El tacto está en el centro del poemario de Fernando Carrera que, sin embargo, es igualmente un libro sobre la vista. Por esta razón, también, los temas que predominan en sus páginas —los recuerdos de infancia o pubertad, la experiencia erótica— llevan la impronta de la evocación sensorial, acatando un patrón psicológico y literario que hace recordar la magdalena remojada en té y la sonata de Vinteuil en la obra de Marcel Proust.
Pero el propósito del autor, desde luego, no es repetir En busca del tiempo perdido ni nada que se le parezca. Las frases de Fernando Carrera, en prosa o verso, más bien son entrecortadas y alucinatorias, próximas al espasmo y al jadeo, y en ellas “el roce inolvidable del origen” se manifiesta de golpe para recordarnos que no estamos arriba ni abajo, sino que incesantemente caemos o subimos en la espiral donde todo danza y es, donde todo arde y es, donde todo se expande y está siendo.