El predominio ancestral de la literatura masculina, nos habituó a contemplar las relaciones amorosas desde el punto de vista de los hombres. En los conflictos sexuales, alianzas o pactos de no agresión, la mujer tiende a envolver sus experiencias en una atmósfera de misterio o magia. Difícilmente acepta recrear, como escritora, la danza de los siete velos de Salomé, y descubrir los resortes íntimos de la voluptuosidad.
De ahí que resulte particularmente un relato como éste, en el que la vivencia erótica se muestra como la necesidad vital, animal y natural, de tener un compañero capaz de satisfacer plenamente sus instintos y, al mismo tiempo, sus aspiraciones intelectuales. Con innegable capacidad analítica, la autora describe el conflicto de una mujer para sacrificar todos los prejuicios que desde su infancia le fueron inculcados, y que su entorno familiar encarna de un modo irrevocable.
Con reminiscencias de Madame Bovary, el conflicto desemboca en un tenaz esfuerzo de liberación, con todas sus consecuencias sociológicas y existenciales.