rien. Rien du tout"[45]) y, en última instancia, tampoco parece querer hacerlo:
Entendámonos: el Archiduque es un buen hombre. Es asimismo una persona cultivada, amante de las letras y las artes, de la ciencia, pero a tal grado que, ignorando los gravísimos problemas económicos de su administración, ocupa gran parte de su tiempo en proyectos grandiosos o inútiles. […] Maximiliano es "ligero hasta la frivolidad, errátil hasta el capricho, incapaz de constancia, irresoluto, obstinado…" Y en cuanto a Madame de Courcy, creo que ella ha puesto el dedo en la llaga: "La tragedia de Maximiliano –dijo– es que es fácil adorarlo, pero imposible temerlo, y en México uno sólo puede inspirar respeto con el miedo…"[46]
La evolución narrativa que la novela nos propone concluye así por una fase de sanción sobre Maximiliano, objeto de la manipulación de Napoleón iii e incapaz de sustraerse a un final dispuesto tanto por el discurso narrativo en sí como por las propias expectativas del lector y su memoria colectiva, pues la novela no violenta el acontecimiento histórico esencial, sino que lo sigue sumamente de cerca, sobre todo en los capítulos pares. Abandonado, enterado de la locura de Carlota, quien había viajado a Europa intentando conseguir un último socorro, sitiado en Querétaro, vencido, quizás traicionado, enfermo y rendido, el emperador será juzgado por sus fallos históricos (la promulgación del famoso Decreto Negro del 3 de octubre, que garantizaba la ejecución sumaria a todo defensor de la República), pero sobre todo por su "incompetencia narrativa" para escapar del programa narrativo que lo ha atrapado. Con su condena y fusilamiento se consuma el ciclo de desvinculación mediante un castigo explícito: la muerte, mas no una estéril, sino una que Noticias del Imperio procurará convertir ficcionalmente "en una muerte noble y oportuna, […] una muerte valiente y, en resumidas cuentas, en una muerte muy mexicana".[47]
Narradores, narratarios y focalizaciones
Transparenta en nuestra revisión de la diégesis la peculiar constitución heterogénea de la novela. Los capítulos nones, narrados por el personaje de Carlota, con Maximiliano como narratario constantemente marcado y focalizados en su mayoría de manera interna, desde el punto de vista de la emperatriz, coexisten en barroco contrapunto con los capítulos pares, narrados por una pléyade de muy diversos narradores. Si esbozáramos una breve tipología, podríamos encontrar: narradores que focalizan desde el exterior los sucesos de sus apartados, como el narrador-cronista de "Breve reseña del sitio de Puebla" (vi/1) o el narrador historiador de "Un pericolo di vita" (xvi/3) o "El compadre traidor y la princesa arrodillada" (xx/1); los narradores explícitos cuya narración fluye a partir de su punto de vista interno, como puede suceder con Jean-Pierre y Alphonse, los dos hermanos franceses, alternativamente narradores y narratarios epistolares de la serie "De la correspondencia –incompleta– entre dos hermanos" (iv/3, viii/3 y xiv/3), o los diversos narradores cuyo narratario se configura como un oyente que lo mismo puede ser colectivo (un auditorio como es el caso del merolico de "Camarón, camarón", viii/2, o el soldado-bardo de "Corrido del tiro de gracia", xx/2) o individual (como es el caso del sacerdote vasco promonárquico de "Seducciones (i): «¿Ni con mil avemarías?»", xiv/2, quien se confiesa ante su superior después de un encuentro sexual con una espía republicana, o el jardinero Sedano, cuyo narratario se configura como un juez ante quien Sedano relata la presunta infidelidad de su esposa, Concepción, en la segunda mitad de "Camino del paraíso y del olvido", xvi/1). Finalmente, tendríamos asimismo la presencia de varios narradores no marcados que aunque, en primera instancia, focalizan las acciones de modo externo, utilizan también la perspectiva de uno de los personajes del fragmento para realizar una focalización interna. Noticias del Imperio encuentra en esta técnica un cuadro propicio para continuar el vals que bailan en sus páginas la historia y la ficción, pues la focalización externa evoca el estilo neutro y objetivo propio de, entre otros, los textos historiográficos, mientras que los fragmentos construidos desde un punto de vista interno permiten que el texto se deslice con naturalidad hacia lo íntimo y subjetivo. Acorde con la intención autoral, la ficcionalización propuesta por Noticias del Imperio no surge de una elección hecha a partir de la disyuntiva literatura o historia, ni de la ruptura de la historia por parte de la literatura, sino de la conciliación y coexistencia entre los dos polos y los apartados en los que encontramos esta doble focalización son una buena muestra de ello. Por ejemplo, en "Citadella acepta el trono de Tours" (viii/1), el relato de la nutrida correspondencia epistolar que precedió la aceptación de la corona mexicana por parte de Maximiliano (realizado por un narrador externo con suficiente desapego para evaluar las cartas y burlarse, parodiándolo, del logorreico estilo del conservador mexicano José María Gutiérrez Estrada) se ve sucedido por un fragmento a cargo de un narrador no marcado que realiza una focalización interna a partir del punto de vista del archiduque, incluyendo sus deseos más fantasiosos y sus pensamientos más íntimos:
Viajaría por su Imperio, recorrería todas sus provincias, se bañaría en todos sus mares. Además, si se cumplía el Gran Designio, el mayor de todos: el de crear un Imperio desde el Río Grande hasta la Tierra del Fuego, viajaría a Honduras, exploraría el Darién, visitaría Venezuela la patria de Simón Bolívar, viajaría por el Amazonas como otro Orellana, subiría a la cumbre del Aconcagua, bebería en Valparaíso oscuros vinos rojos de Maipú…
Otro de los problemas, el del financiamiento de la empresa, se solucionaría solo: México era un país de recursos infinitos. La verdad es que Luis Napoleón había abusado y él, Maximiliano, tuvo que confesarse a sí mismo que en ese aspecto se había mostrado débil.[48]
La novela emprende este sendero y explora así las interminables dudas y los agoreros presentimientos de Maximiliano, debatido entre las ventajas de una posición privilegiada y el ansia de enfrentar las responsabilidades para las que se sentía predispuesto, aun así fuera en un país lejano y en circunstancias desventajosas. El distanciamiento que caracterizaba al apartado antes de su irrupción se desvanece casi por completo y el texto abraza a tal grado su punto de vista que termina por asumir incluso su visión del tiempo: "Apenas ayer –el tiempo pasa volando– se había reunido con su hermano en Venecia, y las cosas parecían marchar de maravilla".[49] Sin embargo, esta fusión se disipa con gran naturalidad de un párrafo al siguiente, en un efecto cuya reiteración introduce un ritmo ágil en el conjunto del capítulo, que suele ir y venir entre una focalización situada en el tiempo del archiduque y otra que contempla los eventos con un distanciamiento tanto temporal (el tempo discursivo absorbe periodos más o menos largos de tiempo) como irónico, pues no evita hablar de las facetas risibles de la incertidumbre del futuro emperador:
¿Qué estaba sucediendo? ¿Se trataba de una conspiración para deshacerse de él a como diera lugar? ¿Tendría que renunciar también a sus derechos en Austria si aceptaba el trono griego?Me habláis del cetro y del poder, escribió, ¡Ah, dejadme seguir en paz mi camino oscuro entre los mirtos! El trabajo, la ciencia y las artes son más dulces que los destellos de una corona… Sin embargo, el Archiduque, según se dijo, envió a París y Londres muestras de telas y botones que podrían ser usados para las libreas de sus futuros lacayos mexicanos y, según se enteró el Embajador de los Estados Unidos en Viena, mandó también hacer una corona de papier-maché para ver, frente al espejo, cómo luciría cuando fuera Emperador de México.[50]
El movimiento se reitera en "De Miramar a México" (x/1), aunque esta vez asumiendo el punto de vista de Carlota. Con apenas un espacio entre párrafos, se establece un corte digno de un montaje cinematográfico y el apartado pasa en un abrir y cerrar de ojos del viaje de los emperadores a bordo de la fragata Novara, focalizado externamente, en medio de alegres fiestas y un ambiente cosmopolita y exquisito, a la desoladora primera noche que los emperadores pasaron en la ciudad de México, noche arruinada por las chinches que infestaban los colchones de la alcoba real y los festejos de los súbditos nuevos del emperador, como procura retratar el texto desde un punto de vista interno, visible sobre todo en las palabras que connotan la opinión de la emperatriz y que reproduzco en cursivas a continuación:
Sir James Hope los llevó en el vapor Barracoutta a Kingston donde al día siguiente en el almuerzo comieron conservas de jengibre y unas enormes uvas moscatel, y de Jamaica se despidieron para partir por fin, ¡por fin!, rumbo a México. Good luck! Glück auf!
