En principio, esta Teoría del campo unificado remite a uno de los más caros sueños de la ciencia –pues, se sabe, también en los territorios de la especulación científica es indispensable tener, por lo menos, un pie en el sueño. Y estos poemas suelen zambullirse con sorprendentes resultados en un agua semejante. Sin embargo, los cinco capítulos que conforman este libro se diferencian entre sí como los dedos de la mano, reunidos en un puño de azoro abiertos hacia el enigma que les da sustancia: La infancia (el campito) entrevista como la zona propicia para los encuentros con el terror y la belleza; la dúctil materia de los días en que conviven especímenes de diversa calaña, ángeles y bestias; las voces de otros soñadores que rondan con sus fantasmas la memoria; las celebraciones de la carne y el irrecuperable vuelo del deseo; la danza, finalmente, donde todo se unifica, donde todo se disuelve y da comienzo. Este libro de Jorge Esquinca extiende admirablemente la región de sus exploraciones anteriores ya que, como bien afirma de él Josu Landa, “hay poesía cuando el lenguaje se va de fiesta”. Y añade: “lo demuestra esta nueva fuga irónica y gozosa: atisbo de lo que nos une como humanos con lo más grande y con la raíz atómica del mundo”.