Alfonso Reyes escribió un corpus ensayístico que casi no tiene parangón con los creados en la primera mitad del siglo XX a lo largo y ancho de la lengua española. Sus ensayos ofrecen más de lo que prometen. Nos dan el goce generoso propio de la literatura y nos conceden, también, el del conocimiento: en su juventud nos da nociones filosóficas acerca del estar del hombre en la tierra; en la madurez y la senectud nos proporciona pistas que, de seguirlas, nos harían menos infelices en este valle de lágrimas. Se trata de observaciones acerca del ser humano (poéticas unas, filosóficas otras) que no sólo se agarran del pensamiento científico sino que aterrizan en el pensamiento poético.