De nada le servía cerrar los ojos: no por ello dejaba de ver las nubes de arena amarilla y los remolinos de zopilotes negros que los habían recibido en el Puerto de Veracruz. Lloró y recordó, la mirada fija en la peluquera de plata que destellaba con el reflejo de los cohetes. De nada tampoco le servía taparse los oídos: se sabía condenada a escuchar toda la noche el ruido espantoso de los cohetes y petardos con los que el pueblo mexicano celebraba, en la Plaza Mayor, el advenimiento de sus Soberanos. Lloró y recordó. Se rascó también, se rascó hasta sangrarse, pero lo único que logró fue desparramar la ponzoña ácida bajo su piel: tenía ronchas en los muslos, en las corvas, en los brazos, en los empeines. Algo estaba saliendo mal, muy mal.[51]
Estilización de los diferentes registros de lenguaje
Está claro que el afán de la novela por narrar el Imperio desde el mayor número posible de narradores y perspectivas involucra al mismo tiempo y de modo axial una estilización del lenguaje coherente con los narradores escogidos para cada fragmento. La riqueza de puntos de vista en Noticias del Imperio se corresponde con una gran riqueza en la configuración de los registros lingüísticos de los diferentes narradores. A veces, esta estilización es pasajera y puntual, como sucede con la codificación de lenguas diferentes del español, aspecto de gran interés en una novela que, después de todo, narra un episodio histórico en el que diversos grupos étnicos y lingüísticos europeos (franceses, austriacos, húngaros, belgas) convergieron en un contexto hispanoparlante. Fernando del Paso juega así, por ejemplo, con el ambiente de la interpretación en el apartado "Con el corazón atravesado por una flecha" (x/2). En este apartado, un guerrillero republicano ha caído en las manos del temible coronel Du Pin, jefe de la contraguerrilla francesa en Tierra Caliente célebre por su crueldad. El guerrillero es interrogado por el oficial francés y el autor implícito elige introducir directamente las preguntas y respuestas del interrogador y del prisionero sin incluir las respectivas traducciones del intérprete, por cuestión de agilidad. Esta elección es posible porque el autor ha codificado el multilingüismo del encuentro desde el principio de la escena, introduciendo dos frases originales de Du Pin, dispuestas en cursivas para marcar su carácter diferente del resto de los diálogos en español: "«Dis-lui que mon chapeau est plus grand que le sien.» El intérprete tradujo: «Dice mi Coronel Du Pin: Mi sombrero es más grande que el tuyo.»"[52] Ello advierte al lector de la presencia del traductor y le deja imaginar que esta figura valida el resto del intercambio, aunque prácticamente no se vuelva a apreciar su intervención. Con todo, de vez en cuando, el texto procura subrayar ya sea su presencia o el extrañamiento lingüístico que la origina a través de leves indicios (por ejemplo, el coronel pregunta la hora y sus soldados le responden en francés), cuando no de una tematización abierta de los dilemas comunicativos que puede entrañar la traducción: cuando el prisionero se desvanece como consecuencia de la tortura sufrida, el coronel, por boca del intérprete, pide "un poco de mezcal para que se reanime", y el narrador precisa: "El coronel había dicho anisette pero el intérprete tradujo mezcal".[53]
Sin embargo, lo esencial de la estilización del lenguaje no se realizará, claro está, en la recreación de frases o diálogos sueltos en el interior de aquellos capítulos cuyo narrador no está marcado o que se focalizan de manera externa, sino en la evocación, a través de una reelaboración estética de diversos registros, del punto de vista de los numerosos narradores personajes que pueblan las páginas de Noticias del Imperio y que el autor de la novela ha dispuesto que pertenezcan a muy variados orígenes y condiciones. Por ejemplo, los hay cultos, como el médico que examina a Maximiliano en las últimas páginas de xiv/1, "Crónicas de la corte". La escena adquiere la forma de un diálogo implícito, en el que el doctor, francés y militar, se dirige permanentemente a un narratario retórico configurado como el emperador Maximiliano, figura a la que se rinde una pleitesía cosmética a la vez que se le somete a una revisión médica rigurosa y un completo interrogatorio, como si el control médico simbolizara la compleja relación del emperador con el ejército invasor. Por si fuera poco, de manera simultánea el médico platica con el soberano respecto a los efectos del medio ambiente mexicano en el hombre y los animales, con lo que el fragmento se ve ritmado entre órdenes, preguntas, comentarios científicos y recomendaciones, así como frases de naturaleza fática que marcan la continuación de la conversación. Todo ello densifica el texto al multiplicar las capas de sentido y hacerlo ir y venir de manera abrupta entre el examen y las preocupaciones del médico, en medio de un trabajo del lenguaje caracterizado por un lenguaje técnico de cierta frialdad, rico en términos especializados de la anatomía y la farmacopea:
Eran unos caballos franceses que comenzaron a sufrir fatigas y miserias en cuanto llegaron a las alturas, Su Majestad. Medimos la frecuencia de su respiración según el número de palpitaciones en los flancos, y el pulso por medio de la arteria glosofacial, en el contorno del maxilar. Saque la lengua, Su Majestad. Sáquela más. Así. Sin duda para un médico como yo que sólo había trabajado en Argelia y en Indochina, es una gran oportunidad la de estudiar los efectos de las alturas del Anáhuac en los organismos humano y animal. Diga: ¡ah!, Su Majestad. ¿Ya no tiene Su Majestad la campanilla entumecida? ¿No? Otra vez: ¡ah! Inspire, Su Majestad. Expire, Su Majestad. Así. Ya puede Su Majestad meter la lengua, pero sírvase mantener la boca abierta. Hay todavía ciertas arborizaciones en la faringe y la bóveda del paladar está un poco irritada. Por eso las bestias originarias de las mesetas altas son tan resistentes. Ya puede Su Majestad cerrar la boca.[54]
Cabe mencionar que si bien el médico no carece de prejuicios ("Lo que sucede es que en Anáhuac las damas son perezosas. […] Esclavas, diría yo, del dolce far niente"),[55] termina por hacer un elogio sincero del medio ambiente mexicano y las posibilidades curativas de su naturaleza, elogio, además, focalizado desde una perspectiva científica y racional similar en espíritu a aquella con la que Francisco Javier Clavijero hacía la defensa de su patria frente a los popes europeos de la Ilustración:
Pero como le decía, algunas ventajas tienen las mesetas altas. […] Y una de esas ventajas son los cielos tan claros y tan limpios, tan brillantes como son los de Anáhuac, cuyo azul alcanza con frecuencia el grado veinticuatro del cianómetro de Saussure. […] Y nada demuestra que en las grandes altitudes disminuya la cantidad de oxígeno combinado con los glóbulos de la sangre. […] ¿Quién puede decir, por ejemplo, que los habitantes del Himalaya, de La Paz, del Tíbet, sean naciones de anémicos? […] Pero además de esas ventajas que señalé, Anáhuac y con él todo México, proporcionan una maravillosa variedad de plantas curativas. La pingüica como diurético, Su Majestad, y el tejocote para la desobstrucción en las hidropesías, son muy recomendables.[56]
Resulta de gran interés confrontar este apartado con otros dos fragmentos susceptibles de relacionarse con él, además de permitirnos avanzar nuestra exposición: por un lado, la serie "De la correspondencia –incompleta– entre dos hermanos", con cuya pareja de hermanos comparte cierta perspectiva anticolonial; por el otro, el fragmento final de "Camino del paraíso y del olvido", a cargo del jardinero de los jardines Borda, discurso que estiliza bellamente un habla popular y con el que el médico comparte un interés sincero por la naturaleza mexicana, aunque matizado por un punto de vista no sólo tradicional sino reivindicativo de su diferencia respecto a la perspectiva europea.
