El poema es la elección precisa, la síntesis exacta de la experiencia de un individuo en el que confluyen siglos y mundos. En Don Quijote y las memorias de Ixmukané, el autor transita entre la lírica y la tradición oral. Lo lírico acaece en un hablante que, aunque adulto y milenario, se expresa con una visión del mundo que recuerda la mirada del niño, en el asombro ante las realidades ásperas y hermosas de la vida. La tradición oral llega en el ritmo cotidiano de la palabra, en la evocación constante de voces ancestrales. La búsqueda de las palabras esenciales configuradas en la transparencia de la frase diaria, la expresión entrañable de lo cotidiano; la mesura del tono sobrio con que se nombran desde las formas del amor hasta la fuerza de la tragedia, la violencia y el horror; la amarga transgresión del humor oscuro o juguetón, y el ejercicio de la intertextualidad, donde se superponen, se encajan, se rechazan y se mezclan un susurro festivo de tiempos, lugares, ideas, visiones, signos y nombres propios que confluyen en la singularidad de una experiencia humana que se vuelve poesía.
Mercedes Cristina Polo