La clave del presente: el bíblico plato de lentejas por el que Esaú, bromista, cede toda su herencia, incluida la bendición paterna y la promesa divina, a su hermano menor. Otro primogénito, el de esta novela, es arrojado por la pérdida simbólica del padre a un mar plagado de faros tan engañosos como seductores, es obligado a una búsqueda sin sosiego de su primogenitura indescifrable. La transgresión recorre un amplio registro sexual y social; la sangre, que oscurece los ojos ante los más sórdidos deseos, acaba por derramarse en el crimen.
El pasado: el pueblo minero del norte, el azoro ante la belleza, los celos, la camaradería carcelaria, la suplantación, luego un mar sin costas en el que no se llega a puerto, quizá porque está tan cerca que no se le ve.
De la niñez a la juventud, el autor decanta un protagonista con un proyecto de vida en los márgenes de la moral y bajo el signo de la aventura.