Los tres apartados de la relación epistolar entre los hermanos franceses constituyen, como ha señalado ya gran parte de la crítica, uno de los grandes aciertos de la novela. Quizá esto se debe al tino del autor en colocar, merced a un curioso ejercicio de heterogeneidad, la reflexión anticolonial en pluma de personajes pertenecientes al "bando europeo", como lo asevera, por ejemplo, José Emilo Pacheco: "Del Paso ha tenido el acierto, la ironía y la delicadeza de no responder al eurocentrismo con un tercermundismo y sitúa el discurso anticolonial de su novela en la carta ficticia de un francés que le escribe a su hermano invasor de México".[57] Sólo por esto vale la pena examinar lo más brevemente que se pueda esta correspondencia, que además resulta asimismo de sumo interés porque mediante ella la novela se asegura de contar la evolución narrativa del personaje de Jean-Pierre, el soldado destacado en México (lo que es bastante raro en un novela cuyo interés en desarrollar y hacer vivir a sus protagonistas es inversamente proporcional a su fragmentariedad y a su voluntad de explorar a fondo la caleidoscópica experiencia de la Intervención y el Imperio), quien desembarca con las primeras tropas llegadas en 1862 y cuya primera carta a su hermano Alphonse, historiador de la Guerra de los Treinta Años, juzga con gran severidad el país al que acaba de llegar:
A ellos [los generales españoles] se debió que las fuerzas aliadas aceptaran iniciar negociaciones con Juárez, con lo que se le dio oportunidad a éste de decretar la ley draconiana que establecía la pena de muerte para todo mexicano que colaborara con nosotros. Lo que es más grave, se le dio tiempo así para organizar sus tropas, aunque la verdad sea dicha, esto último de poco le ha servido: aquí, en estas mismas Cumbres de Acultzingo desde donde te escribo, no hace unos días que derrotamos e hicimos correr a Zaragoza, el general republicano que nos espera ahora encerrado en Puebla. Aunque creo que hice mal en hablar de "tropas". Nunca he visto ejércitos más desharrapados en mi vida y con tan poca disciplina. Pero esto, me imagino, se debe a la "leva", el enganche forzoso, pues de otra manera no se podría formar aquí un ejército: ninguno de esos miserables campesinos disfrazados de soldados sabe por qué o por quién pelea. Es famosa aquí la carta que le envió un oficial mexicano a otro, en la que le decía "le mando un grupo de voluntarios encadenados" (!)[…] Y es que, sin duda, las atrocidades que cometen los llamados "soldados" mexicanos no tienen parangón en la historia.[58]
A esta carta, situada en el tercer apartado del capítulo iv, sucede una respuesta de Alphonse, situada en el tercer apartado del capítulo viii, escrita en 1864 y en la que el remitente da a entender que antes de escribir esta respuesta ha recibido ya hasta tres misivas de parte de Jean-Pierre. Su respuesta retoma el debate sobre la presunta barbarie de los mexicanos (que es un debate sobre la existencia o no de una justificación moral de la Intervención) aportando argumentos de gran relevancia de los que sólo podemos citar algunas líneas:
No veo cómo podemos justificar una intervención en un ningún país en nombre de la justicia social, habiendo en Francia tanta corrupción y tanta desigualdad –toda empresa colonial que alardea de misión civilizadora no es más que una miserable estafa, decía el nunca bien ponderado Juan Jacobo Rousseau […] De México, criticamos todo. Se ríen en Europa de que Santa Anna haya creado un impuesto sobre ventanas, cuando que el window tax fue una idea inglesa de allá por los años treinta. […] Califican a Juárez de tirano, por acudir a la leva forzada. Yo estoy en contra de ella, como te imaginarás, pero no fue Juárez quien la inventó, sino como bien sabes, nuestro Comité de Seguridad Pública en 1793, bajo los auspicios de Lazare Carnot, y Napoleón i la implantó en todos los países por él conquistados […] allí tienes a todos los desertores del batallón egipcio que está en México: desertan porque a esos pobres diablos nosotros, los franceses, los llevamos a la fuerza, como lo hicimos también no hace mucho en Dahomey para formar los batallones de tiradores hausas que enviamos a Madagascar, y sin tener derecho –como es el caso de Juárez– de invocar la necesidad de defender la integridad del territorio nacional.[59]
Y Alphonse prosigue la defensa de su postura, criticando abiertamente a su hermano por hablar de manera tan irreflexiva de "las atrocidades sin paralelo" de los mexicanos olvidándose no sólo de las crueldades de la historia lejana (il sacco di Roma o la Noche de San Bartolomé), sino además de las masacres que forman parte de los cimientos mismos del régimen político del país que ha invadido México: "en aras de la fraternidad, la igualdad y la libertad […][durante la Revolución Francesa] murieron más de cuarenta mil personas ejecutadas en masa y de manera sumaria en París, Vendée, Lyon, qué sé yo", las matanzas de negros en Haití, las represiones feroces de los movimientos de 1848, etcétera. Y el hermano historiador no puede evitar plantear una maliciosa pregunta al hermano soldado: "Y ahora dime, mi querido Jean-Pierre: ¿no me contaste tú mismo que al finalizar la Guerra de Reforma en México, Juárez, ya victorioso, decretó una amnistía general y no hubo un solo fusilamiento ni represalias de ninguna naturaleza?"[60] Se trata de un apartado de gran interés, que reflexiona de manera aguda (con un distanciamiento evidente respecto a la época posibilitado por el propio artificio literario) sobre los presupuestos ideológicos de la invasión. Alphonse parece ponderar todos los factores: los oscuros malabares terminológicos de Napoleón iii para proclamarse abanderado de la "latinidad" y protector de los países "latinoamericanos"; los dudosos antecedentes de los oficiales franceses destacados en México, comenzando por Bazaine, "distinguido en el sometimiento de un pueblo [el argelino] que lucha por su libertad";[61] la hipocresía de los europeos, la avidez de Europa por las materias primas… en un in crescendo imparable, el historiador (que en el curso de la carta también se transforma, afirmando primero proyectar la redacción de un libro sobre la Guerra de los Treinta Años para finalizar considerando cambiar su línea de investigación para pasar a estudiar la colonización americana) concluye por valorar sombríamente la empresa mexicana, con un clarividente cinismo capaz de corroer, en acuerdo con la intención de la obra, toda excusa previa:
la gente pensante, que por desgracia no abunda, no deja de asombrarse que a México, el país invadido, se le exija que pague hasta el último centavo del costo de la invasión y por si fuera poco se quiere, con el proyecto del protectorado francés en Sonora, robarle toda su plata (a los mexicanos les dejaríamos una limosna del diez por ciento). Pero claro, es que de eso se trata y no de detener el avance de los infieles sajones […]. Y es que hacen falta enormes cantidades de dinero para seguir sosteniendo el lujo insolente de la corte francesa, para que los dragones alados del observatorio no dejen de vomitar agua perfumada y de colores cuando nos visite un "dignatario" extranjero [62]
