La poesía de Vicente Quirarte es una de las más bellas armas que se han inventado para luchar por la vida. A su aleación concurre un elemento peculiar: la noción de combate. Fiel a la raza de los hombres del Renacimiento, que sabían combinar las tintas de la espada y la pluma, Quirarte aparece en sus textos como un guerrero, como alguien versado en las artes marciales que no matan, como un creador de épicas intimidades. Siempre hay batallas, impaciencias sobre otra piel que sin cesar se tensa, atabales, corazas, estrategias, navíos. Su belicosidad es la de lo interno y lo cercano, la de la más profunda piel de su lenguaje, la del héroe cotidiano que lleva sobre sus espaldas la responsabilidad de abrir las puertas de otro cuerpo.