Emparentado con Hacia el fin del mundo (1969) y con Los oficios perdidos (1983), Cuentos y descuentos de René Avilés Fabila es un conjunto de narraciones breves, textos, fábulas y aforismos de índole fantástico humorística. Dentro de lo que es una tendencia frecuentada entre los hacedores de cuentos cortos, sus escritos se sustentan de la literatura, la mitología, la leyenda, la cinematografía, el arte y la ciencia, es decir, retoma personajes, anécdotas y autores para insertarlos en sus historias. En este sentido, sus cuentos son del buen manejo de “la técnica del plagio”, cuyas características el autor desglosa en su texto “En defensa del plagio” (su declaración de principios) y en el cual asienta al referirse al plagiador: “toma párrafos, frases, capítulos, no en forma textual, si no que los somete a ciertas modificaciones. En una buena medida también es un creador o mejor dicho, un recreador, pues no copia, interpreta”. Esta actitud, René Avilés Fabila la asume lúdicamente, por ello cada uno de sus escritos es un sarcasmo y/o un chiste: “Al despertar Franz Kafka una mañana, tras un sueño intranquilo, se dirigió hacia el espejo y horrorizado pudo comprobar que/ a, seguía siendo Kafka/ b, no estaba convertido en un monstruoso insecto/ c, su figura era todavía humana/. Seleccione el final que más le agrade marcándolo con una equis.” Cuentos y descuentos está dividido en partes: la primera es la miscelánea en la que no están ausentes las narraciones que integrarían el clásico bestiario (heredado de Borges, Arreola y Monterroso). “La cencoatl” y “La serpiente falo”, por ejemplo, están concebidos para a partir de esos mitos existente, con diversos nombres, en distintas partes del país y que hablan de una víbora que succiona la leche del seno de una madre mientras introduce su cola en la boca del bebé para que no llore, o platican sobre la culebra (o gusanillo) que durante las noches se desliza hasta la cama de las mujeres para hacerles el amor: Si estos cuentos son excelentes humoradas, como lo son “Ponzoñini”; “El vandak”, “El autógrafo”, “Jonás y la ballena”, “El más riguroso de los novelistas” o “No se culpe a nadie de mi muerte” (entre otros), algunos (afortunadamente muy pocos) son tan simples que el humor brilla por su ausencia; tal es el caso “De monos a monos” el que la alusión tácita a Del origen de las especies por medio de la selección natural de Darwin y, sobre todo, a El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre de Engels, no implica ninguna ingeniosidad al volver a puntualizar el lugar común de que los humanos somos unos changos evolucionados y sofisticados distantes de los monos que están tras las rejas en los zoológicos. O ese (sólo por citar uno más) que no agrega nada al consabido cliché justiciero que de tan trillado carece de risa: “Cartelera cinematográfica: Lanza rota: “...Es la historia de un cowboy que trata de evitar una sangrienta guerra entre indios y blancos, matando a los primeros.”