En consecuencia, en su segunda carta (y última de la serie), Jean-Pierre, quien además se ha casado recientemente con una mexicana, hija de una familia liberal, ha modificado su punto de vista inicial y si bien en un principio se dice convencido de que "sólo con un príncipe europeo a la cabeza de una monarquía se podrá salvar a [México] no sólo del caos, sino de la nefasta influencia americana",[63] no tarda en matizar esta postura valorando, por ejemplo, el carácter de los ricos mexicanos que han apoyado la instalación del Imperio (de los que el francés Jean-Pierre, quien después de todo se ha más o menos aculturado después de su matrimonio, llega a decir que "mientras más distinguido y culto es un mexicano, menos mexicano es, y menos también, parece importarle el futuro de su país. Lo que les interesa es vivir como europeos y que sus hijos se eduquen como tales")[64] o las tremendas desigualdades mexicanas a las que el imperio de Maximiliano, con su incongruente obsesión por el lujo y el boato, está muy lejos de poner remedio:
Por si esto fuera poco, al exceso de gastos en ceremonias fastuosas, se agregan otros dispendios aún más difíciles de justificar. […] Sabido es […] que el gobierno le prometió a la esposa del Mariscal Bazaine cien mil piastras en caso de que tuviera que abandonar un día el Palacio de Buenavista –como si la cesión, o regalo o usufructo o lo que fuera del espléndido palacio, no hubiera causado ya el suficiente escándalo–. Por último, […] los Emperadores celebraron un pacto secreto con la familia Iturbide –al adoptar al pequeño Agustín– que incluyó una compensación de ciento cincuenta mil piastras. ¿Te das cuenta, Alphonse, de lo que son estas cantidades si pensamos en el sueldo de un soldado, treinta piastras al mes, o como te decía el de un "peón de raya", que es de treinta piastras al año?, ¡cuatrocientos cincuenta años el salario de un soldado, cinco mil años el de un peón![65]
Aunque en sus dos cartas Jean-Pierre intenta marcar su distancia respecto a las ideas más radicales de su hermano, en la segunda reconoce: "por momentos siento que eres tú el que me está dictando esta carta".[66] En todo caso, es palpable a qué punto la experiencia mexicana ha modificado la perspectiva del personaje, quien ahora espera poder conseguir su baja definitiva y quedarse a vivir en México.
La naturaleza y argumentos del diálogo epistolar entre Jean-Pierre y Alphonse no son ajenos a nuestra reflexión actual sino que le son de suma importancia ya que, como recuerda Martha Elena Munguía, la estilización de la oralidad y, de manera amplia, toda recreación estética de un uso lingüístico específico no puede limitarse al "mero oficio de ficcionalizar hablas populares, jergas sociales, ni mucho menos reproducir por escrito los rasgos fonéticos de un hablar inculto o rural [o los rasgos morfosintácticos de una escritura culta extranjera], sino que implica la incorporación de visiones de mundo particulares, conciencias específicas con vida propia".[67] ¿Cómo tematizar un intercambio epistolar entre dos hermanos franceses en el interior de un discurso estético-literario escrito en español? Frente a una improbable reproducción fonética o escritural de una hipotética habla francesa del siglo xix en un texto de largo aliento, Noticias del Imperio opta por la configuración de un debate entre dos "conciencias específicas", dos portavoces simbólicos del mundo colonial: es el vigor de este intercambio (patente, por ejemplo, en la recia carta de Alphonse), y su coherencia respecto a las coordenadas ideológicas de la novela, el que vuelve por completo banal cualquier expresión francófila, por mínima que fuera, lograda o no, pues, de haberlas, nos distraerían y distanciarían del intercambio, que terminaría por resultar anodino. En lugar de un "afrancesamiento" de la expresión, las tres entregas de "De la correspondencia –incompleta– entre dos hermanos", hacen gala de una construcción ágil y natural de ritmo fluido que resulta de la combinación de dos factores: en primer lugar, un tono levemente coloquial, no desprovisto de una sutil ironía ni de una naturalidad que permite emplear, sirva de muestra, una frase hecha proveniente del español mexicano (costar un ojo de la cara) sin que el discurso lo resienta en absoluto:
Lo que es el colmo, me cuentan que a Maximiliano cuando visitó las pirámides –hubieras visto el espectáculo: el Emperador decidió, para ir a Teotihuacán, atravesar el Lago de Texcoco, que es un lago inmundo, de apenas medio metro de profundidad y aguas oleaginosas y llenas de larvas de mosquitos, en una especie de góndola o lanchón imperial con asientos de terciopelo y con remeros de rojas libreas bordadas de plata–, al propio Maximiliano, decía, lo embaucaron, junto con su acompañante y guía el Señor Chimalpopoca, con unos ídolos "prehispánicos" que desde luego eran falsos y que le costaron un ojo de la cara.[68]
El segundo factor es el manejo de las referencias que pueblan la visión de mundo de los personajes: a lo largo de este fragmento, diversos acontecimientos, objetos y actores, particularmente europeos, que podrían formar parte de la "enciclopedia"[69] de referentes de este mundo posible se mencionan de manera directa, sin detenerse en aclaraciones que quebrarían el artificio: "no puedo evitar el imaginarte, sí, a ti, feliz mortal, dandy de Jockey Club, con patillas a la austriaca y con tu monóculo cuadrado y guantes amarillos estilo Morny leyendo esta carta, en el Tortoni, también acompañado por un ajenjo, sonreír y dejarla a un lado para planear tu itinerario".[70] Al mismo tiempo, las referencias que son nuevas en la enciclopedia de estos dos personajes se incluyen en la narración con una señal textual que muestra más o menos la no apropiación, su extrañeza respecto al universo al que pertenecen los personajes: "La «alameda», o parque central está, en ruinas, y rodeada de pantanos fétidos y, cuando no hace un calor insoportable, sopla un viento huracanado al que llaman «norte»";[71] "He encontrado muy buen tabaco en México, y a veces le agrego liquidámbar, como lo hacía Moctezuma –por cierto, aquí escriben así el nombre del emperador azteca y no Montezuma";[72] "el hielo abunda en este país. No sólo del Popocatépetl (impronunciable nombre)".[73]
