Perífrasis de la existencia, la poesía es el único testamento que no tiene destinatario y, sin embargo, nos pertenece a todos. El poeta templa el metal del lenguaje. Con el punzón de las palabras, el orfebre martilla con precisión y parsimonia: ensambla la filigrana y el granulado para armar piezas áureas y obnubilantes. No busca el sujeto lírico sólo el poema total, sino la línea deslumbrante. En los poemas de este libro admiramos el collar completo y también cada una de las piezas ensambladas: verso o prosa, epigrama o microensayo, apunte de un diálogo o esbozo que deletrea su significación. La frase se despoja del disfraz del verso para mostrar la desnudez del silencio. La frase lía una batalla con el reloj de la sintaxis, con la palabra que intenta reducirse a lo preciso y con la línea áspera para defenderse del sinsentido. Fraselia es su testamento aural, pero también es el sendero que apunta a su arte poética. De El mirar del artificio a Fraselia hay una obra que aspira al verso de arte mayor, pero también aspira l silencio. Nuestro poeta castellano, nuestro maestro letránico, frasélico, arcángide, omnívago, quien tuvo una vida dedicada a la escritura, lo hizo con la certeza de que <>