La estilización de esta relación discursiva entre lo otro y lo mismo encuentra su anverso en la segunda mitad de "Camino del paraíso y del olvido" (xvi/1), durante la digna confesión del jardinero Sedano: el hombre, quien ha trabajado en los jardines Borda –lugar de recreo del emperador– relata ante un narratario configurado como "juez" la historia indirecta de los presuntos amoríos de su esposa Concepción con el Señor Don Maximiliano. Cabe mencionar que esta relación es precedida en el apartado por la narración de uno de los viajes de Maximiliano entre México y Cuernavaca y que éste es uno de los raros fragmentos de la novela que son focalizados desde el punto de vista del emperador, además de ser casi el único en el que éste es a la vez narrador y personaje.[74] Honrando la verosimilitud de la novela, Maximiliano es descrito una vez más bajo los rasgos de un frívolo amante del lujo cuyas prioridades parecen tener pocos puntos de contacto con la realidad: ordenar a su proveedor todo tipo de productos suntuarios, recitar sus aforismos y reglas de conducta, idear un menú patrio para el banquete del 15 de septiembre o inventar un dicho rimado sobre Cuernavaca. El monólogo del jardinero encontrará en este fragmento un contrapunto casi perfecto: frente a la superficial alegría del emperador, el jardinero hace florecer su historia en medio de un lirismo y una melancolía que confieren un aire de sobriedad a un texto plenamente barroco. Como las silvas auriseculares, este fragmento reproduce la sensación exuberante e intrincada de la naturaleza ajustándola a la voluntad del autor, quien ha forjado un trabajo de orfebrería verbal en torno al concepto de la flor:
Para entonces ya vivíamos juntos yo y Concepción Sedano, que comenzó a apellidarse así desde que nos habíamos casado. Yo, con mis propias manos, le tejí su diadema de capullos de naranjo y le cosí a su velo de novia más de cien margaritas del campo y también con mis propias manos y con lirios y alcatraces y azucenas iluminé el templo, y esa noche, señor juez, dicho sea con toda modestia, esa noche con algo más que mis manos desfloré a Concepción Sedano.[75]
En este fragmento, la flor es signo del mundo: augurio de femineidad (“la mujer que fue después ya la tenía a flor de piel”),[76] remedio contra la enfermedad, vehículo metafórico de comprensión del universo (“si lo encumbrado no le quita a la rosa las espinas, a las flores del guayabillo, señor juez, lo silvestre no les prohíbe lo bonito”),[77] mujer ("Flor de todas las flores era ella, señor juez"[78] dice Sedano de su esposa, usando un bello alejandrino), núcleo de la historia (sabido es, por cierto, que del Paso eligió, de entre las dos versiones de Concepción, que fuera esposa y no hija del jardinero, para incrementar el potencial dramático de la historia) o, incluso, indicio del adulterio:
Yo, aunque también alguna vez le quité a Concepción algunas hojas mojadas de bugamvilia que se le habían pegado en la espalda, nunca vi a los dos meterse en el estanque desnudos, Dios me libre, y desnudos allí abrazados entre las hojas y los lirios y los pescaditos rojos y dorados. […] Al día siguiente, señor, a la otra mañana de imaginármelos en el estanque de las bugamvilias, me llevé un montón de florecitas de yerba anís que también llaman flores de tierradentro, y que se usan para perfumar el baño de los niños, y las derramé en el agua. Esa madrugada, cuando regresó Concepción, un gran olor de anís, señor juez, el más grande olor de anís que yo haya conocido me sofocó el alma.[79]
Es evidente que la coherencia interna del discurso impone que este narrador-personaje utilice un registro idiomático coloquial, pero me parece que reducir el personaje de Sedano a este único rasgo (o a su condición popular o a su presunta ignorancia[80]) es una ligereza crítica. No sólo porque el autor implícito integra este registro dentro de un discurso lírico, conscientemente organizado a partir del ritmo y de la musicalidad de las frases y de un trabajo de la metáfora y la adjetivación enlazados con la misma tradición a la que pertenecen Ramón López Velarde o Eduardo Lizalde (Sedano bien podría hacer suyos los versos con los que inicia "La ciudad ha perdido su Beatriz", sexta parte de El tigre en la casa: "¡Ay, flores, brezos, castañas, dulces nueces / gladiolas descreídas! / ¿Por qué existir ahora, / si está muerta la flor, / la flor de flores?"),[81] sino porque esa estilización del lenguaje –bello homenaje de del Paso a Juan Rulfo– busca transmitir, antes que un mero sentimiento de coloquialismo, la visión de mundo de un personaje cuya sencillez no le impide usar una expresión cuidada, retórica, ingeniosa, digna y, ciertamente, nunca inculta: "Yo no sólo no sé de muchas cosas que hay en el mundo, sino que además no sé nada de muchísimas cosas más que ni siquiera sé que hay. Pero lo que se dice un ignorante, tampoco lo he sido. Pregúnteme usted de flores".[82] Evocando las coordenadas filosóficas de la novela, Sedano sirve al autor para proponer, sotto voce, una forma de conocimiento intuitiva, auto-instaurativa (como el discurso literario), casi estética (y expresada estéticamente), en directa contraposición con el racionalismo y la objetividad a ultranza, valores a la vez de una perspectiva histórica reduccionista contra la que el discurso se rebela. Lo coloquial no existe de manera aislada (y quizá sea por eso que, a diferencia de lo que ocurre en "La ciudad y los pregones", vi/3, el autor no distingue con cursivas los vocablos de origen popular, separándolos del resto de un discurso al que no pertenecen en realidad) sino que transmite y hace verosímil la angustia del personaje y la relaciona con el pensamiento anticolonial que distingue a Noticias del Imperio. En resumen, el registro popular no es sino la forma bajo la que se expresa esta intención dominante de la obra:
pasó por allí el Señor Don Maximiliano acompañado por un señor que también era foráneo, y que andaba siempre con un paraguas amarillo cortando plantas sin pedirle permiso a nadie […]. Y el señor ése le iba diciendo a Don Maximiliano los nombres de las flores. Pero no le decía ésta se llama jaral amarillo y aquélla clavel jaspeado, menos todavía aquélla cacomite y acocotli ésta, porque ese señor imagino que si no sabía español, menos sabía masticar el indio. No, le iba dando a Don Maximiliano los nombres de las flores en científico, en latín, señor juez, como los cantados de las iglesias. Luego llegaron ante una flor que el señor no se acordó cómo se llamaba, y Don Maximiliano me preguntó a mí. […] le dije éstas son las copas de oro, Señor, y el agua de sus cálices que hay que sacar antes de que se abran las flores se usa en gotas para los ojos hinchados, y también por la forma de capuchón que tienen las llaman gorros de Napoleón, Señor, y por la otra forma que también tienen se llaman tetonas. Y Don Maximiliano se rio mucho, pero no el otro señor porque él como que me agarró un poco de tirria, porque no se sabía de cada flor sino el nombre en latín, uno solo y nada más, y yo en cambio me sé muy bien los tres, o los cuatro, y a veces los diez nombres que tienen todas las flores según se siembren en Cuernavaca o crezcan en Tomatlán o se deshojen, ya marchitas, en las aguas del Tamesí. Y cuando nadie se sabe el nombre de una flor ni hay forma de averiguarlo yo tomo un poco de agua en mis manos y la bautizo [83]
La heterogeneidad de Noticias del Imperio, su fragmentariedad, la autosuficiencia de gran parte de esos fragmentos (casi susceptibles de publicarse y, de hecho, publicados varios de ellos de manera aislada en antologías de cuento o suplementos culturales), la gran variedad de narradores, narratarios y focalizaciones de que hace gala y sus idas y venidas por el tiempo y el espacio, marcaron grandemente la recepción crítica de la obra. Varios han visto en Fernando del Paso un autor capaz de perderse detrás de sus múltiples narradores hasta borrarse y desaparecer detrás del artificio literario, dejando a sus narradores libres para florecer de manera autónoma en la polifonía de voces. Fabienne Bradu, por ejemplo, piensa que la obsesión del escritor por agotar todos los sentidos posibles de su materia llevaría al autor “a poder cobijarse en un «no man’s land» narrativo que le permite abstraerse casi por completo del «parti pris». Precisamente porque está en todas las partes posibles […] acaba por estar en ninguna. Del Paso es un narrador omnisciente por excelencia”.[83] Como se ha procurado señalar en este artículo (dejando de lado la clara confusión de la autora entre autor empírico, autor como estrategia textual y narrador omnisciente), la heterogeneidad no sólo no disimula una voluntad autoral firme y sólida sino que sólo puede funcionar a partir de esa voluntad que decide hacer girar esta pléyade textual alrededor de una intención hermenéutica clara: la crítica de la historia colonialista por parte de la literatura “descolonizada”. Tal es la intención que subyace y hermana textos en apariencia tan dispares, como son la cínica conversación de “Del baile de anoche, en las Tullerías”, el júbilo popular del merolico que desautoriza la versión francesa de “Camarón, camarón” (no se pone en tela de juicio la Historia como categoría epistemológica sino el sesgo ideológico de un relato histórico específico), el retrato ingenuo, trivial y caricaturesco del archiduque en sus distintas apariciones, los diálogos socráticos de Juárez con su secretario e, inclusive, el propio monólogo de Carlota uno de cuyos temas recurrentes es la crítica de ese mundo colonial que provocó su locura y la perdición de su adorado Max:
El otro día vino el mensajero disfrazado de Benito Juárez y tenía, en las manos, la tapa de un cráneo que rebosaba de sangre. Era la sangre, me dijo, de todos los mexicanos que habían muerto durante la Intervención y el Imperio. […] me preguntó Juárez, y te lo pregunto yo a ti, ¿dónde están los huesos de los soldados zacapoaxtlas que quedaron sepultados en el lodo de los llanos de Puebla, dónde los huesos de los guerrilleros que el Coronel Du Pin arrojó a las aguas del Tamesí con una piedra amarrada al cuello, dónde los de aquellos que fueron fusilados en la ciudad de México y arrojados a la fosa común del Cementerio de Campo Florido, dónde los de aquellos cuyos cadáveres fueron devorados por los tiburones de la Bahía de Guaymas?[84]
En su momento, Juan Bruce-Novoa, partiendo de una concepción insuficiente del discurso historiográfico, interpretó Noticias del Imperio a la luz de Bajtín y vio en la novela el discurso que, desde el dialogismo y la heteroglosia, desautorizaría la Historia con mayúscula que buscaría, según él, ser la primera y última textualización de la verdad (como si cada acontecimiento histórico quedara fijado ad vitam æternam en una imposible Historia universal y no pudiera reinterpretarse nunca más en nuevos discursos historiográficos). Sin embargo, paradójicamente, su definición de la historia y del historiador puede servir también para describir el mismo discurso que quiso distinguir de manera infructuosa: “el historiador es el escritor monológico por excelencia; aun al citar las fuentes en que apoya las conclusiones, su fin es subordinar todo material a la autoridad totalizante de su narración”.[85] Polifónica sin lugar a dudas, Noticias del Imperio está, sin embargo, lejos de la heteroglosia, por lo menos en el sentido en que Bajtín la concibe como pluralidad no sólo de voces, sino también de perspectivas, ideologías, visiones de mundo, intereses, pertenencia a grupos sociales. Rocío Olivares Zorrilla apreció con certeza esta situación al hacer un balance de la literatura de los años ochenta en La literatura mexicana del siglo xx (2008), obra coordinada por Manuel Fernández Perera:
no parece enteramente satisfactoria, aunque sea aplicable a su obra, la categoría de la heteroglosia en el sentido bajtiniano, pues la diversidad de voces de Noticias del Imperio no logra subvertir el orden de la propia trama novelística [orden bien y firmemente establecido] y no porque sea un orden ya desordenado, sino porque su erudición radical desemboca finalmente en una sesuda reflexión metatextual sobre las fuerzas históricas en juego y sobre la relación cultural entre los mexicanos y Europa –o viceversa[86]
La pluralidad existe, claro está, pero casi está circunscrita a la manifestación del discurso: se trata de una heterogeneidad en el nivel de la superficie, de la forma del contenido, cuya función es modular por medio de la variatio una perspectiva central bien definida que asegura la coherencia interna de una novela de 600, 800 páginas que, si no fuera por esta pluralidad y fragmentariedad, resultaría casi ilegible. Con el distanciamiento que imponen los más de veinte años transcurridos desde la aparición de la novela, Olivares Zorrilla afirmaba:
Destaca en Fernando del Paso una voluntad categórica, evidente, de subrayar el carácter demiúrgico del novelista, el deus ex machina que suma, una vez más, la novelística contemporánea a los cánones barrocos, a sus resortes y sus obsesiones. […] Noticias del Imperio se nos aparece en una calculada disposición de partes que no dependen una de otra, como sucedería en un organismo, sino que se engarzan sólo por una voluntad ajena a su autosuficiencia: la voluntad del autor.[87]
Este peculiar carácter estético de Noticias del Imperio, que para bien o para mal la distingue en el seno de nuestra tradición, llevó a Seymour Menton a presentarla como uno de los ejemplos clave de su libro La nueva novela histórica de América Latina, 1979-1992. En un capítulo en el que el pensamiento crítico queda muchas veces a la sombra del elogio desmesurado y fugaz (el significativo título del apartado es “La canonización instantánea de una sinfonía bajtiniana: Noticias del Imperio de Fernando del Paso”), el catedrático de UCIrvine propone analizar la complejidad artística de Noticias del Imperio “en términos de su sinfonía bajtiniana: una combinación de lo dialógico o lo polifónico, la heteroglosia, lo carnavalesco y la intertextualidad”.[88] Todo ello a la luz de su concepto de la “Nueva Novela Histórica”, caracterizado por una serie de rasgos de cuño pretendidamente moderno-vanguardista como son, entre otros: “la distorsión consciente de la historia mediante omisiones, exageraciones o anacronismos”; “la ficcionalización de personajes históricos a diferencia de la fórmula de Walter Scott […] de protagonistas ficticios”;[89] la forma “extrema” de la intertextualidad, esto es, la reescritura de textos de carácter historiográfico; la necesidad de que el pasado al que se refieren sea un pasado no experimentado directamente por el autor y, claro está, la aparición de los conceptos bajtinianos ya mencionados.
Dejaré de lado las forzadas correspondencias con las que el estudioso estadounidense estructura su análisis (según Menton, en “¿Qué vamos a hacer contigo, Benito?”, el hecho de que un encapuchado toque el pecho de Juárez moribundo con un lirio sería una evocación de su esposa Margarita; la estructura capitular dualista se reflejaría, en signos como el doble fenómeno “Intervención” e “Imperio”; el imperio austrohúngaro del hermano de Maximiliano y el reino belga del padre de Carlota; los dos reyes belgas llamados Leopoldo, los dos Imperios franceses de Napoleón i y iii o, incluso, los “otros dos Imperios mexicanos”: el de Iturbide y el de Santa Anna [así fue escrito en el original]) o sus vacilaciones a la hora de separar realidad de ficción (el crítico sugiere que los monólogos de Carlota “revelan que pudo mantenerse al día hasta el vuelo trasatlántico de Charles Lindbergh, el mismo año de su muerte”[90] y se pregunta si de verdad la emperatriz sería tan lujuriosa de niña y de viuda como lo indica en sus monólogos), para comentar en breve dos aspectos importantes para la reflexión en torno a la llamada Nueva Novela Histórica: la desmitificación de los personajes históricos y la alteración consciente de la historia. A este respecto, me parece importante recordar el afán de del Paso por la reconstrucción prolija y fiel del pasado en lugar de una alteración (o infidelidad, según la llamó el propio autor) extrema. Es cierto que la novela pareciera sostener una consideración más compasiva o comprensiva de los personajes de Maximiliano y Carlota (“Maximiliano y Carlota se mexicanizaron: uno, hasta la muerte, como dice Usigli, la otra –digo yo– hasta la locura. Y como tales tendríamos que aceptarlos”)[91] o una humanización (más que desmitificación) de los personajes, particularmente los héroes, como Juárez (puesto que Maximiliano y Carlota, claro está, nunca estuvieron mitificados por la historia oficial). Pero, en el fondo, si excluimos el largo soliloquio de la emperatriz y el “Ceremonial para el fusilamiento de un emperador” (xxii/3), la visión que Noticias del Imperio tiene de la historia de la intervención y el imperio apenas si difiere de la que el receptor (sobre todo el receptor mexicano o el receptor que posea una competencia suficiente de la “enciclopedia” de referentes mexicanos) podría tener respecto a este episodio: así pues, a lo largo de la novela vemos un Maximiliano ingenuo y perdido en futilidades, una Carlota ambiciosa y soberbia, un Juárez que, a pesar de no saberse hacer el nudo de la corbata,[92] sigue siendo política e históricamente ejemplar aún en tiempos de crisis,[93] un bando republicano casi sin grietas (por no decir que casi sin representación, más allá de Juárez y su secretario), unos conservadores ultramontanos y unos franceses casi siempre calculadores, expansionistas y crueles. La diferencia sustancial, como bien lo apreció en su día José Emilio Pacheco, es tematizar el punto de vista anticolonial que vertebra toda la novela mediante personajes/narradores “europeos” (los dos hermanos, la propia Carlota), lo que evita, o por lo menos disimula, el aspecto de novela de tesis. Resultan paradójicos los intentos críticos de conciliar la relaboración extrema de la historia (que sí puede existir de manera dominante, por ejemplo, en El mundo alucinante de Reinaldo Arenas) con el esfuerzo prolijo de un novelista que pretende más bien observar un acontecimiento histórico desde todas las facetas y, sobre todo, con la mayor fidelidad posible, del mismo modo que resulta incoherente postular primero que el narrador de Noticias del Imperio procura borrar toda huella de su voluntad autoral para después afirmar que del Paso pretendería guiarnos hacia una conclusión según la cual “la historia [en general], lejos de ser una ciencia objetiva [qué ciencia puede preciarse de serlo después de la teoría de la relatividad o del principio de incertidumbre], es una ficción propagandística”.[94]
Si bien Noticias del Imperio ha sido y es aún un éxito de público, como lo muestra el gran número de ediciones y reimpresiones que aún hoy se siguen agotando, la crítica la recibió en su día con reacciones encontradas, sobre todo en el momento de su publicación: la mayor parte de ellas fueron positivas, ante todo en México, aunque no faltaron algunos juicios adversos y opiniones matizadas, sumamente pertinentes. Entre las opiniones favorables, destacó en un primer momento la ya mencionada reseña de José Emilio Pacheco, quien, con generosidad, celebró la aparición de una obra de la ambición y alcances de Noticias del Imperio, sobre todo en el duro contexto cultural y socioeconómico de nuestro país durante los años ochenta. Pacheco consideró la tercera novela de del Paso como “una novela exigente consigo misma y con sus lectores. Procesa cantidades inverosímiles de información, pero no las «divulga»: las convierte en la materia misma de su poética y su filosofía de la historia”.[95] Por su parte, la ya citada Fabienne Bradu, elogió en su reseña para la revista Vuelta, en mayo de 1988, la capacidad de la novela para documentarse de manera exhaustiva, sabiendo entregarse al mismo tiempo a la invención y a la locura. Persuadida por la conciliación de contrarios puesta en marcha por del Paso, Bradu interpreta bajo esta luz la representación de la locura en los capítulos nones dedicados a Carlota, llegando a aseverar, de manera precipitada y algo reductiva, que, con el largo monólogo de la emperatriz, el autor de Noticias del Imperio construiría un discurso corrosivo de todo principio de autoridad textual:
Si la verdad pudiera haberse revelado por boca de Carlota, su locura invalida toda credibilidad. Es una manera más de afirmar la vanidad de buscar la verdad histórica. La locura de Carlota no es únicamente una exactitud histórica sino también una forma vicaria de negar la Historia a través de un tipo de discurso esencialmente marginal y deconstructor. Inventar la locura como única depositaria de la verdad es una forma de rechazar la Historia.[96]
La sola lectura del célebre fragmento “El último de los mexicanos” (xxii/2) basta para apreciar la incomprensión de ciertas ideas eje de la novela por parte de Bradu, quien parece olvidar que el autor implícito de la novela nunca tiene como objetivo deslegitimar el discurso histórico, pese a las muchas críticas que pueda realizar de ciertos modos de hacer la historia: por el contrario, Noticias del Imperio busca sobre todo no eludir la Historia y conciliarla con la imaginación, “porque a falta de una verdadera, imposible, y en última instancia, indeseable «Historia Universal», existen muchas historias no sólo particulares sino cambiantes, según las perspectivas de tiempo y espacio desde las que son «escritas»”.[97]
Algunos meses después de esta reseña positiva, la misma revista Vuelta publicaría una nueva reseña, en esta ocasión muchísimo más crítica, realizada por Adolfo Castañón. El texto (que tal estudioso combinó con otro sobre Palinuro de México para el artículo “Fernando del Paso: las orquídeas de la épica”, recopilado en Arbitrario de Literatura Mexicana) relaciona Noticias del Imperio con lo que el crítico considera una tendencia doble de la literatura mexicana reciente: por un lado, una impotencia para crear personajes y desarrollarlos, relacionada a su vez con un afán lírico que buscaría disfrazar de novela una prosa evasiva: “La arraigada creencia en la irracionalidad de la historia tiende un puente que va del caos a la demencia y de la demencia a la poesía. Y así conjugamos los verbos de la historia más bien según los modos subjuntivos y afectivos del pasado inventado por una apremiante necesidad emocional que siguiendo el indicativo inflexible de la exactitud”.[98] El juicio de Castañón puede parecer severo, en buena parte por su aire burlón, pero es claro que la decisión de configurar el discurso desde un punto de vista polifónico vulnera la integridad de Noticias del Imperio y, por consiguiente, el desarrollo de los personajes, que nunca o muy pocas veces encuentran la oportunidad de llevar el peso de la intriga más allá de los eventos que la historia ha narrado previamente. Así, es notable (como ha notado igualmente Juan José Barrientos[99]) a qué punto Noticias del Imperio se acerca de modo sesgado a temas que ella misma configura como claves, como sería la locura de Carlota o los amoríos de Maximiliano, prefiriendo contar los rumores al respecto, o compilar, confrontar y reflexionar sobre lo que otros han dicho/escrito, antes que buscar comprender estos eventos mediante las estructuras simbólicas de la ficción. “En este sentido, Noticias del Imperio es un libro decepcionante, admirable, pero infecundo; enorme, pero alejado de ese canon de armonía y proporción, de perfección nerviosa y de movimiento perpetuo del cual no escapa la sobrevivencia de la obra literaria en el tiempo”, asevera Castañón,[100] dándose así la mano con Enrique Serna, quien en su crítica de la novela (recogida después en la compilación de ensayos Las caricaturas me hacen llorar) criticó, incluso con sorna, las consecuencias creativas de la imposible conciliación que del Paso intenta practicar entre reconstrucción minuciosa del pasado y la invención: “Gracias a que la investigación predomina sobre la ficción, por momentos [Noticias del Imperio] parece un ameno libro de historia”.[101]
Con el pasar de los años, pareciera que los juicios críticos o negativos sobre Noticias del Imperio han disminuido en favor de una ponderación positiva, influida quizá por la monumentalidad de la novela.[102] Ya en 1991, Óscar Mata advertía, al analizar la progresiva “mejoría” en la consideración crítica de del Paso, que “con el paso del tiempo, los jóvenes, aquellos nacidos después de él, han resultado quienes mejor y con más gusto lo leen y lo releen”.[103] Las dimensiones de la ascendencia de del Paso entre los jóvenes creadores son patentes al revisar, por ejemplo, el número 200 de la revista Tierra Adentro (2015), consagrado al autor de Noticias del Imperio en su cumpleaños número 80, y en el que Carlos Velázquez (“Fernando del Paso: un fanático de la minuciosidad”) y Antonio Ortuño (“Historia y palabra”) dejaron sendas muestras de veneración que, quizá por lo festivo de la ocasión, no necesariamente se originaban en un análisis ponderado. Mucho antes, en 1997, se publicaba Noticias del Imperio y los nuevos caminos de la novela histórica, reformulación editorial de la compleja y valiosa tesis doctoral de Elizabeth Corral Peña, quien explora, entre otras cosas, la vocación totalizadora del autor a partir de su barroca obsesión por los detalles y la multiplicación de las perspectivas, explorando el intertexto historiográfico de la novela y la manipulación que el autor implícito realiza con él para forjar la pluralidad relativizada que le da forma. Para finalizar este breve estado de la cuestión, menciono, respecto a la cuestión intertextual, el motivo o metáfora del Cristo, de importancia peculiar en la configuración de la novela, ya que constituye la columna vertebral de la recreación poética de Noticias del Imperio. Se trata también de un sutil símbolo que la crítica fue apreciando poco a poco: Bradu (1988) lo menciona de pasada en el transcurso de su reseña, Menton (1993) apunta algunas breves, pero valiosas pistas;[104] Barrientos (2001) señala algunas de las coincidencias sin analizarlas, menciona otros textos previos, literarios o históricos, que se habrían ocupado de ella y sugiere que del Paso, al reiterarlo, explorarlo e integrar todos los elementos en el apartado “Corrido del tiro de gracia” (xx/2), da forma a una leyenda que servía sobre todo a los intereses de los imperialistas, por lo que la mención de las distintas iniquidades del emperador (la seducción de Concepción Sedano o la promulgación del Decreto Negro) constituyen contrapesos a la leyenda de santidad.
En 2009, en un artículo “Metáfora del Cristo en Noticias del Imperio de Fernando del Paso”, quise mostrar cómo la novela genera un proceso bien definido de mistificación o legendarización respecto a la figura de Maximiliano, utilizando los Evangelios como hipertexto de la novela. Hacia el final de esta exploración se observó que, en repetidas ocasiones, el proceso hipertextual está gobernado por un contrasentido que lo aleja de la perspectiva original del Evangelio. Bien visto, no sería descabellado afirmar que acudimos a una parodia del hipertexto religioso en el sentido más elegante del término: “una cita desviada de su sentido, o simplemente de su contexto y de su nivel de dignidad”.[105] Mientras Jesús se sacrifica por la salvación de los otros, Maximiliano sólo piensa en los otros como aquellos que sacrificaron su vida para que él pudiera ser consagrado como nuevo Mesías… y ser sancionado en consecuencia.
“Por Dios”, les había dicho. “Por Dios, por su hermano Joaquín Miramón y por todos aquellos que han muerto por la causa como el Coronel Rodríguez, ¡tan valiente!” […] “Por el Coronel Rodríguez, Señores, a cuyo cuerpo no hubiéramos podido darle cristiana sepultura en la Iglesia de la Congregación si no lo arrastra el intrépido Capitán Domet, con riesgo de su propia vida… ¡Por el Capitán Domet, Señores!…”[106]
Al primer Cristo lo mueve el desinterés y la misericordia, pero el segundo actúa bajo criterios más terrenales y también –¿por qué no decirlo?– perversos y ruines. Ahora bien, ¿cuál es el origen de esta desviación semántica? Podemos ver que los orígenes de la investidura se encuentran en el imperialismo, filosofía propia de aquéllos que lo manipularon, lo hicieron competente y, en suma, pretendieron imponerlo en el poder. La victoria de la República sobre el Imperio (del subcontinente sobre la metrópoli, dice Óscar Mata) habrá de reformularse en el triunfo de la imaginación sobre la documentación, de lo fáctico sobre lo llanamente factual; en la concepción de lo literario como un horizonte más amplio de conocimiento.
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Esta novela se ha convertido en un clásico de las letras mexicanas. En ella, Fernando del Paso se ocupa, a través de la emperatriz Carlota, de describir no solamente la vida de este personaje histórico sino la de México durante el Segundo Imperio. De forma magistral narra a través de la vida de Carlota una parte de nuestra historia, regida por Maximiliano de Habsburgo.
Esta novela se ha convertido en un clásico de las letras
mexicanas. En ella, Fernando del Paso se ocupa, a través de la emperatriz
Carlota, de describir no solamente la vida de este personaje histórico sino la
de México durante el Segundo Imperio. De forma magistral narra a través de la
vida de Carlota una parte de nuestra historia, regida por Maximiliano de
Habsburgo.
La emperatriz Carlota rinde testimonio de la historia amarga y efímera del Segundo Imperio mexicano. Sus recuerdos, vertidos en una serie de vívidos monólogos, revelan la vida de su esposo, Maximiliano de Habsburgo -quien ha sido fusilado por las fuerzas liberales al mando de Benito Juárez-, desde su infancia hasta los días de emperador de México, y son también los ecos rotos de aquel nuevo mundo imaginado con el que ambos arribaron a las costas de Veracruz; mundo fallido del que han sido expulsados y de cuyo legítimo devenir sólo queda su voz como testigo en defensa. La narración de Carlota anciana y alienada no es la única en el relato, Fernando del Paso deja la historia en manos de diversos personajes, orquestando así la polifonía de voces que integra perfectamente historia y ficción; los imaginarios heroicos tanto individuales como colectivos de un país en ciernes. Noticias del Imperio constituye un alto ejemplo de la maestría literaria y de la profundidad humana que pueden llegar a alcanzar las letras mexicanas en el acercamiento a los más discutidos capítulos de nuestra historia nacional, y es puerto obligado para el estudioso de la literatura hispanoamericana.